En 2022 casi 20 millones de personas perdieron la vida a causa de una enfermedad cardiovascular. El estilo de vida, con hábitos no saludables como el sedentarismo o el tabaquismo, o factores como la contaminación están detrás de la que es considerada una de las grandes pandemias de la sociedad.
Desde distintas ramas sanitarias se ha trabajado durante años para dar respuesta a estas patologías y mejorar el pronóstico y calidad de vida de los pacientes. En este sentido, la prevención es una de las herramientas esenciales para enfrentar estas enfermedades, un instrumento que precisa de mayor afinamiento.
Así lo ha expresado un estudio publicado en ‘The Lancet Gloal Health’, que recoge que las actuales puntuaciones de riesgo cardiovascular difieren de la realidad de las distintas poblaciones con enfermedades cardiovasculares. Esto repercute directamente en la atención y el pronóstico de unas patologías que solo en la Unión Europea supusieron un coste en 2021 de 282.000 millones de euros, de los cuales unos 155.000 millones correspondieron a atención médica y de larga duración, 48.000 millones a pérdidas de productividad y 79.000 millones a costes de atención informal.
Las enfermedades cardiovasculares supusieron un coste de 282.000 millones de euros en 2021 en la UE
En los últimos años han sido mucho los estudios que han descrito nuevas escalas de riesgo de enfermedades cardiovasculares. La realidad es que se ha demostrado que “varios programas de prevención de enfermedades cardiovasculares, tanto poblacionales como individuales, que a menudo requieren evaluaciones del riesgo de enfermedades cardiovasculares, son rentables en distintos entornos”.
Sin embargo, no todas las escalas han conseguido resultados preventivos eficaces. Para unas correctas predicciones son muchos los factores que hay que mirar: el riesgo inicial, las características de la población, el coste de las intervenciones, la aplicación de estrategias de detección, los procedimientos de reembolsos y los presupuestos de atención sanitaria.
PREVENCIÓN COSTE-EFECTIVA
El abordaje de las patologías cardiovasculares ha supuesto históricamente un modelo para el resto de enfermedades en los últimos años, dado que han conseguido reducir en gran medidas la tasa de fallecimiento y mejorado el pronóstico de los pacientes, aunque todavía suponga la enfermedad con mayor mortalidad en el mundo.
El seguimiento de los cuidados, con rutas asistenciales para el paciente superviviente de un ataque cardiaco o cardiovascular, supone un paradigma de correcta atención de los supervivientes. Los avances en el abordaje y la educación han sido otras de las claves de la mejora asistencial que ha permitido reducir los casos y han reducido la letalidad.
En este contexto, la prevención también ha tenido un papel crucial, pero es importante contar con escalas correctas para una buena predicción, pues la relación coste-efectividad de la prevención de las enfermedades cardiovasculares depende de muchos factores, entre ellos el riesgo inicial, las características de la población, el coste de las intervenciones, la aplicación de estrategias de detección, los procedimientos de reembolso y los presupuestos de atención sanitaria.
“Los profesionales de la salud y los responsables de las políticas deben comparar y seleccionar las escalas de riesgo en función de las necesidades de prevención de enfermedades cardiovasculares"
Como recoge el documento de ‘The Lancet Global Health’, existen diversas escalas de riesgo nacionales, regionales y globales disponibles para la estimación del riesgo de enfermedad cardiovascular, pero difieren en la metodología de derivación, los predictores de riesgo incluidos, los puntos finales previstos y la derivación y las poblaciones objetivo.
Por ejemplo, Europa cuenta con el sistema SCORE, que ocho países ajustaron para adaptarlo a los factores de riesgo individuales de sus regiones. Posteriormente se desarrollaron SCORE2 y SCORE2-OP para estimar el riesgo total de enfermedad cardiovascular (es decir, mortal y no mortal), con recalibración explícita para cuatro regiones de riesgo europeas utilizando datos a nivel agregado sobre incidencias esperadas y distribuciones de factores de riesgo.
Como indican los autores, debe considerarse la creación de escalas para entornos localizados y poblaciones concretas, y, por tanto, deben de estar ajustados a los parámetros de dichas poblaciones. Por eso, señalan, cada cierto tiempo es preciso reajustar las escalas de riesgo para que reflejen el target objetivo. “Los profesionales de la salud y los responsables de las políticas deben comparar y seleccionar las escalas de riesgo en función de las necesidades de prevención de enfermedades cardiovasculares, así como de la viabilidad de su uso en su población local”, señalan los expertos, incidiendo en la necesidad de recalibrar las escalas, un proceso que consideran “ventajoso”.