“En la Antártida, la telemedicina es la joya de la corona, nos conecta en tiempo real con España”

Saludigital entrevista vía telefónica a Francisco Peñato Luengo, médico de la Campaña Antártica 2017 en la base española Gabriel de Castilla.

Base temporal española Gabriel de Castilla, en isla Decepción.
Base temporal española Gabriel de Castilla, en isla Decepción.
21 enero 2017 | 00:00 h
A más de 1.000 kilómetros al sur del continente americano, vista desde el aire, la isla Decepción (traducción errónea del término inglés deception, engaño) parece una media luna a la deriva, extraviada. Como caída del cielo a una tierra de mar azul frío: el archipiélago de las Shetland, en mitad del Estrecho de Bransfield. Muy próxima a la Antártida, Decepción es uno de los tres volcanes activos que posee el continente blanco. Allí, sobre la isla, a orillas de su pequeña bahía creada encima del cráter, se encuentra la base temporal (cada año se monta y desmonta, de diciembre a marzo) Gabriel de Castilla, donde militares y científicos españoles (“en torno a una treintena”) desarrollan proyectos de investigación: “Vienen sismólogos; expertos en pingüinos, porque aquí llegan más 500.000 en verano; geólogos, estudiosos de todo tipo… Y luego estamos nosotros, los militares, que les prestamos apoyo y cobertura durante sus actividades”.

Al otro lado del teléfono y del mundo, tan lejos que sorprende su voz cercana, cálida, quien habla es el teniente Francisco Peñato Luengo, médico de la Campaña Antártica 2017. Saludigital ha podido conversar con él para conocer cómo es su día a día (tareas, responsabilidades, peligros): el trabajo de un profesional sanitario en los confines del planeta.


¿De qué tecnología sanitaria se dispone en la base?

Contamos con material de atención primaria. Disponemos, por ejemplo, de respiradores, desfibrilador, un cuarto de cuarentena por si hace falta aislar a un paciente… También, imagínate que hubiese que extraer una muela, por ponerte un ejemplo, disponemos de instrumental odontológico básico. Y luego, claro está, usamos la telemedicina, la joya de la corona.

¿Telemedicina? ¿En qué consiste?

“La telemedicina nos conecta con el Hospital Gómez Ulla, donde consultamos en tiempo real a un especialista del área que se necesite”
Se trata de un cajón que incorpora cámaras y sensores para monitorizar a una persona. La telemedicina dispone de electrocardiograma con el que medir las constantes vitales; también cámara dermatológica, microscopio... Todo conectado. Tiene forma de caja y en cuanto lo abrimos, en apenas uno o dos minutos, establece comunicación con el Hospital Central de la Defensa Gómez Ulla, en Madrid. Así tenemos la opción de recurrir en tiempo real a los conocimientos de un especialista en el área que necesitamos. Nos guía en situaciones de emergencia, cuando debe ser realizada una actuación compleja o muy específica.

¿Qué tipo de intervenciones pueden realizarse en la Gabriel de Castilla?

Cirugías menores. Operaciones más difíciles podrían llevarse a cabo, pero siempre debido a una emergencia, cuando por condiciones meteorológicas no resulta posible evacuar al enfermo en helicóptero hasta la base chilena en la isla Rey Jorge, donde tomaría un avión hospitalizado hasta el continente para allí, ya con todos los medios requeridos, ser intervenido.


¿Quién puede autorizar una evacuación?

El jefe de la campaña. Él toma esa decisión. Mi papel como responsable médico de la base es, aparte de tratar y curar a los que enferman, asesorarle. Yo ofrezco mi valoración y, llegado el caso, recomiendo una evacuación, pero debe aprobarla él.

¿Cuenta con un equipo de apoyo?

Dos sanitarios de emergencia, que me ayudan. Son militares que han cursado formación sanitaria específica dentro del ejército y suman años de experiencia.

¿Cuáles son las principales complicaciones médicas y para la salud a las que ha de enfrentarse?

“Una evacuación la autoriza siempre el jefe de la campaña”
No existe un tipo de dolencia o enfermedad que se produzca de manera específicamente aquí, en la Antártida. Como médico, mi mayor preocupación diaria es que los miembros de la expedición puedan sufran traumatismos, debido a alguna caída aparatosa; o quemaduras, porque a veces utilizan material inflamable. La bahía, al encontrarse encima del cráter de un volcán, presenta una fauna y flora muy ricas, por lo que los científicos hacen muchísimas inmersiones. Buceando en unas aguas tan frías, debemos tener especial cuidado de que no se den hipotermias.

¿Cómo es un día cualquiera de trabajo en la base?

Quizá sea por mi función, pero soy el único sin una rutina clara; es decir, si se produce una urgencia médica, por alguna sobrecarga muscular o esguince o cualquier tipo de dolencia, doy asistencia sanitaria. Pero siempre que esto no sucede, ayudo al resto de compañeros con sus tareas cotidianas: carga y descarga de las zódiacs en la playa, apoyo a las expediciones científicas…


¿Qué ocurre en el que caso de que quien enferme sea el médico?

(Se ríe) Esperemos que no ocurra… Pero, de todos modos, existen protocolos. Los dos compañeros que me asisten como sanitarios se encargarían de tratarme. Y no tengo duda de que lo harían muy bien.

¿Qué preparación se recibe antes de la misión?

Pasamos un reconocimiento médico completo: análisis de sangre, orina, radiografías… Después, en Argentina, durante semanas nos preparan a través de un curso de capacitación antártica, y otro de montaña y navegación. En fin, que se trabajan y anticipan todas las eventualidades que podemos encontrarnos al llegar a la Antártida. Además, para no dejar de lado el apartado psicológico, suelo organizar charlas y encuentros de bienvenida con el fin de crear entre todos el mejor ambiente posible; algo que no entraña mayor problema, ya que la convivencia siempre resulta fantástica. Es lo que llaman el ‘sentimiento antártico': ayudarnos unos a otros cuando estamos tan lejos de casa.
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