La muerte súbita es la parada cardíaca que se produce inesperadamente y de forma repentina en personas que aparentemente gozan de un buen estado de salud. En España, actualmente cada año se producen cerca de 30.000 muertes súbitas y la posibilidad de sobrevivir cuando se produce en la calle es "baja", entre un 5 y un 10 %.
Un equipo internacional coordinado por la investigadora del I3A Julia Ramírez, ha desarrollado un estudio, publicado en el publicado en el 'Journal of the American Heart Association', en el que muestra un nuevo algoritmo que mejora la identificación del riesgo de muerte súbita cardiaca.
En concreto, el trabajo asocia específicamente las variaciones en uno de los índices que se miden en el electrocardiograma (ECG) con la muerte súbita cardiaca. Esto ha sido posible gracias al desarrollo de un nuevo algoritmo creado específicamente para identificar el riesgo de muerte súbita, ya que hasta ahora los algoritmos que existían no la distinguían bien de otras causas de fallecimiento.
Además, este algoritmo es "sencillo" de medir, solo necesita un ECG en reposo, mientras que otros algoritmos específicos de muerte súbita requieren pruebas concretas y, por lo tanto, "no son tan fáciles" de usar en la práctica clínica.
El trabajo de investigación se centra en la forma de una de las ondas del ECG, denominada Onda-T y, por primera vez, se han evaluado los cambios de esa forma en un paciente en reposo con respecto a un electrocardiograma de una persona sana.
Este índice del ECG detecta las variaciones morfológicas de la Onda T y tiene mayor valor predictivo de la muerte súbita que otros, pero, además, es de más fácil aplicación clínica y por tanto más fácil de que se pueda acabar usando en la práctica clínica que otras pruebas.
"Los algoritmos desarrollados hasta ahora eran demasiado complejos. Por ejemplo, había que hacer la adquisición de ECG en un momento en el que la persona tuviera cambios en ritmo cardiaco, además de utilizar distintas configuraciones de medida del ECG. Era demasiado complejo como para aplicarse a gran escala en la población", ha dicho Ramírez.
Se han evaluado a 60.000 personas sin riesgo aparente, con edades entre los 45 y los 70 años
Para realizar el trabajo se han utilizado los datos del Biobanco del Reino Unido, que incluye información genética y de salud de más de medio millón de participantes, del que han evaluado a 60.000 personas sin riesgo aparente, con edades entre los 45 y los 70 años.
Además, de un segundo grupo, a partir del estudio 'ARTEMIS', con 2.000 personas finlandesas con enfermedad coronaria, con una edad media de 65 años, analizados de forma ciega sin conocer a priori los datos de esos pacientes que pudieran haber tenido una muerte súbita. En ambos grupos de población, el índice propuesto estaba específicamente asociado con riesgo de sufrir muerte súbita cardiaca.
"Estos hallazgos indican un fuerte potencial, ya que su algoritmo podría también integrarse fácilmente en relojes inteligentes y dispositivos móviles y detectar esas variaciones en la Onda T del ECG. Es importante el impacto de estos resultados, porque permite un método de diagnóstico simple y económico para estratificar el riesgo temprano de las personas con riesgo de muerte súbita cardiaca. Ahora estamos buscando activamente cohortes adicionales de pacientes y diferentes ascendencias para validarlos", ha añadido la investigadora del I3A.
Para continuar con esta línea de investigación, cuenta con un contrato Ramón y Cajal. Entre las cuestiones sobre las que quiere seguir profundizando es en esa parte de la enfermedad subclínica que no se ha diagnosticado, porque se sabe que la muerte súbita ocurre de repente, sin síntomas diagnosticados.
"Este índice mide esas condiciones de base que igual no son normales pero que todavía no se han manifestado, no hay ningún signo que te haya hecho ir al hospital para que te hagan una prueba específica. Además, trabajará para ver cómo de sensible es este índice a los diferentes subtipos de causas de muerte súbita, si puede detectar más fácilmente una causa genética o en otro tipo de problemas cardiacos", ha zanjado la investigadora.