Abordaje sanitario en el buque científico español Hespérides: “Cualquier cosa se magnifica”

María Holguín, enfermera del barco de investigación polar Hespérides, explica a ConSalud.es cómo es su trabajo en mitad del Oceáno Antártico, a más de 10.000 kilómetros de distancia de España

El Hespérides (FOTO: Ministerio de Ciencia e Innovación)
14 enero 2024 | 00:00 h

Hespérides no es solo el nombre de las ninfas que, en la mitología griega, se encargaban de cuidar el manzano de Hera, del que crecían las manzanas doradas que concedían la inmortalidad. También es como se conoce al principal barco oceanográfico con el que cuenta la Armada Española, que navega más de doscientos días al año por todo el mundo -principalmente por la zona de la Antártida- y cuyos casi 60 tripulantes a bordo, como si del manzano de Hera se tratase, también tienen a quien les cuide.

Una de las ninfas que se encargan de velar por la salud del Hespérides es María Holguín. La enfermera se ha embarcado por segundo año consecutivo en este majestuoso buque de investigación polar, cuya misión es transportar a 29 científicos españoles hasta las frías aguas del Antártico, y atiende a ConSalud.es mientras cruzan el estrecho de Drake -“uno de los más peligrosos del mundo”- camino del puerto argentino de Ushuaia. “Por una parte es atractivo, porque ves sitios que la gente no va a ver nunca. Pero la parte personal y estar tan lejos de casa también pesan”, asegura.

"Siempre tenemos a un especialista de guardia que nos atiende desde Madrid”

María trabaja en una pequeña consulta de Atención Primaria ubicada en un rincón del Hespérides. “De enfermería de combate”, lo llama ella. Pero no está sola. Junto a María, atienden a la tripulación del navío un médico militar presencial y otros tantos de manera telemática desde el Hospital Central de la Defensa Gómez Ulla: “La telemedicina es una herramienta a la que acudimos cuando el paciente está ya estabilizado para aclarar nuestras dudas cuando la situación o los requerimientos médicos se elevan a nuestras responsabilidades. Siempre tenemos a un especialista de guardia que nos atiende desde Madrid”.

Estos días, explica María, están siendo más difíciles que de costumbre para los tripulantes del Hespérides, ya que surcar las agitadas aguas del citado estrecho de Drake produce la conocida como “mala mar”. Cansancio, mal humor… son algunos de los síntomas que genera, los cuales, no obstante, no suelen requerir de la intervención del equipo sanitario del barco. “Cada uno sabe más o menos cómo tiene que responder ante una situación de mareo. No nos preocupa”, comenta María.

LAS EVACUACIONES, "UN ESPECTÁCULO DIGNO DE VER"

En el lado opuesto, sin embargo, también se han encontrado con situaciones de enfermedad ante las que no han podido intervenir por la falta de medios del barco y la necesidad de atención urgente por parte del paciente. El protocolo, en estos casos, es un “espectáculo curioso de ver”, como lo define la enfermera: “Los tiempos, en una situación normal, deberían ser más rápidos, así que todo el mundo se une para hacer posible la evacuación”.

“Normalmente, en la Antártida siempre tenemos como vía de evacuación un aeropuerto que está en una de las islas del sur, la isla Rey Jorge. Es la vía de salida para los pacientes que están graves o que no se pueden tratar a bordo”, indica María. La forma de llegar hasta la Antártida es mediante una de las zodiac de las que dispone el barco. Una vez en tierra firme, el tripulante del Hespérides vuela hasta Argentina o Chile.

"Pasamos un reconocimiento médico bastante exigente para evitar cualquier tipo de sospecha, pero hay cosas que no se pueden prevenir"

“Si está muy grave, a Ushuaia. Si no, a Punta Arenas, y de allí a España”. La aventura científica se habrá acabado entonces antes de tiempo para ellos, y no son pocas las ocasiones en las que esto ha sucedido durante las distintas expediciones que realiza anualmente el Hespérides. La última, sin ir más lejos, hace dos semanas: “Tuvo un accidente a bordo, y lo evacuamos siguiendo este mismo protocolo. Después de estabilizarlo aquí en el Hespérides, lo mantuvimos como buenamente pudimos hasta que llegó al aeropuerto. Una vez en el hospital de Punta Arenas, se cercioraron de que podía realizar el viaje a España, y ya volvió”.

Las situaciones en las que esto ocurre, eso sí, son totalmente fortuitas, porque las personas con patologías previas, por muy banales que sean, no embarcan. “Pasamos un reconocimiento médico bastante exigente para evitar cualquier tipo de sospecha, pero hay cosas que no se pueden prevenir. Caídas, accidentes, apendicitis… somos humanos”, recuerda María.

LA SALUD MENTAL, CLAVE A MÁS DE 10.000 KILÓMETROS DE CASA

El aspecto mental también es una quimera, porque los problemas pueden aparecer en cualquier momento por mucho que uno se crea libre de ellos. Y aun más en un barco aislado en el Océano Antártico a más de 10.000 kilómetros de distancia de España: “Un buque es un sitio donde cualquier cosa se eleva a un exponente máximo, y lo que en España no te pasaría absolutamente nada, en el Hespérides se magnifica. Tanto tiempo aquí metidos, sin poder comunicarse con la familia, puede dar lugar a una mala gestión emocional”.

Llegan entonces los episodios de ansiedad y tristeza entre la tripulación, que de nuevo vuelve a contar con la ayuda de los profesionales sanitarios del Gómez Ulla para ser ayudados. “Como se trata de patologías que no son demandantes de tiempo, las podemos abordar con psiquiatras para que elaboren una forma de actuación, de perfil farmacológico y demás”, explica María.

“Un buque es un sitio donde cualquier cosa se eleva a un exponente máximo"

En algunas situaciones, incluso, la comunicación se ha dado directamente entre tripulante yespecialista del hospital en forma de vídeollamada. En este caso, con el equipo de psicología del centro, sin la mediación del médico del Hespérides ni de María, quien, como comentaba al principio del artículo, reconoce que a veces la situación tampoco es fácil para ellos: “El tiempo libre es lo que más te mata. Preferiría estar entretenida, aunque fuese trabajando”.

La enfermera conoció el trabajo gracias a un familiar que era militar, y que la pudo orientar un poco. Después, como todo aquel que quiera formar parte del cuerpo sanitario de las Fuerzas Armadas, tuvo que superar unas oposiciones muy exigentes. “Quinientas o seiscientas personas para veinte o treinta plazas, y con pruebas de conocimiento general, inglés, físicas, prácticas…”, señala. “Según el número que sacas, optas a uno u otro destino, y después te puedes ir cambiando en base a tus años de servidumbre en el ejército. Cuando se quedó libre la plaza en el Hespérides, la pedí, y en el momento en el que decida irme, otro asumirá mi puesto”, finaliza.

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