“Me siento muy halagado y contento”. Así valora el Dr. Celso Arango, director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental y jefe del departamento de Psiquiatría Infantil y Adolescente del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, su nuevo nombramiento como miembro de la Academia Nacional de Medicina de Estados Unidos (NAM, por sus siglas en inglés). Una designación muy competitiva que ha valorado a este profesional español por dar respuesta a la orfandad que ha sufrido la Psiquiatría Pediátrica hace no tanto.
“Durante décadas la industria farmacéutica realizaba los ensayos clínicos en adultos y cuando se comercializaban se forzaba a adaptar estas moléculas a niños y adolescentes. No se hacían estudios en los jóvenes porque consideraban que no era suficientemente rentable”, recuerda el Dr. Arango en entrevista concedida a ConSalud.es. Una situación que, por tanto, no daba una correcta respuesta al hecho de que el 70% de las enfermedades de salud mental aparecen en la época infanto-juvenil.
La EMA obligó a que todas aquellas moléculas dirigidas a patologías que pueden suceder en niños “se probaran en ensayos clínicos tanto en edad pediátrica como en adultos antes incluso de su comercialización”.
Con esfuerzo y dedicación consiguieron cambiar esta situación. Como destaca la propia NAM en su citación electoral, gracias a su labor, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) y la Agencia Europea del Medicamento (EMA por sus siglas en inglés) realizaron cambios en las políticas de los fármacos psicotrópicos para obligar a las empresas a realizar investigaciones pediátricas como parte del desarrollo de un nuevo fármaco.
“Fueron muchas reuniones”, rememora el experto. “La FDA realizó una extensión de seis meses de la patente y por su parte la EMA fue más allá”. La agencia europea no sólo amplió la patente, sino que obligó a que cualquier molécula dirigida a una enfermedad que nunca ocurre en la edad pediátrica tuviera una excepción, pero que aquel fármaco dirigido a cualquier patología “no sólo psiquiátrica, también infecciosa o de dolor” que pueda suceder en niños “se ha de probar en ensayos clínicos tanto en edad pediátrica como en adultos antes incluso de su comercialización”.
UN CAMBIO DE PARADIGMA
La apertura a la investigación en niños abrió una serie de desafíos, pues es mucho más complejo probar en esta población más vulnerable y requiere más permisos, pero también una gran variedad de oportunidades. “Durante estos años hemos tenido la impresión de que tenemos cerradas ventanas terapéuticas en edad adulta para condiciones como por ejemplo el síndrome X frágil, pero que podrían ser eficaces en niños”, incide el Dr. Arango. Los pequeños tienen un cerebro más plástico en el que es más sencillo que las moléculas tengan efecto. “Si ciertos tratamientos se hubieran probado en una población de menor edad los resultados podrían haber sido distintos”, insiste el experto.
Con los avances conseguidos, la mentalidad de la industria farmacéutica ha cambiado y los ensayos clínicos son más completos y con una mejor metodología. En este contexto ha tenido un importante peso los estudios académicos, que cada vez colaboran más con la industria. “La Academia reduce mucho los costes y consigue tratamientos eficaces realizados en centros académicos de excelencia”.
“Si ciertos tratamientos se hubieran probado en una población de menor edad los resultados podrían haber sido distintos”
La evolución en farmacia psiquiátrica, no obstante, no ha ido acompañada de aquellos recursos también necesarios para mejorar la atención de la salud mental de esta población. Antes de la pandemia, ya se había observado un incremento de los problemas psicológicos y psiquiátricos de los más pequeños. Ahora, tres años después de la implosión de casos de la Covid-19 y de sus implicaciones sanitarias, económicas y sociales, en las consultas de los especialistas están llegando cada vez más pacientes con problemas de ansiedad y depresión, y en algunos casos con patologías que deberían debutar a los 20 o 30 años y lo están haciendo en edad pediátrica.
“Para evitar esto se necesitan programas de salud mental en las escuelas, que se están haciendo. Pero también es importante destinar recursos para la psicología perinatal, realizar programas más ambiciosos y, por supuesto, necesitamos recursos humanos” y, en este sentido, recuerda el experto, “España está a la cola en personal psiquiátrico clínico”.
El 'Libro Blanco de la Psiquiatría en España' recoge que hay 4.383 psiquiatras en la red pública de atención a la salud mental. Esto supone un ratio de 9,27 profesionales por cada 100.000 habitantes, lejos de la tasa del resto de países europeos. En marzo de 2021, el BOE aprobó la especialidad de Psiquiatría Infantil y de la Adolescencia. Sin embargo, las plazas ofertadas son escasas. “Están saliendo muy pocas, el primer año se dieron sólo 20 plazas, son insuficientes. Si no se ponen remedio a la situación de salud mental actual es muy complicado que mejore la atención”, denuncia.