Oporto se convierte hasta el viernes en el punto de encuentro de epidemiólogos debido a la celebración de la XLI Reunión Anual de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) y el XVIII Congreso de la Asociación Portuguesa de Epidemiología (APE) que reúne a más de 800 expertos. La mesa inaugural se ha centrado en el papel crucial de la epidemiología en la búsqueda de un camino hacia un planeta más saludable y resiliente, en mundo cambiante, bajo el desafío del cambio climático y la degradación ambiental.
El calentamiento global, la urbanización acelerada, las desigualdades, así como los fenómenos sociopolíticos y de salud pública imprevistos son algunas de las amenazas que, en estos momentos, ponen en riesgo la salud de la población. Lejos de ser inocuas, tienen importantes consecuencias como una mayor mortalidad relacionada con el calor, el deterioro de la salud mental o los efectos nocivos de la pobreza urbana y la gentrificación.
El evento celebrado en oporto reúne a centenares de expertos bajo el lema “Epidemiología para construir el futuro”
Ante esta situación y de acuerdo con las personas expertas, la epidemiología de campo adquiere una gran relevancia al situarse en la primera línea de la respuesta a las alertas y las emergencias sanitarias. No obstante, para poder cumplir con dicha misión, la epidemiología de campo debe desplegar todo su potencial y aprovechar las oportunidades que le brindan la innovación, las nuevas tecnologías y la multidisciplinariedad. Es decir, debe adaptarse para poder hacer frente al futuro.
“El futuro de la epidemiología de campo requiere realizar una revisión crítica del presente, solucionar los problemas que tenemos pendientes y aplicar por un enfoque más integrador y colaborativo con otras disciplinas y actores”, apunta Pello Latasa, responsable de vigilancia en salud pública de la Dirección de Salud Pública y Adicciones del Gobierno Vasco. Latasa ha intervenido en la mesa inaugural junto a Ana Isabel Ribeiro, del Instituto de Saúde Pública da Universidade do Porto; Iván Martínez-Baz, investigador postdoctoral Miguel Servet en el Instituto de Salud Pública y Laboral de Navarra – IdiSNA, CIBER de Epidemiología y Salud Pública; e Isabel Aguilar Palacio, del Grupo de Investigación en Servicios Sanitarios de Aragón.La mesa ha estado moderada por João Forjaz, vicepresidenta de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) y Elisabete Ramos, presidenta saliente de la Asociación Portuguesa de Epidemiología.
EL FUTURO PASA POR ARREGLAR EL PRESENTE
Si bien el papel de los epidemiólogos y epidemiólogas se vio reforzado durante la pandemia por COVID-19, ganando visibilidad, su labor será todavía más importante en las próximas décadas. Será entonces cuando la humanidad se enfrente a retos como las sindemias, en las que convergen simultáneamente varios desafíos: movimientos masivos de personas, escasez de agua potable, desertificación, migraciones debido a desastres naturales, cambios en el ecosistema o mayor presencia de mosquitos que pueden transmitir enfermedades.
“La globalización y la digitalización han acercado a los países, haciéndolos más similares e interdependientes. Por lo tanto, los patrones de enfermedades y la distribución de los factores de riesgo también son más similares entre los países”, explica Ana Isabel Ribeiro, que recuerda que en los últimos años el planeta ha experimentado varios eventos conocidos como ‘cisnes negros’, es decir, eventos poco comunes, pero con profundos impactos sociales. “La imprevisibilidad de estos acontecimientos se reflejó en la falta de preparación a nivel mundial para afrontar estos problemas y sus consecuencias”, añade.
Los expertos consideran que la epidemiología debe ser adaptable, inclusiva y sostenible, siendo necesario mejorar la comunicación de riesgo y ahondar en los determinantes ambientales y sociales de la salud
Según las personas expertas, la epidemiología del futuro debe ahondar en los determinantes ambientales y sociales de la salud, mejorar la comunicación de riesgo, desarrollar la capacidad de colaborar y liderar proyectos con otros sectores, así como incorporar nuevos métodos estadísticos y diseños de estudios de investigación.
De acuerdo con Ana Isabel Ribeiro, la epidemiología ha de ser multiescalar, adaptable, inclusiva y sostenible. Multiescalar para poder centrarse en el nivel planetario, pero también local; adaptable para hacer frente a los cambios constantes; inclusiva para tener en cuenta las desigualdades existentes y que las decisiones que se tomen puedan beneficiar a toda la población, independientemente de su nivel socioeconómico, género, edad, grado de discapacidad o nacionalidad; y sostenible para enfatizar en el estudio de las interacciones entre el hombre, los animales y el medioambiente.
UNA DEMANDA CRECIENTE DE PROFESIONALES DE LA EPIDEMIOLOGÍA EN ESPAÑA
Pese a los numerosos retos que tiene por delante, Latasa considera que la epidemiología de campo puede ser una disciplina sumamente atractiva y gratificante para los jóvenes. Sin embargo, quienes trabajan en este ámbito se encuentran con salarios más bajos que otros profesionales de la salud, dificultades para acceder a la profesión porque su formación de acceso está poco reglada, y unas condiciones laborales y salariales que varían mucho entre las diferentes instituciones públicas.
Frente a la necesidad creciente de profesionales en España y Portugal, los epidemiólogos se encuentran con salarios más bajos que otros profesionales de la salud
Pese a que no hay datos oficiales sobre cuántas personas se dedican a la epidemiología en España, el número de profesionales dedicados a la vigilancia en salud es de 1,2 por cada 100.000 habitantes; aunque en pandemia este número creció hasta 3,8/100.000 habitantes. En este sentido, Pello Latasa asegura que “es probable que exista una demanda creciente de profesionales de la epidemiología en España debido al aumento de la complejidad de las amenazas y riesgos para la salud pública”. Para satisfacerla, aboga por aumentar el número de personas que se forman en epidemiología y por incrementar el número de puestos de trabajo en materia de epidemiología, tanto en el sector público como privado.
También cree que es importante “mejorar la formación del personal que ya está trabajando en este ámbito para que pueda mantenerse actualizado y hacer frente a los retos de salud pública del siglo XXI”, señalando aspectos como las nuevas tecnologías de información y análisis, la inteligencia artificial, el ‘big data’ o la comunicación de riesgo.
En este sentido, Ribeiro reconoce el gran esfuerzo que los epidemiólogos y las epidemiólogas y las instituciones que los acogen han hecho para comunicar conocimientos. Señala que la población confía en la ciencia y en los científicos, si bien todavía no se comprenden algunas idiosincrasias del trabajo científico, como la incertidumbre, la complejidad metodológica o el lenguaje excesivamente técnico. “Aún queda trabajo por hacer para que el papel de los científicos sea comprendido por la población general, aunque la cultura científica es muy superior a la de hace dos o tres décadas”, concluye.