Los cánceres ginecológicos continúan siendo una de las principales causas de mortalidad por cáncer y representan un desafío significativo para la salud de las mujeres a nivel global. Uno de los más frecuentes es el cáncer de endometrio, un tipo de tumor que se origina en el revestimiento interno del útero. Este tipo es el cuarto más común entre las mujeres en Europa.
Según los datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), en 2020 se diagnosticaron alrededor de 417.000 nuevos casos de cáncer de endometrio a nivel mundial, con una incidencia global de 8,7 casos por cada 100.000 mujeres. En los países desarrollados esta tasa es más alta, con 15,9 casos por cada 100.000 mujeres.
Este tumor suele debutar en estadios precoces, dado que el primer síntoma, y además el más frecuente, es el sangrado postmenopáusico. El diagnóstico se puede realizar en la atención ginecológica de la primaria, con una derivación precoz al hospital para completar el estudio diagnóstico y su tratamiento.
“Actualmente, todas las guías internacionales recomiendan el estudio molecular ya desde la biopsia inicial, implementándose de forma generalizada, y ya se incluye para la decisión terapéutica, que debe discutirse en un comité multidisciplinar para ofrecer todas las opciones de tratamiento”, explica la Dra. Marta Gil Martín, médico del Institut Català d'Oncologia L'Hospitalet-Barcelona. “Por tanto, uno de los objetivos es la personalización del tratamiento, pudiendo disponer de acceso a las terapias más adecuadas para cada paciente”.
"Uno de los objetivos es personalizar el tratamiento para disponer de acceso a las terapias más adecuadas para cada paciente"
Pese a que la inmunoterapia ha mejorado significativamente la supervivencia en varios tipos de cáncer, los resultados en pacientes con cánceres ginecológicos han sido más variables. Por ello, hay un gran interés en encontrar las estrategias más efectivas para aplicar la inmunoterapia en este grupo de pacientes. Sin embargo, conocer más opciones de tratamiento gracias a los ensayos clínicos que estudian la eficacia de cada terapia es un desafío para las agencias del medicamento que deben evaluarlos y aprobarlos para poblaciones cada vez más específicas de pacientes.
Los tratamientos de primera línea para el cáncer de endometrio avanzado incluyen quimioterapia e inmunoterapia con inhibidores de los receptores PD-1 y PD-L1, lo que ofrece un beneficio notable en pacientes con un sistema de reparación de errores de ADN deficiente (dMMR). Sin embargo, para aquellas pacientes cuyo sistema de reparación de ADN funciona correctamente (pMMR) apenas había arsenal terapéutico: entre el 70 y 80% de estas pacientes no contaban con tratamientos disponibles.
Recientemente, la Unión Europea ha aprobado recientemente la combinación de durvalumab y olaparib para el tratamiento de pacientes con cáncer de endometrio avanzado o recurrente. Esta aprobación implica varias ramas de tratamiento: una con quimioterapia y placebos, otra con quimioterapia y durvalumab (un anticuerpo que bloquea PD-L1), y una tercera con quimioterapia, durvalumab y olaparib (un inhibidor de PARP que bloquea la reparación del ADN). Esta combinación, aprobada por primera vez para cáncer de endometrio, tiene el objetivo de potenciar el sistema inmunitario y provocar la muerte de células cancerosas con mecanismos de reparación defectuosos, creando una sinergia entre los dos fármacos y la quimioterapia.
Esta combinación de fármacos ha mostrado un gran potencial para mejorar el tratamiento de pacientes en estado avanzado. “Las pacientes con tumores pMMR tienen en general peor pronóstico, por lo que la búsqueda de nuevas opciones terapéuticas es una necesidad. Un porcentaje de reducción del 43% del riesgo de progresión de la enfermedad supone mejorar la supervivencia libre de progresión que se había conseguido hasta ahora con la quimioterapia convencional”, explica la especialista en oncología.
"La búsqueda de nuevas opciones terapéuticas es una necesidad"
Esta terapia conjunta no solo es efectiva en combatir la enfermedad, sino que también tiene el beneficio de mejorar la calidad de vida de los pacientes al no añadir toxicidades adicionales significativas. Esto significa que, aunque los pacientes puedan experimentar los efectos secundarios habituales de cada uno de los medicamentos, el tratamiento en conjunto no parece causar nuevos problemas de salud a largo plazo.
Asimismo, como matiza la especialista en oncología, debido a que estos tratamientos tienen perfiles de toxicidad que son bien conocidos entre los profesionales, son fácilmente manejables ya que se usan frecuentemente para otras condiciones. Por tanto, los pacientes pueden experimentar menos efectos secundarios severos y un tratamiento más manejable, contribuyendo positivamente a su bienestar general.
Como explica la médico del Institut Català d'Oncologia, en la actualidad a pesar de poder clasificar molecularmente los diferentes tipos de cáncer de endometrio, todavía se sigue investigando, ya que algunos casos no siguen el comportamiento esperado a su subtipo molecular y, por tanto, la respuesta al tratamiento indicado no es la esperada. “Más a corto plazo, hay estudios en marcha que quieren determinar qué tratamiento es el más eficaz, no solo en estadios avanzados, sino en la adyuvancia, para reducir el riesgo de recidiva de la enfermedad una vez ha sido tratada con intención curativa”, concluye.