Las bombas de sangre utilizadas actualmente ayudan a salvar el tiempo de espera hasta que el enfermo recibe un trasplante o su propio corazón se recupera, pero tienen muchas desventajas. Por ejemplo, que sus partes mecánicas son susceptibles a complicaciones mientras que el paciente carece de un pulso fisiológico. “Por lo tanto, nuestro objetivo es desarrollar un corazón artificial aproximadamente del mismo tamaño que el del propio paciente y que imita el órgano humano en forma y función”, señala Cohrs.
"Nuestro objetivo no era presentar un corazón listo para la implantación, sino pensar una nueva dirección para el desarrollo de corazones artificiales"
Que el proyecto funcione bien, para el investigador es una “necesidad real”. Aproximadamente unos 26 millones de personas en todo el mundo padecen insuficiencia cardiaca y existen una escasez de donantes. Justamente, el estudiante ha creado un corazón de tacto suave, hecho de silicona y utilizando una técnica de impresión en 3D. Pesa 390 gramos y tiene un volumen de 679 centímetros cubo. “Es un monobloque de silicona con estructura interna compleja”, explica. Del mismo modo, cuenta con un ventrículo derecho y uno izquierdo, igual que un corazón humano real, aunque no están separados por un tabique sino por una cámara adicional. La cámara es introducida por aire presurizado y se requiere para bombear fluido de las cámaras de sangre, reemplazando así la contracción muscular del corazón humano.
UNA NUEVA DIRECCIÓN
Por otra parte, Anastasios Petrou, estudiante de doctorado del Grupo de Desarrollo de Productos de ETH, dirigido por el profesor Mirko Meboldt ha evaluado el rendimiento del invento. Los resultados de los experimentos acaban de ser publicados en la revista Artificial Organs, demostrando que el artificial funciona y se mueve fundamentalmente de manera muy similar al corazón real.
Sin embargo, todavía presenta un problema importante. Actualmente solo es capaz de durar unos 3.000 latidos, lo que en una vida se corresponde de media a tres cuartos de hora. Transcurrido ese tiempo, el material ya no puede soportar la deformación, una deficiencia que para los jóvenes investigadores no es para nada insalvable, tal y como concluye Cohrs. “Esto fue simplemente una prueba de factibilidad. Nuestro objetivo no era presentar un corazón listo para la implantación, sino pensar una nueva dirección para el desarrollo de corazones artificiales. Por su puesto, la resistencia a la tracción del material y el rendimiento tendrían que ser mejorados significativamente”.