Los stents son pequeños tubos de malla que desde 1986 salvan miles de vidas al año. Vidas de pacientes que sufren la obstrucción de los vasos sanguíneos, lo que detiene el riego hacia los órganos pudiendo llevar a un infarto, un ictus… Desde que Ulrich Sigwart y Jacques Puel marcaran un hito al implantar de manera independiente el primer stent coronario autoexpandible, las investigaciones ha seguido estudiado mejores formas para aplicar estos dispositivos. De esta forma, nos encontramos con stents que se adaptan al crecimiento de los vasos sanguíneos de los niños, que administran fármacos o que curan lesiones vasculares y reparan el tejido al estar recubiertos de exosoma.
Pese a los avances y la mayor precisión de estos dispositivos pueden producirse fallos por un defecto del stent, un problema en el despliegue o un problema propio del paciente. Para evitar y controlar esta situación se realizan diversas pruebas que permiten visualizar la colocación del stent y conocer los parámetros hemodinámicos de los pacientes como puede ser el gasto cardiaco, el volumen sistólico, la variación de la presión del pulso o la resistencia vascular sistémica. Son traslados al hospital, radiografías, consultas médicas, que suponen un esfuerzo para los pacientes y para los profesionales sanitarios.
“Este sistema electrónico está diseñado para entregar de forma inalámbrica datos hemodinámicos, incluidos la presión arterial, el pulso y el flujo, a un sistema externo de adquisición de datos”
En este sentido, investigadores del Instituto de Tecnología de Georgia han desarrollado un stent inteligente que puede monitorear estos parámetros hemodinámicos de los pacientes. Se trata de un dispositivo que trasmite los datos de forma inalámbrica. Esto permite a los profesionales sanitarios telemonitorizar a los pacientes con un stent y adelantarse a problemas como la presión arterial. Para ello, como refleja el estudio publicado en la revista Science Advance, se ha diseñado un stent con sensores de presión que obtienen los datos de forma rápida y con una alta durabilidad, lo que permite los seguimientos a largo plazo.
En las pruebas con un conejo, los datos de presión arterial se obtuvieron dos horas tras la intervención y tres meses después a través de una antena de cuadro y VNA. “Este sistema electrónico está diseñado para entregar de forma inalámbrica datos hemodinámicos, incluidos la presión arterial, el pulso y el flujo, a un sistema externo de adquisición de datos. Es pequeño y delgado, por lo que podemos usar un catéter para introducirlo en cualquier lugar dentro el cuerpo”, manifiesta en nota de prensa Woon-Hong Yeo, investigador involucrado en el estudio. “Es como un stent con múltiples trucos bajo la manga”.
SIN BATERÍA
A los beneficios como transmisor de información, se suma la ausencia de baterías. El principal problema actual de los implantes tecnológicos es que las baterías se acaban agotando. Ocurre por ejemplo con los neuroestimuladores o con los marcapasos, que tras 15 años funcionando comienzan a fallar.
Este stent soluciona este problema a través de una tecnología de carga externa que emplea campos magnéticos para trasferir la energía al dispositivo de forma inalámbrica. Una forma parecida a la carga de un teléfono o de un smartwach, pero en tamaño reducido. “Creemos que este diseño y los resultados obtenidos suponen un avance en el campo de los dispositivos implantables y los sistemas biomédicos”, concluye Yeo.