Otras veces, la tecnología de los wearables supone una inmensa mejora en la calidad de vida de muchos pacientes, especialmente los crónicos, a los que se les evita tener que ir constantemente a consulta para medir lo que fácilmente es medible a través de una pulsera, un reloj o un cinturón.
Algunos usuarios del Apple Watch se han quejado de que las lecturas de su pulso son imprecisas durante ciertos ejercicios
Pero para las empresas tecnológicas, fabricar una pulsera que mida de forma precisa y constante las actividades diarias, el ritmo cardíaco, los pasos dados… no es algo sencillo. Hay múltiples factores que son exclusivos en cada persona, en cada usuario, como el vello corporal, el tipo de movimiento realizado (por ejemplo en los brazos, ya que la pulsera se encuentra allí), o los distintos niveles de conductividad de la piel. Todo ello puede afectar a las mediciones.Desde que salió a la venta el famoso Apple Watch en 2014, el mesías de los wearables y que tanto prometía en salud, especialmente gracias a su posterior conexión con Apple ResearchKit (la plataforma de código abierto para desarrolladores de aplicaciones médicas a través de los datos recogidos), algunos usuarios se han quejado de que las lecturas de su pulso son imprecisas durante ciertos ejercicios.
Apple no lo oculta, en su página web informa de que las actividades que incluyen lo que llama “movimientos irregulares” (tenis, boxeo…) no generan resultados tan precisos como las actividades “rítmicas” (correr o montar en bici). Además, el seguimiento continuo del dispositivo solo es real mientras el cliente utiliza la aplicación “Workout”, ya que, si no, tan solo medirá el ritmo cardíaco cada 10 minutos siempre que el usuario no esté en movimiento.
Otro de los casos sonados ha sido Fitbit, a quien han puesto una demanda por publicidad engañosa y por garantizar la rigurosa precisión de sus sensores de frecuencia cardíaca. Se ha demostrado que no es así, según varios estudios llevados a cabo por atletas que probaron sus dispositivos mientras los comparaban con otros, de los cuales algunos hacían las mediciones en el torso. Como resultado, se concluyó que las lecturas de las tasas de frecuencia cardíaca podían llegar a ser entre un 20% y un 50% menos en los dispositivos de Fitbit que en los que ofrecían otros dispositivos.
Uno de los últimos ejemplos que se ha quedado tan solo en las expectativas generadas, ha sido el de los creadores de Quanttus, una start-up que ha empleado varios años y ha gastado millones de dólares para desarrollar una pulsera capaz de medir la presión sanguínea. Lanzó su producto hace apenas una semana, una app para iPhones que pretendía rastrear las mediciones de la tensión, Q Heart, y ya ha demostrado no ser tan efectiva.
La aplicación es gratuita y, a través de un tensiómetro, el usuario registrará sus datos de presión arterial para vigilar los cambios que se produzcan a lo largo del tiempo, y su ritmo cardíaco (que no mide la propia aplicación). Luego, indicará qué actividad realizaba durante los últimos 30 minutos (ya sea hacer ejercicio o estar comiendo o bebiendo alcohol, por ejemplo), lo que está realizando en ese mismo momento, y cómo se encuentra.
No es lo que prometía en el pasado, antes de su resultado final. La compañía aspiraba a servir como “centro médico”, a monitorizar ambas variables (ritmo cardíaco y tensión) a través de un balistocardiograma (BCG) para medir cada mínimo detalle del bombeo de sangre del corazón. Para ello, pretendían aplicar un sensor óptico en el interior de la correa para analizar la piel y la modificación de sus vasos sanguíneos a cada latido, y rastrear cada movimiento corporal a través de un acelerómetro. Se realizaron diversos estudios en el Hospital General de Massachusetts y en el Hospital Brighman y de Mujeres en Boston.
Nadie sabe aún qué ha ocurrido con la famosa pulsera, en la que se ha invertido más de 22 millones de dólares, mientras la empresa insiste en asegurar que está trabajando en algo más grande que la app, pero no detalla en qué punto se encuentra del proceso.
LAS MEDICIONES EN LA MUÑECA NO SON LA MEJOR OPCIÓN
Es la zona más cómoda para el usuario, para ponerse una pulsera y olvidarse de ella, pero la muñeca no es el lugar más preciso para realizar las mediciones. Hay que tener en cuenta algunos factores como el vello corporal, el sudor, la exposición a los factores externos o el movimiento sobre la muñeca, que puede afectar a las mismas. Las bandas pectorales pueden ser más eficaces, pero una de las localizaciones que ha demostrado tener más éxito es el oído.
Los creadores de Valencell, una empresa estadounidense, lo saben bien. Han desarrollado una tecnología que promete hacer un seguimiento preciso de constantes vitales como el pulso, la temperatura y la respiración a través de unos auriculares, iguales que con los que se escucha música. Funcionan mediante fotopletismografía (PPG), que ilumina la piel a través de una luz y, midiendo cómo se refleja ésta en los vasos sanguíneos, analiza los cambios en el flujo sanguíneo.
Asimismo, la precisión es mayor gracias a los sensores ópticos, siempre que estén correctamente aplicados sobre la piel, y además son más cómodos que las bandas pectorales. Estos sensores dependerán si tienen una, dos o tres LEDs en sus análisis. Si tan solo tienen uno, se han demostrado imprecisiones en sus mediciones durante los periodos de actividad física. Pero el mayor número no implica la mayor calidad, puesto que el de tres LEDs, a pesar de ser más preciso, requería de bandas pectorales. El de dos, sin embargo, resulta más adecuado para entrenamientos continuos.
Todas estas cuestiones vienen a demostrar que, aunque la era de los wearables ha llegado para permanecer implantada durante largo tiempo, aún se plantean muchos problemas a resolver y cuestiones a mejorar. Las malas mediciones pueden resultar cuestiones triviales para ciertas utilidades, como la del fitness y el ejercicio físico. Sin embargo, cuando se trata de enfermedades a monitorizar, o personas en riesgo de padecer problemas, la precisión resulta una necesidad vital.
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