Con motivo del Día Mundial de Concienciación sobre la Leucemia Mieloblástica Aguda (LMA), la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH) ha querido lanzar un mensaje de esperanza para los pacientes que sufren esta enfermedad, resaltando las investigaciones de los hematólogos en España sobre nuevas moléculas para su tratamiento que se encuentran en desarrollo.
La LMA se trata de una enfermedad cancerosa de la sangre que se caracteriza por una producción incontrolada de mielocitos, un tipo de glóbulo blanco que se encuentra en el interior de la médula ósea. Su incidencia se estima en 3,5 casos por cada 100.000 habitantes al año, es España supera los 1.600 casos. Se trata de la leucemia aguda más frecuente en adultos, con un 50% de los pacientes afectados mayores de 65 años.
La investigación de la LMA ha avanzado mucho en los últimos años, estudiando principalmente las formas que puede adaptar esta enfermedad dependiendo de la tipología de cada paciente
El objetivo principal de los tratamientos frente a la LMA es controlar las células leucémicas anormales y conseguir de nuevo el equilibrio entre las células sanguíneas sanas. Los expertos explican que los síntomas varían mucho, dependiendo de los factores de cada paciente. Por ello se utilizan diferentes terapias, quimioterapia intensiva, trasplante hematopoyético, terapias dirigidas, inmunoterapia y terapia de mantenimiento. Aunque algunos pacientes no responden a ninguna de ellas y según la SEHH participar en un ensayo clínico es su mejor opción.
La investigación de la LMA ha avanzado mucho en los últimos años, estudiando principalmente las formas que puede adaptar esta enfermedad dependiendo de la tipología de cada paciente. Dificultad para respirar, hematomas, fiebre, debilidad e infección son los signos y síntomas más comunes, todavía no se entiende por qué ciertas anomalías genéticas hacen que una célula sanguínea se convierta en una célula leucémica, pero apuntan que ciertos factores sí que aumentan la posibilidad de desarrollar LMA. Tales como el envejecimiento, el sexo (es más común en hombres que en mujeres), la exposición a dosis altas de radiación o productos químicos, como benceno y algunos detergentes; quimioterapia o radioterapia previas para tratar otros cánceres; tabaco; y nacer con un trastorno genético.