La resistencia antimicrobiana es una de las diez amenazas de salud pública de primera magnitud, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea. La OMS estima que para 2050 este fenómeno será la primera causa de muerte en el mundo. Solo en 2019 fallecieron 1,27 millones de personas por bacterias resistentes y otras 4,95 millones de muertes se asociaron con ellas según un estudio publicado en ‘The Lancet’.
Ante estos datos los esfuerzos para alcanzar tratamientos eficientes para prevenir y tratar estas infecciones llevan a diferentes estrategias como las moléculas inteligentes basadas en fagos realizado por investigadores del i2SysBio del Centro Superior de Investigaciones Científicas y la Universidad de Valencia (CSIC-UV).
En 2021, según un informe de la OMS, se evidenciaba que el desarrollo de antibióticos se encuentra “estancado” y “lejos de satisfacer las necesidades globales”. Una situación debida a la falta de innovación para desarrollar tratamientos que no sigan los caminos de los que ahora existen. Actualmente, para los carbapenémicos, antibióticos de tercera y cuarta generación, ya existen altos niveles de resistencias entre los agentes patogénicos en Europa. Una situación “preocupante”, como se indica en el segundo informe 'Vigilancia de la resistencia a los antimicrobianos en Europa', publicado conjuntamente por el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC) y la Organización Mundial de la Salud de la Región Europea.
Se trata de fagos sin cabeza, capaces de agujerear la membrana de la bacteria, pero sin introducir su ADN”
Una de las terapias alternativas más prometedora actualmente es el uso de bacteriófagos o fagos, virus que parasitan las bacterias provocando su muerte. El problema actual, explica en nota de prensa Alfonso Jaramillo, investigador del CSIC en el I2SysBio, es que “las bacterias tienen un sistema de defensa que también las puede hacer resistentes a los fagos”. Una situación que ha llevado a su equipo a desarrollar una molécula imitando a unas que se parecen a los fagos, pero no lo son. “Se trata de fagos sin cabeza, capaces de agujerear la membrana de la bacteria, pero sin introducir su ADN”, explica Jaramillo.
PRECISIÓN Y PERSONALIZACIÓN
A partir de ahora los investigadores buscarán la forma de desarrollar una tecnología que permita acelerar la evolución de fagos para obtener fagos sin cabeza y adaptar las moléculas antimicrobianas a esas mutaciones. Según Jaramillo, esta estrategia mantiene las ventajas de la terapia con fagos que se aplica hoy día contra las RAM, pero permite obtener antimicrobiales que evitan las posibles resistencias de la bacteria al fago.
Este proyecto permitirá desarrollar antibióticos y antimicrobianos que se conformarán a partir de agrupaciones de proteínas, inocuas para las bacterias beneficiosas, por tanto con menos efectos secundarios para los pacientes, y que no se puede replicar por bacterias ni por el propio organismo, lo que evita la resistencia.
En los próximos tres años, este proyecto espera demostrar que esta tecnología “es útil y viable para la producción de agentes antimicrobianos”. Una herramienta, que además, puede recibir una autorización sanitaria de forma más sencilla y cuyo desarrollo es más rápido y barato, al obtenerse las moléculas por fermentación en biorreactores, señalan los investigadores.