Neurología es, a día de hoy, la especialidad que tiene las listas de espera más largas. Según el último informe del Ministerio de Sanidad, que contiene datos del primer semestre del año (hasta el pasado 30 de junio), el tiempo promedio de espera para acudir a una de sus consultas es de 125 días, seguida de Dermatología (118 días) y Oftalmología (98). La situación, advierte a ConSalud.es el doctor Jesús Porta Etessam, presidente de la Sociedad Española de Neurología (SEN), es alarmante, más aún cuando la vienen observando desde hace una década y ya existen recursos de gestión y tecnología que ayudan al manejo y seguimiento de los pacientes.
“Con un aumento muy discreto, podemos mejorar muchísimo”, asegura Porta Etessam, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Clínico San Carlos y presidente de una Sociedad que, insiste, ya lleva años el problema identificado, e incluso ha publicado este año un informe en el que analizan la “prevalencia real” de las enfermedades neurológicas en las comunidades autónomas y las necesidades de asistencia que tiene cada una de ellas.
“Lo primero es identificar el problema, algo que ya hicimos hace tiempo. Después, analizarlo. Y, una vez analizado, buscar soluciones. Ya las hemos encontrado, y son soluciones racionales, no la carta a los Reyes Magos”, afirma el neurólogo. Estas soluciones “racionales”, explica Porta Etessam, pasan por reestructurar la asistencia por parte de las administraciones sanitarias, para que, por un lado, se creen unidades de Neurología en zonas de España que todavía no disponen de ellas; y por otro, se refuercen con más profesionales las ya existentes.
"Estamos en el siglo de la Neurología, en el que estamos viviendo una absoluta revolución en el apartado diagnóstico y terapéutico"
No es de extrañar, pues, que las listas de espera se concentren en las grandes ciudades. “La creación de las unidades no ha sido homogénea en todo el territorio nacional. Las personas que viven en ciudades como Madrid o Barcelona tienen acceso a grandes unidades para tratar enfermedades como el párkinson avanzado o el alzheimer, mientras que otras no tienen la posibilidad de recibir unos tratamientos que podrían mejorar mucho su calidad de vida”, confirma Porta Etessam, quien, si bien reconoce que la reestructuración de la sanidad no es fácil por la cantidad de especialidades, también señala que la Neurología siempre va “un pasito por detrás” que las demás. En parte, precisamente, por su complejidad, y por lo difícil que es distinguir la gravedad de los síntomas que tienen los pacientes.
“Y eso que estamos en el siglo XXI, el siglo de la Neurología, en el que estamos viviendo una absoluta revolución en el apartado diagnóstico y terapéutico. No se ha visto en la historia de la Medicina nada parecido, nunca imaginamos que seríamos capaces de poner tratamiento a las enfermedades neurodegenerativas tan pronto”, destaca el presidente de la SEN.
UN PARADIGMA RADICALMENTE DISTINTO
Y es que el panorama, subraya, ha cambiado enormemente en los últimos años, otra de las razones que ha influido en el engrosamiento de las listas de espera (tanto, que el gasto sanitario global por enfermedad neurológica, incluyendo también la discapacidad, es ya mayor que el de las enfermedades oncológicas, cardiológicas y de diabetes juntas). Primero, la población cada vez está más envejecida y desarrolla más síntomas neuronales (inestabilidad, temblor, alteraciones leves de memoria…); segundo, el modo de vida actual también es propicio a desarrollar afecciones como cefaleas o problemas de concentración.
“Vivimos una vida mucho más activa, estresante y con menos horas de sueño"
“Vivimos una vida mucho más activa, estresante y con menos horas de sueño por culpa de los móviles por la noche. Esto supone más riesgo de sufrir migrañas o incluso epilepsias, o que las migrañas se cronifiquen en situaciones de estrés”, explica Jesús Porta Etessam, quien indica que también ha aumentado el conocimiento sobre estas enfermedades neurológicas: “Antes, la gente no acudía tanto a los profesionales, y sus enfermedades neurológicas se trataban menos. Ahora, ante cualquier síntoma, tengan la edad que tengan, te van a consultar”.
Junto a todo ello, el experto destaca otro factor que muchas veces no se tiene en cuenta, pero que para él es “absolutamente fundamental”: en el tiempo en el que estamos, todas las personas son necesarias. “Antes, los abuelos se quedaban en casa y no pasaba nada; ahora, tienen una parte activa dentro de la sociedad. Son fundamentales para sostener a la familia, y eso significa que la necesidad de calidad de vida en la sociedad actual es mucho mayor de la que era hace treinta años. No solo son personas más mayores, sino que las personas mayores quieren estar bien”, explica Porta Etessam. “Tenemos una sociedad de altísimo rendimiento en todos los países del mundo, y que necesita que colaboremos todos con todos”, incide.
LAVADO DE CARA COMPLETO
Pero la única salida para estas personas con enfermedades neuronales avanzadas y que alejadas de las grandes ciudades, lamenta el especialista, es tener que desplazarse muchos kilómetros o directamente quedarse sin tratamiento ni fármacos específicos, el caso que suele ser más habitual. Por ejemplo, recuerda, mientras que los pacientes de la Comunidad de Madrid disponen de varios fármacos para la migraña, los de la Región de Murcia -comunidad autónoma en la que los pacientes que acuden al médico por migrañas han aumentado un 70% en la última década- solo tienen uno. “Hay provincias en las que no hay ni una sola unidad para los trastornos de movimiento, que es algo que cambia la vida de los pacientes”, añade.
Y no vale cubrir las carencias con parches. Hay que mejorar e incrementar la asistencia neurológica “de primera línea”, ya que el 80% de los casos, aunque cada vez se desarrollan más subespecialidades, se siguen quedando ahí. “La asistencia neurológica se tiene que reestructurar de manera armónica y vertebrada pensando no en el hoy, sino en lo que va a pasar dentro de diez años. Intentar solucionar una necesidad solo cuando se genera es como querer arreglar una gotera y solo pintar la pared. A los tres días la vuelves a tener otra vez”, sentencia.