Los países europeos siempre se han caracterizado por recoger la asistencia sanitaria a sus ciudadanos como un derecho inalienable y universal. Una circunstancia que forma parte del denominado “bienestar social” que tradicionalmente ha caracterizado al viejo contienen y que ha sido ‘envidiado’ por los habitantes de muchos otros rincones del mundo, donde la Sanidad se observa como un servicio que queda a expensas de la capacidad de cada individuo para costeárselo. Sin embargo, la realidad de los sistemas sanitarios de los diferentes miembros de la Unión Europea, si bien presenta importantes similitudes, no es exactamente igual en todos ellos.
De esta manera, pese a formar parte de un marco comunitario único, los diferentes países llevan a cabo la gestión de su Sanidad de manera diferenciada. En términos generales, en Europa podemos encontrar dos grandes modelos sanitarios sobre los que se sustentan todos los sistemas de salud nacionales, aunque difícilmente se presenta una implantación pura de los mismo. En concreto, se pueden dividir en el Servicio Nacional de Salud (modelo Beveridge) o el Sistema de Seguros Sociales (modelo Bismarck). La principal diferencia entre ambos radica esencialmente en su proceso de financiación y en el funcionamiento de los distintos servicios que ofrecen.
La principal diferencia radica en la manera de obtener los recursos económicos para financiar la asistencia sanitaria que el estado suministra a su población
Los países reconocidos bajo el Servicio Nacional de Salud son 11; entre los que se encuentra España, Chipre, Dinamarca, Finlandia, Irlanda, Italia, Letonia, Malta, Portugal, Reino Unido -fuera de la UE- y Suecia. Por otro lado, los ciudadanos amparados bajo el paraguas del Sistema de Seguros Sociales residen en Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Croacia, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Francia, Grecia, Hungría, Lituania, Luxemburgo, Países Bajos, Polonia, República Checa y Rumania; 17 estados que constituyen el grueso mayoritario en el continente.
DOS MODELOS: UN MISMO OBJETIVO
Estos sistemas sanitarios que rigen en Europa tienen su base en la meta de la universalidad, la solidaridad y la equidad; a la vez que persiguen velar por la buena salud del paciente, ofreciéndole la mejor experiencia posible y aprovechando los recursos disponibles con la mayor eficiencia. Para aunar estos objetivos los dos modelos toman sendas diferentes, o bien compaginan diferentes elementos correspondientes a uno u otro. La principal diferencia radica en la manera de obtener los recursos económicos para financiar la asistencia sanitaria que el estado suministra a su población.
La modalidad del Servicio Nacional de Salud pivota sobre una cobertura de los servicios sanitarios costeada a través de los impuestos
En término generales, se puede afirmar que la modalidad del Servicio Nacional de Salud pivota sobre una cobertura de los servicios sanitarios costeada a través de los impuestos pagados por el grueso de los ciudadanos. Otro elemento diferencial es el hecho de que los centros de atención sanitaria son de propiedad y gestión pública -lo que no implica la existencia de una sanidad privada paralela-. De la misma manera, existe un índice de referencia a la hora de regular el precio de los medicamentos puestos a disposición del paciente. El origen de este modelo Beveridge tiene su origen en la Gran Bretaña de los años cuarenta.
Los ciudadanos de los países que lo aplican disfrutan de atención sanitaria por parte de empresas privadas que son las que gestionan los servicios
Por su parte, el Sistema de Seguros Sociales implica una eminente participación privada. De este modo, los ciudadanos de los países que lo aplican disfrutan de atención sanitaria por parte de empresas privadas que son las que gestionan los servicios. Estas organizaciones son financiadas directamente a través del pago de cuotas -en base a sus salarios- por parte de todos los trabajadores y empresarios. Los centros sanitarios son eminentemente privados y la prestación de algunos servicios como los medicamentos, el transporte o la propia asistencia hospitalaria, suelen conllevar un copago por parte del paciente. En este contexto, el papel del Estado es meramente regulador. Así, el modelo Bismarck surgió en Alemania en 1883.
MODELO SANITARIO ESPAÑOL
El Sistema Nacional de Salud se enmarca en el modelo Beveridge: el Estado se provee de los recursos a través de los impuestos y ofrece una asistencia sanitaria gratuita, financiada a través de los presupuestos de las diferentes CC.AA. -titulares de las competencias en Sanidad-. Desde 1986, la Ley General de Sanidad ampara la universalización, la descentralización y la progresiva financiación vía impuestos de SNS. Los ciudadanos han de abonar, no obstante, un porcentaje del precio en los medicamentos y algunos productos sanitarios.
En nuestro país existe un régimen especial de atención a los funcionarios a través de compañías de seguro privadas
Por otra parte, la Sanidad española convive con un importante sector sanitario privado, complementario con el público, a disposición de los ciudadanos que deseen costearlo. No en vano, en nuestro país existe un régimen especial de atención a los funcionarios a través de compañías de seguro privadas. De la misma manera, existen autonomías más partidarias de la privatización de algunos servicios que venían siendo gestionados por el sistema público, así como de la derivación de pacientes de manera complementaria a estos centros.