El autismo, o Trastorno del Espectro Autista (TEA), es un padecimiento neurobiológico del desarrollo que tiene mayor prevalencia en niños y que se caracteriza por expresar un persistente déficit de comunicación e interacción social y comportamientos repetitivos. A pesar de que muchos expertos coinciden en que las terapias tempranas pueden resultar muy efectivas, lo cierto es que muchos afectados tardan en recibir los tratamientos correspondientes.
Desde este punto de vista, algunos investigadores están poniendo el foco en desarrollar sistemas de tratamiento basados en el comportamiento del niño y de la relación de éstos con distintas personas desde el propio hogar familiar. Es el caso del proyecto piloto que han elaborado investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford (California, Estados Unidos).
La aplicación usa los principios de análisis de comportamiento empleados en situaciones cotidianas; así, ha sido entrenada con cientos de miles de rostros que muestran las ocho expresiones faciales centrales
Se trata de una aplicación, del mismo estilo que las que tiene descargada un teléfono inteligente, que usada en sintonía con unas Google Glass, pueden ayudar a estos niños con autismo a comprender mejor las emociones transmitidas por las expresiones faciales de las personas con las que se relacionan.
OCHO EMOCIONES Y TRES FORMAS
La terapia, cuyos primeros resultados han sido publicados recientemente en la revista científica Nature, utiliza una app diseñada por los investigadores de Stanford. Ésta proporciona información en tiempo real a un niño que usa Google Glass sobre las expresiones faciales de otras personas y el significado de las mismas. El dispositivo se compone de las gafas, un cámara que registra el campo de visión del usuario, una pequeña pantalla y un altavoz. Con estos elementos, cuando el niño interactúa con una persona, éste puede identificar las emociones.
Para ello, la aplicación usa los principios de análisis de comportamiento que se emplean en situaciones cotidianas y que han sido llevados al proceso de tratamiento. Así, esta herramienta ha sido entrenada con cientos de miles de fotos de caras que muestran las ocho expresiones faciales centrales: felicidad, tristeza, enfado, disgusto, sorpresa, miedo, neutralidad y desprecio.
Han diseñado tres formas para que los niños utilicen este programa de reconocimiento facial: 'juego libre', 'adivina mi emoción' y 'captura la sonrisa'
Un niño que no presenta este tipo de trastorno, normalmente reconoce las emociones de las personas que le rodean con facilidad. No ocurre igual en los niños con autismo, quienes "no lo reciben igual sin un tratamiento enfocado", según detalla Dennis Wall, principal autor del estudio y profesor asociado de pediatría y datos biomédicos en la Universidad de Stanford.
Así, diseñaron tres formas para que los niños utilicen este programa de reconocimiento facial: "juego libre", donde los niños usan las gafas mientras interactúan con sus familias y el equipo le proporciona una señal de vídeo o voz cada vez que reconoce una emoción en la cara de la persona que ve; en "adivina mi emoción", una persona trata de expresar con la cara una de las ocho emociones registradas y el niño trata de identificarla; y "captura la sonrisa", donde son los niños quienes dan pistas a otra persona sobre la emoción que quieren provocar, hasta que esa persona la actúa.
BUENA ACOGIDA
En el estudio participaron 14 familias que probaron la configuración de estas gafas en sus hogares durante un promedio de 10 semanas. Cada familia tenía un hijo de entre 3 y 17 años con un diagnóstico de autismo confirmado clínicamente y usaron la terapia durante al menos tres sesiones de 20 minutos por semana. Además, tanto al comienzo como al final del estudio, los padres de los niños respondieron a cuestionarios sobre las habilidades sociales de sus hijos y sobre el funcionamiento o no de la terapia.
Doce de las catorce familias afirmaron que sus hijos tuvieron más contacto visual con el resto de personas tras recibir el tratamiento; hasta seis de ellos lograron reducir la severidad en la clasificación del TEA
Tras ello, todas las familias apuntaron que el sistema resultaba atractivo, útil y divertido y que los niños mostraban disposición a usarlo. Además, 12 de las 14 familias afirmaron que sus hijos tuvieron más contacto visual con el resto de personas tras recibir el tratamiento, identificando en las caras de las personas pistas sobre sus sentimientos. Por otra parte, ninguno de los niños empeoraron sus síntomas de autismo. Al contrario, hasta seis de ellos lograron reducir la severidad en la clasificación del TEA: cuatro pasaron de grave a moderado, uno de moderado a leve y otro de leve a normal.
A pesar de que los resultados "deben interpretarse con precaución", Wall considera que los hallazgos "son prometedores". Aún así, su equipo está trabajando ya en otro ensayo más amplio. Del mismo modo, planean probar esta terapia con niños que acaban de ser diagnosticados con autismo y que se encuentran en lista de espera para recibir un tratamiento.