Los episodios de la popular serie Black Mirror dejan de ser una distopía para convertirse en una realidad. Un ejemplo es la utilización de chips bajo la piel para acceder a datos personales sin prescripción médica, una tendencia en la que Suecia es pionera con la implantación de tarjetas NFC (Near Field Communication).
El caso sueco no es un hecho aislado, estos dispositivos ya están llegando España. “Ya hemos visto en consulta pacientes con chips subcutáneos de datos que hemos tenido que retirar”, explica José Luis del Pozo, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc).
"Ya hemos visto en consulta pacientes con chips subcutáneos de datos que hemos tenido que retirar".
Este especialista advierte que cualquier aparato biomédico conlleva una serie de riesgos como el desarrollo de infecciones incluso cuando el procedimiento se realiza en un entorno hospitalario. “El riesgo de infecciones aumenta cuando estos dispositivos –los chips subcutáneos- se colocan por personal no cualificado”, señala.
Asimismo, Del Pozo argumenta que las consecuencias de la implantación de chips subcutáneos fuera del ámbito sanitario va desde infecciones banales están focalizadas hasta cuadros más severos cuando se produce la diseminación a órganos y al torrente sanguíneo que pueden ser mortales.
QUÉ HACER SI SE PRODUCE UNA INFECCIÓN
“En estos casos lo que hacemos es retirar inmediatamente el dispositivo, reparar los tejidos dañados y, a veces, es necesario prescribir un tratamiento antibiótico”, detalla Del Pozo. Además, este especialista comenta que “la colonización de las bacterias conlleva a que estos aparatos dejen de funcionar”.
Entonces, ¿compensa la utilización de chips subcutáneos de datos por razones ajenas a la salud? “Desde el punto de vista médico no compensa colocarse estos dispositivos por los riesgos que conlleva”, responde.
Además, Del Pozo pone de manifiesto el coste para el Sistema Nacional de Salud (SNS) que tiene el uso de chips sin prescripción médica. “No podemos olvidar el coste económico de estas prácticas porque una infección severa tiene un coste sanitario que repercute en el resto de la población”, concluye.