Una Sanidad “preciosa, satisfactoria, importante, necesaria para la salud pública y que ha sido de referencia y ejemplo a nivel mundial, pero que ahora está muy deteriorada”. Así define la Sanidad penitenciaria el presidente de la Sociedad Española de Sanidad Penitenciaria (SESP), el Dr. Joaquín Antón Basanta.
La razón del deterioro, explica este médico penitenciario a ConSalud.es, no es otra que el incumplimiento de la Ley 16/2003, de 28 de mayo, de cohesión y calidad del Sistema Nacional de Salud, que establece las transferencias de la Sanidad penitenciaria a las Comunidades Autónomas. A día de hoy, las únicas comunidades que han cumplido son Navarra, País Vasco y Cataluña. En el resto, las competencias de esta Sanidad siguen dependiendo del Ministerio del Interior.
La tónica general de la sanidad en las cárceles españolas es de colapso inminente. “Cada vez estamos más viejos y se van jubilando profesionales. Dentro de nada, no habrá facultativos que puedan dar una asistencia de mínima calidad, porque de buena ya no es, desgraciadamente”, lamenta el experto.
La falta de profesionales ha desembocado en que los médicos penitenciarios no pueden hacer mucho más que atender las Urgencias: “Se ha perdido la Atención Primaria, el seguimiento de patologías crónicas, la prevención… Los médicos ven Urgencias y lo demás lo hacen los enfermeros, asumiendo competencias que no son suyas”.
"Estamos abandonados. Llevamos avisando muchos años que si no se cumplía la ley, esto iba a pasar, pero nadie hace nada para que esto se solucione porque ni nosotros ni los presos hacemos ganar elecciones"
Y la situación irá a peor, pues además de que faltan profesionales, “no hay relevo generacional” y los médicos jóvenes no quieren entrar en las cárceles. Para el Dr. Antón, no es sorpresa, pues además de ser un campo de trabajo desconocido, las condiciones laborales no pueden competir con las del Sistema Nacional de Salud.
“No estamos en igualdad de condiciones con el SNS. Aquí se gana menos dinero y se trabaja en unas condiciones penosas. En la calle o en otros países, ganan más dinero que en la cárcel, tiene lógica que no quieran entrar”, insiste este médico penitenciario.
LA SANIDAD “QUE NO DA VOTOS”
“Estamos abandonados. Llevamos avisando muchos años que si no se cumplía la ley, esto iba a pasar, pero nadie hace nada para que esto se solucione porque ni nosotros ni los presos hacemos ganar elecciones, por eso no somos interesantes”, lamenta el presidente de la SESP.
El desconocimiento – o ignorancia – de las administraciones ha llevado a la Sanidad penitenciaria a la situación en la que se encuentra ahora. Y es una lástima, porque es una Sanidad que hizo una “labor extraordinaria para el control del SIDA” y que lo está haciendo ahora para la eliminación de la hepatitis C, para el control de la tuberculosis, para la salud mental… “Somos muy importantes para la salud pública, pero somos tan pocos y atendemos a una población tan marginal y rodeada de tabú y estigmas, que los políticos no se mueven”.
"A mí no me importan sus delitos, son seres humanos a los que tengo que dar mi experiencia y conocimientos, tanto para su salud individual, como para la salud colectiva"
La transferencia de competencias y la dotación de recursos humanos y económicos son la piedra angular para volver a situar la Sanidad penitenciaria a la vanguardia mundial. Visibilizarla, es otro de los pasos a seguir, por eso el Dr. Antón anima a los médicos jóvenes a descubrir el potencial de la Sanidad en las cárceles.
“Es una Sanidad tremendamente agradecida en la que el contacto con el paciente es muy cercano. Atendemos de manera multidisciplinar a personas que necesitan ayuda en muchos sentidos: somos psiquiatras, traumatólogos, endocrinólogos, de infecciosas… Y hay una relación con el paciente única y muy cercana. Es muy satisfactorio ayudar a los reclusos y respetan mucho nuestra labor. A mí no me importan sus delitos, son seres humanos a los que tengo que dar mi experiencia y conocimientos, tanto para su salud individual, como para la salud colectiva”, comenta el médico penitenciario. A fin de cuentas, sacar a una persona de las drogas o reinsertarla en la sociedad, repercute no solo en su persona, sino también en la sociedad en general.
Sobre la peligrosidad en las cárceles, el Dr. Antón asegura nunca haber tenido ningún problema y, de hecho, defiende que están mucho más protegidos que en cualquier centro de salud, donde las agresiones están a la orden del día.
“Las prisiones deberían ser una oportunidad de mejora para las personas. Yo he sido y soy muy feliz aquí, pero es una lástima que no tengamos recursos”, concluye el Dr. Antón.