El personal docente investigador (PDI) en el ámbito de la enfermería en España afronta una serie de problemas estructurales que podrían poner en peligro la calidad formativa de futuros profesionales. Según los datos del nuevo estudio del Consejo General de Enfermería (CGE), “La situación de la profesión enfermera: Informe de Recursos Humanos 2023”, el 42% del PDI de las facultades de Enfermería tiene más de 50 años, una situación que será difícil paliar en los próximos años teniendo en cuenta los estrictos criterios de la ANECA para acreditar profesores universitarios.
En declaraciones a ConSalud.es, Roberto Guerrero, enfermero del Instituto Español de Investigación Enfermera del CGE, indica que “actualmente, en España contamos con 3.898 docentes en el área de enfermería, pero es importante señalar que no todos están dedicados a tiempo completo”. Si realizamos el ejercicio de convertir los contratos parciales a contratos de tiempo completo, solo se dispondría de 1.560 profesores. Además, “la mayoría de estos docentes ocupa la figura de profesor asociado, una modalidad de contrato que permite trabajar en la universidad mientras se mantiene la práctica clínica en el ámbito hospitalario”, explica Guerrero. Así detalla: “Contamos con 1.205 profesores asociados en la universidad y otros 1.573 asociados en ciencias de la salud que están en los hospitales”.
Esta modalidad de contrato tiene ventajas y desventajas. Por un lado, permite que los estudiantes de enfermería tengan contacto directo con profesionales en activo, lo que enriquece su formación práctica. Sin embargo, también refleja una falta de inversión en figuras a tiempo completo y pone en riesgo la estabilidad del profesorado en un momento en que el colectivo envejece rápidamente. “El grueso de nuestros docentes se sitúa entre los 40 y los 59 años”, afirma Guerrero, quien añade que “tenemos 1.379 profesores entre los 40 y 49 años, y otros 1.110 entre los 50 y 59 años, un grupo que, en los próximos diez años, en su mayoría se jubilará”.
“El ritmo de incorporación de docentes está siendo más lento que el ritmo que va a alcanzar la jubilación de los profesores”
Esta situación podría ser manejable si el ritmo de incorporación de nuevos docentes fuera el adecuado, pero no es el caso. “El grupo más grande que tenemos de profesores a tiempo completo es el de 50-59. Es mucho más grande que lo que esperábamos hace años atrás”, reconoce y añade: “Además el ritmo de incorporación está siendo lento por diversos factores que atañen a la universidad y a la concurrencia de plazas. Más lento que el ritmo que va a alcanzar la jubilación de los profesores”.
Además, debido a la especialización de la disciplina, la entrada de nuevos profesionales en el ámbito docente requiere no solo formación académica sino también “experiencia práctica”, lo que aumenta la complejidad de encontrar candidatos cualificados en la cantidad necesaria. La preocupación se acentúa debido a la exigencia de los requisitos necesarios para avanzar en la carrera docente. En el contexto de la enfermería, estos requisitos son difíciles de cumplir para aquellos que ejercen también en el ámbito asistencial, debido a la gran carga horaria y el esfuerzo que requiere la práctica clínica.
Respecto al sistema de acreditación, apunta Guerrero “es exigente porque así debe ser, pero la naturaleza es diferente”. Ya que explica que “en otras carreras comienza mucho antes la carrera docente, la investigación, la publicación, porque no tienen esa carga asistencial tan grande como la enfermería”. Esto provoca que “quienes quieren consolidarse como profesores titulares, en algún momento deben dejar la práctica asistencial para alcanzar el nivel de publicaciones y competencias necesarias, y esto suele suceder cuando ya rondan los 40 años”, agrega. “Eso significa que les quedarían veinte años de docencia en la universidad, pero tienen que alcanzar los objetivos de publicación y docencia para seguir progresando en el proceso”, reconoce.
“Hay miedo a que diversas materias que son enfermeras se lleguen a cubrir por docentes que no son enfermeros”
Los profesionales interesados en la docencia e investigación, según Guerrero, deben sacrificar parte de su práctica asistencial para cumplir con los criterios académicos necesarios, lo cual es difícil de compaginar. “La investigación y la docencia tienen que realizarla en su tiempo libre”, lo cual reconoce el experto, es difícil para profesionales con una gran carga asistencial. Guerrero sostiene que lo que realmente demanda el sistema es que las enfermeras que se quieran dedicar a la docencia y a la investigación, tengan un mayor apoyo por parte de las instituciones y de sus organizaciones para poder compaginar esa tarea investigadora con la asistencial para llevar a cabo estudios “relevantes y con impacto”.
La falta de enfermeros docentes cualificados y de apoyo institucional plantea otro problema: “Hay miedo a que diversas materias que son enfermeras se lleguen a cubrir por docentes que no son enfermeros”. Guerrero alerta que, ante la falta de personal, “puede ocurrir que algunas materias específicas de enfermería terminen siendo cubiertas por docentes que no tienen experiencia en la práctica clínica”.
“Enfermería tiene su propia taxonomía, que es compleja de implementar y que necesita ser transmitida por un docente que tenga experiencia práctica en la disciplina”, explica Guerrero, añadiendo que “es fundamental contar con docentes que estén en contacto con la práctica para poder formar a los estudiantes de manera adecuada”. La posible desvinculación de los docentes de la práctica clínica es, en opinión de Guerrero, un riesgo que podría perjudicar gravemente la calidad de la formación en enfermería.
Aunque la Administración ha expresado su intención de mejorar las condiciones para los docentes e investigadores de enfermería, Guerrero señala que los recursos son limitados y que no se esperan cambios significativos a corto plazo. “Esto puede hacer que perdamos grandes docentes y grandes investigadores por la falta de apoyo y de medios para compaginar ambas funciones”, concluye.