Según datos del Consejo General de Colegios Oficiales de Podólogos de España (CGCOP), el grueso de su profesión, pese a haber aumentado en número de colegiados un 204% en tan solo veinte años -de 3.362 en 2003 a 10.247 en 2023-, sigue ejerciendo mayoritariamente en el sector privado. Apenas un 2% de los podólogos actuales, aproximadamente, trabajan en la sanidad pública, y es por ello, al contrario que la mayoría de titulaciones relacionadas con el ámbito sanitario-médicos, enfermeros, psicólogos, farmacéuticos, biólogos, químicos y físicos- , no disponen de un sistema de especialización vía residencia en el Sistema Nacional de Salud (SNS) al terminar la carrera, al que se denomina Formación Sanitaria Especializada (FSE).
“El podólogo tiene muchas competencias profesionales para las que necesita un entrenamiento específico al acabar el grado: cirugía, podología deportiva, pie diabético… y eso hace que, si la especialización no está lo suficientemente reglada, cada uno tome el camino que quiera o pueda”, señala a ConSalud.es José Luis Lázaro Martínez, director de la Clínica Universitaria de Podología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Por todo ello, a falta de una regulación homogénea a nivel estatal, en esta clínica ofertan, desde principios de siglo, plazas de lo que denominan podólogo interno residente (PIR) -no confundir con los psicólogos internos residentes de la citada Formación Sanitaria Especializada- para todos aquellos recién egresados de la carrera que opten por esta formación de posgrado.
“El podólogo tiene muchas competencias profesionales para las que necesita un entrenamiento específico al acabar el grado, y en España eso no está reglado"
En concreto, explica Lázaro Martínez, los aspirantes a una de estas plazas tienen que haberse graduado, como máximo, cinco años antes, mientras que la residencia dura entre dos o tres, “dependiendo de su especialización”. Es, a fin de cuentas, una formación que sigue el mismo modelo de la Formación Sanitaria Especializada, con actividad clínica y asistencial desde el primer día y rotaciones de seis meses por los distintos servicios de la clínica: cirugía y quiropodología, pie diabético y patología y ortopedia. “Se les forma en protocolos, en técnicas específicas, en toma de decisiones compartida… y ya en el tercer año dejamos a los que interesados en seguir en el servicio en el que se quieran especializar”, apunta el experto.
Tal es su inmersión que, como los residentes de Formación Sanitaria Especializada, los de podología funcionan con el mismo calendario asistencial que el resto de profesionales, y que no está sujeto a las libranzas académicas, como si ocurre con los alumnos en prácticas de la carrera con los que muchas veces comparten espacio en la clínica (pero que, por cuestiones legales, todavía no están capacitados para realizar ciertas intervenciones ni para participar en la toma de decisiones sobre los pacientes). “En nuestra clínica hay pacientes, con o sin alumnos. En las de otras universidades, solo hay pacientes cuando hay alumnos”, subraya.
“En nuestra clínica hay pacientes, con o sin alumnos. En las de otras universidades, solo hay pacientes cuando hay alumnos”
Pero es que, además de ofrecer esta formación en la que participan en la asistencia del día a día, a la Clínica Universitaria de Podología acuden personas “con patologías más específicas o graves”, lo que hace que sea mucho más enriquecedora. Y no está reservado únicamente a graduados de la Complutense, sino que los residentes proceden de todos los rincones de España, “desde Alicante hasta Ferrol”. “Puede venir cualquier graduado en Podología de cualquier universidad, siempre y cuando no hayan pasado más de cinco años, porque lo que nos interesa es tener gente joven que siga en periodo de formación. No tiene mucho sentido que venga una persona que ha terminado la carrera hace treinta años”, afirma el podólogo.
Para seleccionar a sus residentes, lo que más tienen en cuenta en la Clínica de Podología de la Universidad Complutense de Madrid es su expediente académico durante la carrera, y en menor medida sus méritos individuales, que, lógicamente, no suelen ser muchos: “Si han participado en algún congreso, si tienen publicaciones científicas, si han hecho algún tipo de formación permanente adicional… y un porcentaje muy pequeñito si han sido alumnos de la Complutense”. “Luego les hacemos una entrevista personal, donde hablamos con ellos y ya hacemos una selección de candidatos de acuerdo a las expectativas de cada uno y a la visión que tienen del modelo de residencias. Es una evaluación curricular, no un examen como en el MIR”.
UNA DEMANDA QUE ASPIRA A MÁS
La oferta actual de la clínica suele ser de entre seis u ocho plazas, que se han mantenido constantes con el paso del tiempo pese al citado aumento de podólogos colegiados. Y es que, asegura Lázaro Martínez, la demanda tampoco ha variado mucho desde su primera promoción (“nunca ha habido un año en el que hayamos sentido una explosión muy grande”), y no suelen recibir más de 20 o 25 solicitudes en cada promoción: “Tener dos o tres candidatos por plaza es lo mínimo, aunque los estudios dicen que lo óptimo es tener al menos diez”, indica el director de la clínica. “Lo comento a veces con compañeros de otrasuniversidades: la impresión que tienen es de que es muy complicado entrar, y a veces son ellos mismos los que se autolimitan. Pero yo siempre les digo lo mismo, tú echa la solicitud y ya se verá”, añade.
"Todos los podólogos que hay contratados en las unidades de pie diabético de los hospitales públicos han sido residentes nuestros"
Es, a fin de cuentas, un modelo de formación en podología único en nuestro país, pero que para José Luis Lázaro se debería establecer de manera obligatoria. “En otros países hay servicios que exigen un posgrado con estancia en el centro, pero el problema que tenemos en España es que no existe una red pública, y las clínicas universitarias que hay son muy heterogéneas. Realmente aquí somos unos privilegiados, tenemos prácticamente un hospital del pie, mientras que otras clínicas disponen de lo básico para ofrecer prácticas”, insiste.
“A los chicos que termina luego se los rifan, porque no hay muchos que tengan en su currículum que han hecho dos o tres años de residencia. Es más, todos los podólogos que hay contratados en las unidades de pie diabético de los hospitales públicos han sido residentes nuestros, porque esa especialización es mucho más difícil encontrarla, y gran parte de los profesores de podología de otras universidades también. Es todo un orgullo”, sentencia.