Sólo unas semanas antes del estallido de la pandemia del COVID-19 Mario Mellado accedió a la dirección del Centro Nacional de Biotecnología (CNB), institución que forma parte del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). “Recuerdo perfectamente ese momento porque impactó mucho en mi vida”, confiesa a ConSalud.es. “Me estaba asomando a la dirección del centro con ideas de cambiar cosas y de repente nos vimos sorprendidos por una pandemia mundial”.
El nuevo virus revolucionó todos los ámbitos de la sociedad sin excepción. Para la ciencia supuso todo un desafío a la par que una oportunidad difícil de comparar con cualquier otro evento acontecido. “El centro tenía obligación de estar en primera línea porque hay grupos con amplia trayectoria en dos campos importantes: uno es la investigación sobre coronavirus y el otro es un grupo de investigación de vacunas contra distintos virus. Tener en un mismo instituto estos dos grupos les situaba en un lugar destacado”, añadió Mellado.
“El CNB dispone de animales vivos que no podíamos abandonar durante el confinamiento”
La pandemia y el confinamiento obligó a transformar la vida de un centro que tiene 700 trabajadores. “En nuestro centro hay muchas líneas de investigación, algunas están relacionadas con virus y otras no. Además disponemos de animales vivos que no podíamos abandonar durante el confinamiento”. Mellado relata que tuvieron que establecer grupos de personas que no podían coexistir en el centro. “Estuvo abierto durante toda la pandemia, como no podía ser de otra manera, y teníamos que garantizar que todos los investigadores con líneas vinculadas al SARS-CoV-2 tuvieran acceso”.
El CNB-CSIC se implicó con un grado de colaboración sin precedentes en atender la emergencia que el recién aparecido miembro de la familia de los coronavirus planteaba a nivel mundial. De forma récord, el instituto de investigación en conjunto aunó sus diversos campos de conocimiento en un objetivo común: comprender al nuevo virus para aportar soluciones biotecnológicas a la población que mermaran los negativos efectos del mismo.
Se tuvieron que diseñar protocolos nunca antes efectuados para la limpieza y ventilación del centro, rutas de entrada y salida o la distribución de productos. “Teníamos el riesgo de que si una persona del equipo se contagiaba, el resto se tenía que ir a casa, lo que nos obligó a organizarnos en grupos pequeños para que en el mismo laboratorio no hubiera más de cuatro personas para limitar el número de contactos”. Además se estableció un equipo de rastreadores para que cuando se detectara un caso positivo se localizara a todos los contactos de esa persona.
“La organización de un centro de estas características es tremendamente compleja en una situación como la que se vivió”
“Debíamos mantener los equipos del centro funcionando y velar por los animales vivos, que también nos podían servir para las pruebas de vacunas”, afirma Mellado, que recuerda que desde el punto de vista técnico, la organización de un centro de estas características es tremendamente compleja en una situación como la que se vivió. Pero las medidas diseñadas funcionaron ya que reconoce que durante toda la pandemia no se produjo ningún contacto dentro del CNB.
Cuando en los meses de septiembre y octubre de 2019 comenzaron a escucharse casos del coronavirus en el sudeste asiático el grupo especializado del CNB empezó a trabajar en este coronavirus. “Al principio no se sabía nada, después apareció la secuencia y se pudieron empezar los trabajos de laboratorio”, explica Mellado, que señala que paralelamente el grupo que trabaja en vacunas puso en marcha su prototipo vacunal basado en esta información.
“Ser un centro multidisciplinar nos permitió evaluar los aspectos del virus desde muchos puntos diferentes”
“Desde el centro lo que hicimos es aprovechar toda nuestra experiencia para montar un proyecto en torno al coronavirus”, afirma. A su vez, explica que el CNB es un centro multidisciplinar en el que hay gente que trabaja con animales, plantas, proteínas, virus o con bacterias. “No ser fuertes en ningún campo en concreto nos dio en la pandemia una ventaja: nos permitió evaluar los aspectos del virus desde muchos puntos diferentes”, destaca.
“A nivel de investigación, España es un país destacado, no por sus inversiones en Ciencia, sino por su calidad”, argumenta Mellado, que defiende que España tiene muy buenos científicos que desarrollan proyectos que están competitivamente en un nivel superior al de otros países con menor presupuesto. “La profesión del biotecnólogo tiene mucho recorrido no solo en un centro como éste sino también en muchas empresas privadas en la actualidad que se dedican a la transformación de materias o de alimentos. En España la formación en este ámbito es muy buena”, afirma el director de CNB.
NUEVO LIBRO DE DIVULGACIÓN DEL CSIC
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) acaba de editar el libro “El reto del SARS-CoV-2. Un relato sobre el esfuerzo colectivo del Centro Nacional de Biotecnología en la investigación acerca del nuevo coronavirus”. Este libro se presenta como un diario de bitácora en el cual, afirma Mellado, “contamos cómo nos enteramos de la noticia, cómo nos organizamos desde un punto de vista funcional en el centro, qué cosas eran importantes o cómo funcionó el centro durante la pandemia. La idea es que el lector de este libro pueda entender cómo se afronta un proyecto de investigación: la idea, cómo se desarrolla, qué problemas aparecen, cómo se resuelven si es que tienen solución así como cuáles tuvieron éxito y cuáles se quedaron por el camino”. El libro relata la vida diaria de un centro de investigación y demuestra cómo la colaboración entre unos equipos y otros hacen que todo funcione mejor.
En el libro se narran de una forma comprensible para el público no especializado los numerosos proyectos nacidos a raíz de la pandemia. Entre los proyectos exitosos destacan el kit de diagnóstico del virus basado en anticuerpos que, dado su buen funcionamiento, fue automáticamente licenciado a una compañía española que lo produce para su uso en clínica. “Además, esta licencia se ha donado a la Organización Mundial de la salud (OMS) de forma gratuita para usarse en los países en vías de desarrollo y actualmente se está produciendo en una empresa de Sudáfrica para su uso en el continente africano”, señala Mellado. “La OMS nos dijo que dentro del proyecto COVID-19 fue la primera donación mundial recibida lo que nos hace sentir muy orgullosos”, reconoce.
“Debemos aprovechar el 'expertise' que tenemos para estar preparados para una potencial pandemia posterior”
Otros proyectos estrella del centro son los relacionados con las vacunas. “El primero es una vacuna basada en el virus que genera la viruela que funcionó en los ensayos preclínicos animales pero que se paró, dado que cuando se iba a empezar a probar en humanos el 90% de la población ya estaba vacunada. Al demostrarse el buen grado de protección de este prototipo vacunal también se cedió de manera gratuita a la Organización Mundial de la Salud”, explica Mellado. El segundo prototipo vacunal realizado y que ha demostrado un comportamiento excepcional es el basado en replicones no infectivos.
“Durante la pandemia generamos una plataforma para evaluar antivirales, lo que consiste en hacer unos ensayos de laboratorio a los cuales podamos añadir compuestos conocidos o no conocidos para ver si tienen algún efecto antiviral”, explica Mellado. Esta plataforma sigue existiendo en el centro y actualmente está evaluando otros virus emergentes ya que “la idea es no desaprovechar el expertise que tenemos para estar preparados para una potencial pandemia posterior”, concluye.