La pandemia mundial ha subrayado la necesidad de mascarillas faciales que sellen eficazmente alrededor de la nariz y la boca. Pero las caras y sus características difieren de una persona a otra y pueden hacer que las mascarillas faciales de talla única sean menos efectivas.
Por ello, un equipo del MIT ha trabajado con el objetivo de mejorar estos dispositivos. Concretamente, Lavender Tessmer, candidata a doctorado en el Departamento de Arquitectura del MIT, desarrolló una nueva fibra activa y diseñó un proceso que, combinado con arquitectura textil tejida específicamente, usa calor para activar una mascarilla que se adapta a la cara de un individuo. Con el equipamiento textil estándar y el nuevo proceso de personalización, cualquier fabricante puede crear una mascarilla totalmente personalizada.
Unos años antes de la Covid-19 , el laboratorio de Tibbits recibió una subvención del Advanced Functional Fibers of America (AFFOA) para desarrollar "textiles más inteligentes" que pudieran detectar, responder y transformar.
La llegada de la pandemia obligó a muchos negocios a tener que cerrar sus puertas debido a la falta de trabajo. En el caso de Tibbits, optaron por modernizarse y comenzaron a crear mascarillas que se ajustaban a la forma de la cara de cada persona.
Tessmer también desarrolló una de las dos fibras activas (la otra ya estaba disponible comercialmente) necesarias para responder al calor, de modo que la tela pudiera controlarse de manera predecible
“Pero el principal desafío con cualquier personalización es que no puedes hacer que cada mascarilla sea única. Se convierte en un problema de logística para la fábrica y tienes que ser capaz de producir estas en masa. Los clientes no quieren esperar semanas o meses por su mascarilla única”, aseguran desde la propia empresa.
Entonces, ¿cómo se adapta una mascarilla producida en masa a una cara individual? “Lavender creó la estructura tejida, la arquitectura, de la mascarilla”, dice Tibbits. “Las propiedades materiales por sí solas no conducen a la transformación. Se trata básicamente de tejer estructuras bidimensionales o tridimensionales y, con cada puntada, poder cambiar la estructura y los materiales”.
En este sentido, Tessmer también desarrolló una de las dos fibras activas (la otra ya estaba disponible comercialmente) necesarias para responder al calor, de modo que la tela pudiera controlarse de manera predecible.
Por su parte, el laboratorio Tibbits, con sus operaciones minoristas cerradas a principios de la pandemia, pasó de fabricar ropa a fabricar mascarillas faciales. “El objetivo era transformar una mascarilla para lograr el ajuste perfecto para la cara de cualquier persona, lo cual era un desafío”, apuntan desde la compañía. Finalmente, “creamos mascarillas para nueve personas diferentes y así demostrar cuánto de efectivo es el proceso”, concluye Tessmer.
No obstante, es importante tener en cuenta que el trabajo de Tessmer y Tibbits se centró en el ajuste de una mascarilla y no en las propiedades requeridas para que el material de esta filtre las partículas en el aire, aunque se podría incluir un filtro estándar para mejorar su eficacia. Estas mascarillas destacan también por ser reutilizables y lavables.