Celina Tamagnini y Luis Ribó fundaron Circoolar con un mismo objetivo: la búsqueda de soluciones y propuestas que faciliten a las empresas el desarrollo de políticas más sostenibles.
Y eso ha conseguido Circoolar, una start-up española que diseña y comercializa ropa laboral ecológica y reciclable al final de su vida útil.
Para ello, utilizan materia prima y tejidos reciclados, regenerados u orgánicos, eco-diseña las prendas para garantizar su futura reciclabilidad en la industria textil y garantiza el cero residuo gracias a su servicio de recogida de las prendas al final de su vida útil.
En este sentido, tal y como indica, Luis Ribó, "cada uno de nuestros uniformes evita que los residuos procedentes de 18 botellas de plástico acaben en el océano o en el vertedero”. “No sólo son sostenibles, sino también éticos, ya que los confeccionan mujeres vulnerables que aprenden nuevas habilidades, y están diseñados para que no generen residuos", asegura.
Y es que, Circoolar se fundó para dar respuesta a tres preguntas que se alinean con los principios de la economía circular: de qué está hecha la ropa laboral, quién la ha producido y cuántos residuos genera.
Todas las prendas las fabrican a partir de materiales reciclados y se diseñan pensando en su uso posterior tras finalizar su primera vida útil
Es por ello que todas las prendas que ofrecen en esta startup se fabrican a partir de materiales reciclados, regenerados u orgánicos, y se diseñan pensando en que puedan tratarse para un uso posterior cuando acaben su primera vida útil. Es decir, sin mezclar materiales.
“Para cerrar el círculo y evitar la generación de residuos, también recogemos las prendas que se han quedado inservibles y les damos una segunda vida. En ocasiones, no sirven para confeccionar ropa, pero sí como relleno de cojines o para fabricar fieltro que empleamos en otro tipo de productos”, explica, por su parte, Tamagnini.
También son especialmente cuidadosos en la elección del lugar donde se realiza la confección. “Detrás de cada botón, cremallera y costura hay unas manos que las fabrican, y queremos que las condiciones laborales sean dignas. Por eso, cuando el volumen lo permite, trabajamos con mujeres en riesgo de exclusión social; y cuando no, recurrimos a talleres profesionales de proximidad”, detalla la cofundadora.
“Más de 134.000 botellas PET residuo evitado o que el 85,7% de nuestra producción se haya desarrollado en talleres locales de inserción social y empoderamiento femenino son dos de los muchos indicadores que muestran nuestro impacto y de los que estamos más que orgullosos”, aseguran sus cofundadores.