Los niños que padecen autismo a menudo tienen problemas para reconocer los estados emocionales de las personas que están a su alrededor, como por ejemplo les es complicado distinguir una cara feliz de una triste. Para intentar paliar este problema, algunos terapeutas utilizan robots capaces de mostrar esas emociones y hacer que los menores las imiten y respondan de forma apropiada.
Sin embargo, este tipo de tratamiento funciona mejor si la máquina es capaz de interpretar sin problemas la conducta del niño durante la terapia. Por ello, un equipo de investigadores del MIT Media Lab ha desarrollado un tipo de aprendizaje automático personalizado que permite al robot estimar el comportamiento de los niños durante estas interacciones recopilando los datos de cada uno y personalizando su actuación.
Los robots están armados con una red personalizada de "deep learning" que hace que su percepción con respecto a las respuestas de los niños coincida con las evaluaciones realizadas por los especialistas, lo que supone que con un buen entrenamiento humano, algún día estas máquinas podrán proporcionar estimaciones más consistentes de los comportamientos.
Atraer la atención de un niño autista es un gran desafío, en cambio los robots lo consiguen con facilidad
El objetivo de este proyecto no es crear robots que reemplacen a los terapeutas humanos, sino utilizarlos para complementar y personalizar los tratamientos. La coautora y profesora del MIT que lidera la investigación, Rosalind Picard, ha explicado que la personalización es especialmente importante en la terapia del autismo.
El proceso es el siguiente: un terapeuta muestra fotos de niños o tarjetas de diferentes caras que representan diferentes emociones para enseñarles a reconocer todo tipo de expresiones (de miedo, tristeza, alegría...). Luego, el terapeuta programa al robot para que muestre estas mismas emociones al niño y le observa mientras interactúa con la máquina. El comportamiento del menor es la clave en el progreso de la terapia.
La importancia de este procedimiento recae en el hecho de que atraer la atención del niño por unos segundos puede llegar a ser un gran desafío para los especialistas y en cambio los robots lo consiguen con facilidad. Además, los humanos cambian sus expresiones de muchas formas distintas y los robots siempre lo hacen de la misma manera, lo que es menos frustrante para el niño, quien consigue aprender de una manera muy estructurada.