La familia detrás de la compañía Purdue Pharma pasó de ser un referente mundial de filantropía a convertirse en los principales propulsores de la crisis de opiáceos que lleva años azotando a Estados Unidos.
Los Sackler erigieron gran parte de su fortuna gracias al OxyContin, un opiáceo que se comercializó con publicidad engañosa. De hecho, con sus engaños, lograron que el gobierno de Estados Unidos aprobara el medicamento a pesar de su enorme potencial adictivo y que hasta los profesionales médicos lo recetaran.
Las cifras hablan por sí solas: el OxyContin ha sido el detonante de una adicción que se ha cobrado la vida de 500.000 personas. Pero más a allá de las muertes, los Sackler vieron negocio aquí y ocultaron informes negativos, potenciaron los buenos y pagaron a los médicos para que recomendaran el medicamento. Todo para potenciar OxyContin que, en pocos años, pasó a ser un fármaco que apenas se dispensaba a triplicar sus recetas.
Y es que, la campaña de publicidad fue tan grande, que desde que las autoridades aprobaron el medicamento en 1995 hasta 2001, las ventas superaron a las de la Viagra: 1.600 millones de dólares (1.374,4 millones de euros), alrededor del 80% de los ingresos de Purdue; y para el año 2010, la cifra de beneficios se duplicó hasta los 3.000 millones de dólares (2.576,8 millones de euros).
Purdue logró que el gobierno de Estados Unidos aprobara el medicamento OxyContin pese a su enorme potencial adictivo, y que los médicos lo recetaran
Pero, finalmente, los Sackler y Purdue no se libraron de estar en el ojo del huracán. La compañía se declaró en bancarrota en 2019 frente a una avalancha de litigios por opiáceos, y meses después, se declaró culpable de tres delitos graves derivados de la comercialización de analgésicos opiáceos recetados.
La compañía reconoció no haber mantenido un programa eficaz para prevenir que los medicamentos por prescripción fuesen desviados al mercado negro y aseguró que le proveyó información engañosa a la Administración de Control de Drogas del Departamento de Justicia de los Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) para estimular sus cuotas de manufactura. Además, Purdue admitió haber pagado a médicos a través de un programa de voceros para alentarles a escribir más prescripciones para OxyContin.
Lo cierto es que los Sackler van a pagar por haber convertido a millones de estadounidenses en adictos, pero, no hay duda de que se van a librar de pagar su responsabilidad: sus conexiones con el poder son demasiado fuertes como para que les dejen caer.
El OxyContin ha sido el detonante de una adicción que se ha cobrado la vida de 500.000 personas
De hecho y aunque ha perdido todo el prestigio, la familia Sackler seguirá siendo una de las más ricas de Estados Unidos, después de que a principios de este mes, un pacto judicial les absolviera en “mayor parte” de la responsabilidad por la crisis de opiáceos.
El juez Robert Drain, del tribunal de quiebras de White Plains, estado de Nueva York, dio su aprobación provisional al plan de 4.500 millones de dólares (3.864,7 millones de euros), aunque indicó que se debían realizar unos pequeños ajustes. La negociación pondría fin a miles de denuncias planteadas por estados, gobiernos locales, tribus, hospitales, afectados y activistas.
Como era de esperar, los términos del acuerdo hicieron saltar todas las alarmas y fueron duramente criticados por proteger a los Sackler de posibles acciones. La decisión puede ser apelada por autoridades federales y estatales, que en el juicio se opusieron por considerar que esa coraza es inconstitucional y porque la familia propietaria no contribuye lo suficiente para afrontar esta crisis sanitaria que arrastra el país.
Los opositores denunciaron que los dueños reciben una protección que por lo general se da a las compañías que salen de una quiebra, pero no necesariamente a propietarios como los Sackler, que no recurrieron a esa quiebra.