El ébola es una enfermedad grave, a menudo mortal en el ser humano. El virus se transmite a través de animales salvajes y se propaga en las comunidades mediante la transmisión de persona a persona. Los datos de la OMS revelan que se trata de una enfermedad que tiene una tasa de letalidad del 50%, con un abanico que oscila entre el 25 y el 90% en función de la virulencia de los distintos brotes de los que se dispone de información hasta la fecha.
La posibilidad de que personas infectadas por el virus Ébola en África diseminen globalmente la enfermedad a nivel mundial es cada vez “más probable”, según ha advertido el profesor Rafael Delgado, investigador en el Instituto de Investigación Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid (i+12) y profesor del Departamento de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, durante la conferencia ‘Virus Ébola: una emergencia en África con potencial impacto global’, organizada por la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (RAC) y la Sociedad Española de Virología (SEV).
Los brotes más recientes de contagios de Ébola registrados en Uganda entre septiembre de 2022 y enero de 2023 fueron producidos por la variedad Sudán del virus, para la cual no existe ni vacuna ni tratamiento y cuya tasa de mortalidad asciende al 40%. Además, el pasado mes de febrero en la zona continental de Guinea Ecuatorial se detectaron casos de enfermedad por virus Marburg, un filovirus muy relacionado con el Ébola que provocó la muerte de nueve personas. En este sentido, el profesor Delgado ha explicado que la sensación que existe sobre el aumento del número de brotes de Ébola se debe tanto a la mejoría de las infraestructuras diagnósticas en África como, también, a los cambios demográficos, sociológicos y urbanísticos que se están produciendo y que favorecen la interacción de la sociedad con la fauna salvaje y las movilizaciones por todo el continente.
No obstante, este virus se transmite por contacto directo con sangre y fluidos de personas infectadas, y no por vía respiratoria como el SARS-CoV-2,por lo que sería “difícil” que se produjese una extensión pandémica similar al coronavirus, aunque sí cadenas de transmisión en áreas densamente pobladas donde las medidas de detección rápida, aislamiento y rastreo de contactos no están bien establecidas.
“La posibilidad de que personas infectadas en África, sobre todo en zonas densamente pobladas y ciudades con conexiones internacionales, diseminen globalmente el problema es cada vez más probable"
“La posibilidad de que personas infectadas en África, sobre todo en zonas densamente pobladas y ciudades con conexiones internacionales, diseminen globalmente el problema es cada vez más probable. La internacionalización de las infecciones emergentes es un hecho y necesita de medidas de vigilancia específicas a nivel local y global”, ha asegurado durante la ponencia, la cual ha sido coordinada por el profesor Esteban Domingo, investigador del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa y vicepresidente de la Real Academia de Ciencias.
Y es que, prosigue el profesor Delgado, a pesar de que se han realizado mejoras significativas en la capacidad diagnóstica en el continente africano y se han puesto en marcha unidades especializadas en la enfermedad, todavía queda una “gran labor por hacer” en los sistemas de sanidad y de salud pública en los países en vías de desarrollo donde el Ébola es uno más de todos los “graves” problemas sanitarios a los que se enfrentan.
LAS DIFICULTADES PARA ERRADICAR EL ÉBOLA
En este sentido, el experto ha avisado de que las dos vacunas contra el Ébola aprobadas por la Agencia Americana del Medicamento (FDA, por sus siglas en inglés) y la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) sólo son eficaces para la variedad Zaire del virus, pero no para otras como, por ejemplo, la que originó el brote en Uganda. Precisamente sobre este asunto se ha referido también el profesor Domingo quien ha advertido de que esta protección parcial de las vacunas no favorece una respuesta “rápida” ante un brote de una enfermedad cuyo principal mecanismo de transmisión es el contacto con enfermos. “Otra dificultad es el carácter impredecible de la aparición de los brotes de contagios”, ha enfatizado..
“La epidemia de virus Ébola que tuvo lugar en África Occidental en 2014-2016 y la reciente pandemia de COVID-19 han sido una demostración de cómo agentes que infectan en la naturaleza en zonas remotas a especies tales como murciélagos con potencial para producir enfermedades graves en humanos, se pueden diseminar globalmente de una forma extraordinariamente rápida con consecuencias devastadoras. Todo esto necesita de un abordaje especial que sólo puede realizarse en un contexto de estrecha cooperación internacional, así como fomentar la investigación en todos los aspectos relacionados con las infecciones emergentes para disponer de herramientas preventivas y terapéuticas eficaces”, ha zanjado el profesor Delgado.