Hace 40 años, el doctor José María Caralps trasplantaba, por primera vez con éxito en España, un corazón humano. Sin embargo, su paciente, Juan Alarcón Torres, no pasó de los 9 meses de vida debido a problemas de rechazo con el corazón trasplantado, un problema que acompañó a estas intervenciones -y aún a día de hoy lo sigue haciendo- durante mucho tiempo. Sin embargo, la situación ha mejorado mucho desde entonces, y en la actualidad, según la Sociedad Española de Cardiología, la supervivencia es del 80% al año y del 70% a los cinco años. “Además, la mayor parte de los trasplantados tiene una excelente calidad de vida”, afirma la SEC.
De esta evolución ha sido testigo directo el doctor Antonino José Ginel Iglesias, director del Servicio de Cirugía Cardíaca del Hospital de Sant Pau donde José María Caralps “prendió la mecha” en 1984. Ginel Iglesias, que atiende a ConSalud.es al otro lado del teléfono, llegó al centro en el año 2001: “Hay dos mensajes. Uno, que todos y cada uno de los aspectos que rodean al trasplante han cambiado mucho desde entonces. Otro, que si ellos no hubieran empezado no estaríamos aquí. Abrieron el camino y nos dijeron cómo tendríamos que seguir”.
"Si ellos no hubieran empezado no estaríamos aquí. Abrieron el camino y nos dijeron cómo tendríamos que seguir”
Y es que cuatro décadas no son moco de pavo, más si cabe en un órgano tan vital como es el corazón. No obstante, subraya Ginel Iglesias, el cambio más importante ha llegado precisamente con el rechazo, gracias a los avances que se han producido en materia de medicamentos inmunodepresores en los últimos años: “Tenemos más, son mucho más eficaces y producen menos efectos secundarios”. Así, insiste el cirujano cardiólogo, a día de hoy ya pueden buscar la “combinación perfecta” de fármacos para el paciente, lo que les permite un control mucho más exhaustivo que el que se hacía antes.
“Por muy parecidas que seamos genéticamente algunas personas, siempre hay pequeñas diferencias que el sistema inmunológico detecta. De entrada, recibe la señal de que hay algo extraño ahí dentro, y lo intenta eliminar. Gracias a los fármacos, controlamos la respuesta inmune para que el sistema inmunológico no detecte el corazón nuevo como si fuese algo extraño”, explica Ginel Iglesias, quien coincidió tres años con Caralps en el servicio de Cirugía Cardíaca del Sant Pau. Y sigue, corroborando las cifras de la Sociedad Española de Cardiología: “La cantidad de personas que sobreviven no ha dejado de aumentar progresivamente”.
“Por muy parecidas que seamos genéticamente algunas personas, siempre hay pequeñas diferencias que el sistema inmunológica detecta"
Más allá de esta evolución para controlar el rechazo del corazón trasplantado, el ex presidente de la Societat Catalana de Cirugía Torácica entre 2011 y 2014 también destaca, precisamente, cómo han conseguido reducir el número de personas a los que han evitado pasar por quirófano. “Somos capaces de controlar su enfermedad del corazón primaria, sin necesidad de que se le trasplante otro. Además, hay pacientes de mayor edad, con otras enfermedades alrededor que no son propiamente del corazón, que hacen que la operación sea de más riesgo”, apunta el doctor.
CAMBIOS EN EL PACIENTE Y EN EL DONANTE
En estos cuarenta años, claro está, también ha cambiado el perfil del paciente. Antes no aceptaban trasplantes a una persona que ya hubiese sido operada del corazón anteriormente, pero ahora sí. Y son muchos los casos: “Operar por segunda vez a una persona con cardiopatías congénitas ya es una cosa normal, pero no deja de ser algo muy difícil. Es una anatomía totalmente diferente”. Así, muchos pacientes son operados de niños, y al llegar a la edad adulta tienen que volver a pasar por quirófano para corregir fallos de su corazón
Pero, además del paciente, también ha cambiado el perfil del donante. “En la primera época solían ser personas jóvenes que habían muerto a causa de un traumatismo, casi todos por accidente de tráfico”, señala Ginel Iglesias. De hecho, el donante del citado Juan Alarcón Torres fue un joven de solo 21 años que había sufrido muerte cerebral en el Hospital de Bellvitge en 1984: “Afortunadamente, la mortalidad del accidente de tráfico ha bajado tanto que ya son muy pocos los pacientes traumáticos que acaban siendo donantes”.
"La mortalidad del accidente de tráfico ha bajado tanto que ya son muy pocos los pacientes traumáticos que acaban siendo donantes”
Ahora, en cambio, el perfil del donante es el de una persona “en la mitad de su vida” que ha sufrido algún tipo de accidente cerebrovascular. “Un corazón de 50 o 60 años ya empezamos a mirarlo mucho antes de decir que es un buen donante. Tenemos que estar muy seguros para aceptarlo”, matiza el también vocal de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Cirugía Torácica y Cardiovascular desde el año 2013.
Lo que no ha cambiado es el procedimiento de la intervención -“consiste básicamente en desconectar el corazón del recetor de todas las arterias y venas que mandan sangre y volver a conectarlas con el corazón del donante. Básicamente es igual”-, ni tampoco la importancia de trabajar en equipo, algo que se comenzó a instaurar en la década de los ochenta por pioneros como José María Caralps. “Las cabezas visibles son el cirujano o el cardiólogo, que son quienes más conocen al paciente. Pero también hay inmunólogos, expertos en infecciones, anatomopatólogos, montones de enfermeras súperespecializadas, técnicos… todos son imprescindibles”, destaca Ginel Iglesias.