La lucha contra la pandemia provocada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 ha cumplido un año. Hace 12 meses la ciudad china de Wuhan informaba de un brote de neumonía desconocida que en poco tiempo acabó por extenderse por todo el mundo desatando la peor pandemia vivida en los últimos 100 años. Durante este tiempo la comunidad científica internacional se ha visto inmersa en una carrera contrarreloj para desarrollar una vacuna contra la Covid-19. Se han reducido al máximo posible los tiempos de trabajo y son ya varios los candidatos a vacuna que están finalizando las últimas fases de sus ensayos clínicos. En este escenario, la vacuna desarrollada por Pfizer y BionTech ya ha recibido autorización por parte de los reguladores británicos y la campaña de vacunación contra la Covid-19 ya se ha iniciado en Reino Unido.
Las vacunas más avanzadas han reportado tasas de eficacia muy superiores a las esperadas brindando una nueva esperanza de que el final de la pandemia esté un poco más cerca. Todos somos conscientes de que la vacuna solo es el primer paso y aún deberán pasar muchos meses hasta que los planes de vacunación se completen. Nos encontramos en un momento crucial ya que la aprobación y administración de las primeras dosis iniciales de estas vacunas permitirán obtener datos fundamentales de una forma ética sobre la eficacia y seguridad de las vacunas, contribuirán a mejorar la toma de decisiones de los organismos regulatorios y autoridades sanitarias y aumentarán la confianza de la sociedad en esta y otras vacunas.
Pero es necesario señalar que, tras un periodo de seguimiento relativamente corto de los ensayos clínicos de fase 3, incluso cuando la eficacia de la vacuna parece ser alta, se seguirá necesitando información fiable sobre la seguridad a largo plazo y la duración de la protección que la vacunaofrece. Otras lagunas informativas incluyen evaluaciones más completas de la seguridad a corto plazo, disminución de la protección inducida con el paso del tiempo o si es posible que una persona vacuna se infecte.
Estos son algunos de los motivos por los que los ensayos clínicos y estudios deben continuar. Muchas personas dudan o no terminan de comprender por qué estos siguen en marcha o se inician nuevas investigaciones una vez la vacuna ha sido aprobada y reporta un alto porcentaje de eficacia. Incluso, muchos expertos defienden la continuidad o inicio de ensayos clínicos con placebos a pesar de que una o varias vacunas ya estén autorizadas.
“Si bien aún es factible y ético, los estudios en curso y otros que están a punto de comenzar, deben continuar recopilando información de alta calidad utilizando comparaciones aleatorias directas con placebo para abordar la mayor cantidad posible de datos”
En este sentido The New England Journal of Medicine, recoge una carta firmada por un grupo de expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre los próximos pasos que se deben dar para la evaluación de la vacuna contra la Covid-19. “Si bien aún es factible y ético, los estudios en curso y otros que están a punto de comenzar, deben continuar recopilando información de alta calidad utilizando comparaciones aleatorias directas con placebo para abordar la mayor cantidad posible de datos”, expresa la misiva.
“Creemos que es éticamente apropiado continuar con el seguimiento ciego de los receptores de placebo en los ensayos existentes y asignar al azar nuevos participantes para la vacuna o el placebo”, explican señalando que las personas que participan en ensayos clínicos lo hacen de forma altruista y voluntaria y “probablemente comprenderán el valor de recopilar datos que aclararán aún más la seguridad y eficacia de las vacunas y uso apropiado”.
“La vacunación, inevitablemente, parecerá estar asociada temporalmente con algunos eventos adversos poco comunes. El uso de placebos podría identificar cualquier efecto secundario raro pero grave a corto plazo o mostrar que no se produjo ninguno”
“Los ensayos de fase 3, controlados con placebo, podrían proporcionar gran parte de la información necesaria si tienen un seguimiento prolongado de manera adecuada mientras las asignaciones aleatorias todavía están cegadas. Tal continuación produciría evidencia imparcial sobre la duración de la protección y sobre la seguridad a largo plazo. Si existen peligros, es necesario identificarlos y un seguimiento prolongado podría demostrar de manera más tranquilizadora una protección continua con pocas consecuencias adversas, reduciendo las dudas sobre la vacuna”.
Los expertos firmantes de la carta recuerdan que, en estos momentos, el escenario en el que nos encontramos es la primera etapa. Las dosis son limitadas y su aprobación ha sido bajo mecanismos de emergencia o por el visto bueno de organismos reguladores nacionales. Motivos por los que apuestan por continuar con ensayos de seguimiento ciego con placebo ya que podría reportar beneficios adicionales para la salud pública. Un esfuerzo que debería mantenerse hasta que la vacuna esté autorizada al completo y completamente implementada entre la población.
El grupo de expertos señalan que los voluntarios con los que se han probado las vacunas deberían bastar para proporcionar datos sobre posibles efectos adversos relativamente comunes, pero “existe el riesgo de que se pierdan o exageren eventos menos comunes, pero clínicamente importantes”. Así ha sucedido con dos trabajadores sanitarios vacunados en Reino Unido que han experimentado efectos adversos debido a su historial clínico previo de reacciones alérgicas.
“La vacunación, inevitablemente, parecerá estar asociada temporalmente con algunos eventos adversos poco comunes. El uso de placebos podría identificar cualquier efecto secundario raro pero grave a corto plazo o mostrar que no se produjo ninguno”.
“Los ensayos aleatorios controlados con placebo son la base de la toma de decisiones clínicas modernas y continúan siendo el mecanismo más eficaz a la hora de obtener resultados fiables. Si tienen éxito, los intentos centrados en determinar correlaciones de protección podrían acelerar la aceptación de las vacunas de segunda generación, pero, por sí solos, no pueden proporcionar una base adecuada para evaluar la seguridad y la eficacia. Los primeros resultados de los ensayos clínicos pueden ser prometedores, pero no pueden proporcionar datos fiables”, concluyen la carta defendiendo la continuidad de los estudios centrados en el uso de placebos.