Un equipo de investigadores de la Universidad de California en San Diego (Estados Unidos) ha desarrollado un sistema que permite monitorizar la actividad eléctrica del estómago de forma no invasiva, como si fuese un electrocardiograma para el tracto gastrointestinal, con el objetivo de realizar diagnósticos más exactos de los problemas estomacales.
El dispositivo, que puede funcionar durante 24 horas, es portátil y se utiliza fuera de un entorno clínico, lo que reduce los costes. Concretamente, consiste en una caja portátil impresa en 3D conectada a 10 pequeños electrodos portátiles.
El invento se probó en 11 niños y un adulto y descubrieron que los datos recopilados con el sistema portátil eran comparables a los recogidos en la clínica con los métodos más modernos, que son invasivos (incluido un catéter insertado en la nariz del paciente). Con ello, también comprobaron que la actividad eléctrica del estómago cambia no solo cuando se ingieren alimentos, si no también durante el sueño.
La monitorización cotidiana del estómago permite realizar diagnósticos más exactos, rápidos y personalizados
Asimismo, una monitorización de más larga duración en la vida cotidiana permitirá percibir síntomas anormales, con lo que se podrán realizar diagnósticos más exactos, rápidos y personalizados, según los investigadores, que han destacado los beneficios de esta tecnología en el manejo de los problemas gastrointestinales de pacientes con diabetes y párkinson.
El mayor desafío de los expertos fue diseñar algoritmos capaces de reconocer y aumentar las señales eléctricas, puesto que son 10 veces más débiles que las del corazón.
El sistema se combina con una aplicación (app) de teléfono inteligente que permite a los pacientes registrar sus comidas, el tiempo de reporso, así como otras actividades. El objetivo a largo plazo es diseñar una app que permita ver los datos recopilados por el dispositivo a tiempo real.
El proyecto es una colaboración entre especialistas de la Universidad de California-San Diego, médicos del Hospital Infantil Rady y neurocientíficos de la Universidad de Berkeley (California, Estados Unidos). Los resultados se publicaron en la revista Nature, Scientific Reports.