Las condiciones en el sistema sanitario no son las mejores. En Enfermería, los contratos temporales de meses, están a la orden del día. La falta de horarios y estabilidad, fue lo que llevó a Sana Chaer a dejar las Urgencias después de siete años, para dedicarse a la Enfermería Penitenciaria.
Ahora, lleva cinco años en el Centro Penitenciario Puig de les Basses, en Figueres, y asegura a ConSalud.es que el cambio fue “para bien”. En un principio, reconoce que fue una aventura adentrarse en un sector nuevo, diferente al que conocía y repleto de tabúes, pero encontró calidad de vida, estabilidad y mejores salarios.
Y es que pese a que está arraigada en el imaginario colectivo la idea de que las cárceles son lugares de “castigo”, la realidad es que son centros de reinserción. El objetivo último de los centros penitenciarios es que el recluso vuelva a formar parte de la sociedad y no vuelva a delinquir.
“¿Pero cómo puedes curar o ayudar a gente que ha hecho cosas tan malas?”, es una de las preguntas que acostumbra a recibir Sana, que admite que hay mucho estigma alrededor de la Enfermería penitenciaria. “La gente no entiende por qué quieres ayudarles o cómo puedes hacerlo. Yo lo que les digo es que esa gente tiene que reinsertarse y no les pregunto por su historial delictivo. Prefiero no saber por qué están ahí”, explica la enfermera.
"Los reclusos saben que la atención que les vamos a dar va a ser la misma sea lo que sea que hayan hecho"
El único caso en el que ‘rompe’ esta norma y consulta por qué cumplen condena, es cuando ve comportamientos “sospechosos”, principalmente de carácter sexual. “Si quieren que les mire alguna zona genital o noto que se insinúan o se acercan demasiado… Ahí es cuando miro su historial por si está relacionado con sus delitos”. En el caso de que así sea, solicita el cambio de módulo para que sean atendidos por otra persona, preferiblemente un compañero hombre.
Al resto de reclusos les atiende “como a un paciente más”, sin pensar en su pasado. Para ello hay que tener la mente muy abierta, asegura Sana. Sin embargo, dejar los prejuicios atrás y centrarse en mejorar la salud de los presos, es lo que hace que la mayoría de reclusos vean a las enfermeras como una mano amiga.
“Saben que estamos para ayudarlos, que somos personas a la que pueden acudir cuando tienen algún problema o nos quieren preguntar algo y nos lo agradecen. Ellos saben que la atención que les vamos a dar va a ser la misma sea lo que sea que hayan hecho”. Al hilo, comenta entre risas que tanto ella como sus compañeras fuera de prisión, han atendido a pacientes que seguro que no eran personas ejemplares sin ningún delito a cuestas.
EL DÍA A DÍA EN LA CÁRCEL
En el centro penitenciario en el que trabaja Sana, al igual que en la mayoría, las enfermeras se distribuyen y atienden a los pacientes por módulos. En el día a día, se dedican a atender las posibles urgencias, incidencias o altercados que haya y, además, pasan consulta. En estas últimas, llaman a los pacientes “porque la mayoría de veces ellos no se acercan hasta que no conocen nuestra labor”. En esas consultas, principalmente promocionan la salud.
“Nunca he tenido miedo, de hecho estamos menos expuestos que otras compañeras, porque aquí hay muchos protocolos y siempre hay un funcionario de seguridad por si acaso”
“Les ofrecemos vacunas que no tengan inoculadas, si tienen obesidad les recomendamos programas para que pierdan peso…”. Además, en las guardias que hacen cada 10 días – en el caso de su centro – o por las tardes, atienden a pacientes con problemas de salud mental, que por las mañanas atenderían los equipos de Psiquiatría. Y es que, por el mero hecho de ingresar o estar encerrados, hay reclusos que sufren ansiedad o tienen ideaciones suicidas.
Sobre el “miedo” o el “peligro” de las cárceles, Sana asegura nunca haber sentido miedo ni haber sufrido ninguna agresión física, solo verbales. Unas agresiones que, por desgracia, que son el pan de cada día de muchos profesionales sanitarios fuera de las cárceles.
“Nunca he tenido miedo, de hecho estamos menos expuestos que otras compañeras, porque aquí hay muchos protocolos y siempre hay un funcionario de seguridad por si acaso”, insiste.
LA ENFERMERÍA EN LA SOMBRA
“Nadie te habla sobre la Enfermería penitenciaria”. Ni en la carrera ni fuera. La Sanidad penitenciaria es la Sanidad en la sombra, pero es una figura clave del sistema, asegura Sana Chaer.
En la cárcel, esta enfermera encontró mejores salarios (entre 500 y 700 euros más al mes) y, sobre todo, mejores horarios. Con todo, los profesionales reclaman más formación y más enfermeras. “Hay un montón de másteres y posgrados para trabajar en UCI, en Oncología, en Pediatría, de matronas… Pero de Sanidad penitenciaria no hay nada”, apunta esta enfermera, que asegura que hubiese querido formarse en esta materia.
Otra de las demandas de los profesionales, tanto dentro como fuera de las cárceles, es más recursos humanos. Aunque la carga de trabajo es menor que en Atención Primaria y Hospitalaria, en los centros penitenciarios también serían necesario contratar más enfermeras.