El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) participa en un proyecto europeo en el que se desarrollará una tecnología escalable y a demanda para crear sangre artificial mediante el diseño de glóbulos rojos sintéticos. Tal y como asegura Arántzazu González-Campo, una de las investigadoras del CSIC en el Instituto de Ciencia de Materiales de Barcelona (ICMAB), “los eritrocitos sintéticos reproducirán las características fundamentales de los naturales, imitando su citoesqueleto, su asimetría lipídica, proteínas funcionales y su respuesta al entorno”.
El proyecto, llamado SynEry (acrónimo de Bottom-up reconstruction of a Synthetic Erythrocyte), es una forma más de demostrar que la tecnología está al lado de la salud. Su principal objetivo es solucionar el problema que viene dado por el suministro insuficiente de sangre y los grandes riesgos de infecciones provocadas en las transfusiones de sangre y en escenarios de catástrofes naturales, pandemias o conflictos bélicos.
Es lo que se llamaría un sustituto sanguíneo, una sustancia que se utiliza para imitar y cumplir algunas funciones de la sangre biológica. Su objetivo es ofrecer una alternativa a la transfusión de sangre, que es transferir sangre o productos a base de sangre de una persona a otra. Hasta el momento, no hay sustitutos de sangre con oxígeno bien aceptados, que es el objetivo típico de una transfusión de glóbulos rojos. Sin embargo, hay diversos expansores de volumen no sanguíneos disponibles para casos en los que solo se requiere restauración de volumen.
Espe proyecto cuenta con un presupuesto total de 3,2 millones de euros para cuatro años y finalizará en marzo de 2026
En este contexto, cada año la demanda de sangre aumenta y durante ese periodo se hacen llamamientos a la población para que vayan a donar sangre. Según los últimos datos ofrecidos por el Ministerio de Sanidad, en 2021 se realizaron 1.886.500 transfusiones y atendieron medio millón de pacientes. Aun así, no hay que bajar la guardia. Por eso, proyectos de este estilo aseguran satisfacer la demanda que, hoy en día, no deja de aumentar en muchos países.
Los resultados de este estudio allanarán el camino hacia la síntesis de células sanguíneas artificiales. El objetivo a largo plazo es desarrollar un sustituto eficaz y universal de la sangre, que pueda producirse de forma rentable en instalaciones de fabricación farmacéutica, y que permita solventar la necesidad médica de transfusiones sanguíneas seguras. No obstante, la visión y aplicabilidad a largo plazo de esta sangre artificial van mucho más allá de las transfusiones, ya que los eritrocitos sintéticos podrían ser una plataforma para administrar fármacos.
La tecnología desarrollada en el proyecto, explica González-Campo, “podría abrir el camino para construir otras células terapéuticas artificiales, como células T. Asimismo, el hecho de desarrollar sistemas con una excelente biocompatibilidad y con facilidad de transportar diferentes biomoléculas y fármacos permite crear una tecnología multifuncional y avanzar en campos como la administración de fármacos o la terapia celular”.
Por su parte, el papel del ICMAB en el proyecto es trabajar en la biofuncionalización y caracterización de nanopartículas para mimetizar y ayudar a la formación de eritrocitos sintéticos. Además de la biofuncionalización, el control de su ensamblaje y desensamblaje controlado será importante para el proyecto. Asimismo, los objetivos del trabajo serán abordados por un consorcio interdisciplinar que combina conocimientos en diferentes áreas, como la microfluídica, la bionanotecnología y los modelos de ensayo in vivo.
El proyecto, liderado por la Universidad UK Leuven (Bélgica), está financiado por el Consejo Europeo de Innovación (EIC), en el marco del programa de investigación e innovación de la Unión Europea, Horizonte Europa-EIC Pathfinder. Cuenta con un presupuesto total de 3,2 millones de euros para cuatro años, y finalizará en marzo de 2026.
En él también trabajan otras investigadoras españolas: Chiara Distefano, como investigadora predoctoral, y Sara Battista, como investigadora postdoctoral. Todas ellas forman parte del grupo de investigación FunNanoSurf, del ICMAB.