El panorama del trasplante de órganos en España ha cambiado profundamente en los últimos años. La evolución demográfica, marcada por una población más longeva y con múltiples comorbilidades, ha transformado el perfil del donante y ha supuesto un reto para el sistema sanitario. A este contexto se suma el auge de la donación en asistolia, que en 2024 superó por primera vez a la donación en muerte encefálica, tradicionalmente predominante. “La preservación de órganos es una gran revolución para el mundo de los trasplantes”, asegura Beatriz Domínguez-Gil, directora general de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), en una entrevista concedida a ConSalud.es.
“La mayor parte de los donantes, hasta hace unos años, eran personas que fallecían en muerte encefálica, pero aparece otro tipo de proceso que es técnicamente más complejo, el proceso de donación en asistolia”, explica Domínguez-Gil. Esta modalidad implica una parada cardiorrespiratoria, lo que conlleva un periodo sin perfusión de los órganos con sangre oxigenada, comprometiendo su viabilidad y ampliando la complejidad del proceso.
En este escenario, las técnicas avanzadas de preservación han resultado esenciales. “Tienen un papel fundamental porque nos permiten conservar los órganos fuera del organismo o dentro del organismo, en unas condiciones muy cercanas a las fisiológicas”, destaca la directora de la ONT. Además de reducir el impacto de la isquemia, estas tecnologías proporcionan datos que ayudan a predecir la funcionalidad de los órganos trasplantados. “Nos permite validar los órganos antes del trasplante”, indica la experta.
“La perfusión regional normotérmica es un tipo de preservación que nos permite una máxima utilización de órganos de donantes en asistolia y con muy buenos resultados”
Uno de los desarrollos más destacados en España ha sido la perfusión regional normotérmica con dispositivos ECMO, una técnica pionera que se realiza dentro del cuerpo del donante y que ha facilitado la expansión de la donación en asistolia. “Nos permite llevar a cabo la obtención de órganos de una forma más pausada”, afirma Domínguez-Gil.
Gracias a esta tecnología, “España se ha convertido en el primer país del mundo capaz de trasplantar todo tipo de órganos procedentes de donantes en asistolia, incluidos los corazones y el intestino, considerados especialmente complejos”, explica con orgullo la presidenta de la ONT.
MÁS TIEMPO, MÁS FLEXIBILIDAD
La incorporación de dispositivos de preservación ex vivo -una vez extraídos los órganos- ha empezado a introducirse de manera progresiva en la práctica clínica. Aunque su uso aún es limitado, hay casos en los que ya han demostrado su eficacia. “Por ejemplo, en el caso del pulmón se ha instalado un sistema de preservación que nos ha permitido prolongar en varias horas el tiempo disponible desde la obtención del pulmón hasta su trasplante. Desde cuatro o seis horas que teníamos habitualmente hasta potencialmente más de diez horas”, destaca.
Este aumento en la ventana temporal para realizar los trasplantes abre nuevas posibilidades logísticas. “Nos daría más flexibilidad a la hora de programar cirugías que tenemos que hacer siempre de forma muy urgente”, señala la responsable de la ONT. Además, permite considerar órganos que antes se descartaban por estar a largas distancias, e incluso favorece los intercambios internacionales.
COSTES Y SOSTENIBILIDAD: UN RETO AÑADIDO
No obstante, la adopción de estas tecnologías también plantea desafíos importantes. “Aumentan considerablemente los costes del procedimiento”, advierte Domínguez-Gil. Los dispositivos son complejos, requieren formación específica y una infraestructura que eleva la complejidad del proceso. Por ello, desde la ONT se aboga por una implementación prudente. “Nuestra filosofía es tratar de tener una estrategia sensata de utilización de unos dispositivos que son de elevadísimo coste”, remarca.
“Nuestra filosofía es tratar de tener una estrategia sensata de utilización de unos dispositivos que son de elevadísimo coste”
Uno de los principales retos que identifica la directora de la ONT es garantizar un uso racional de estas tecnologías. “Tenemos que tener una estrategia muy bien definida de qué órganos realmente se pueden beneficiar de este tipo de técnicas de preservación o en qué circunstancias es importante recurrir a estas técnicas”, indica. El objetivo es asegurar la sostenibilidad del sistema sanitario frente a la preservación estática en frío, mucho más económica.
En cuanto al impacto medido, Domínguez-Gil apunta que, por ejemplo, en el caso de los hígados, ciertos dispositivos podrían reducir la tasa de órganos descartados “hasta un 30%”, si bien considera que “puede ser una sobreestimación”. Aun así, subraya que estas técnicas ya están permitiendo trasplantar órganos previamente considerados no válidos.
De cara al futuro, las posibilidades se multiplican. Domínguez-Gil confía en que las técnicas de preservación se sigan incorporando progresivamente al sistema sanitario, y destaca su potencial para dar un salto cualitativo. “La posibilidad incluso de tratar con células madre, con células pluripotenciales, regenerar órganos una vez obtenidos, recuperarlos, hacer ingeniería tisular... todo tipo de modulación de órganos podría estar facilitado por estas técnicas de preservación”, concluye.