Los estados miembros de la Unión Europea han adoptado ya sus conclusiones sobre salud mental, con las que se espera que tomen medidas a nivel internacional. La ministra de Sanidad española, Mónica García, encargada de presidir la EPSCO en la que se han aprobado estas conclusiones, ha destacado que “mejorar la salud mental es un imperativo social y económico”. Por ello, se han destacado tres grandes ejes de acción: la precariedad laboral, las adicciones y los más jóvenes.
Por su parte, García ha hecho referencia a la época “de policrisis” que se está viviendo y que ha afectado gravemente a la salud mental de los europeos. “La pandemia de COVID-19, las consecuencias de la agresión de Rusia contra Ucrania o la propia crisis climática son sólo algunas de las conmociones que han exacerbado los ya deficientes niveles de salud mental”. Por ello, ha destacado, “me complace profundamente que en las conclusiones que aprobamos hoy hayamos obtenido un consenso tan importante como la necesidad de implementar un enfoque de la salud mental que abarque todas las políticas y reconozca los determinantes sociales, ambientales y económicos de la salud mental”.
La situación de la que habla García muestra algunos datos que hablan por sí solos. No en vano, según las estimaciones de la UE, casi uno de cada dos europeos ha experimentado algún problema emocional o psicosocial en el último año. La situación, además, es particularmente más grave para los niños y los jóvenes. Por ello, en sus conclusiones, el Consejo destaca la importancia de abordar la salud mental y el bienestar en los diferentes contextos del curso de la vida, “lo que beneficia tanto a los individuos como a las sociedades”. No obstante, la gran novedad de estas conclusiones es la importancia que se le ha dado a cómo afecta eltrabajo precario, los condicionantes sociales, la juventud o las adicciones a la salud mental. Y es por ello que, unidos todos estos conceptos, el nuevo abordaje va a ser mucho más multidisciplinar.
El Consejo destaca la importancia de abordar la salud mental y el bienestar en los diferentes contextos del curso de la vida
Igualmente, se reconoce el papel beneficioso de las comunidades, las escuelas, los deportes y la cultura en el fortalecimiento de la salud mental y el bienestar mental a lo largo de la vida. De manera más concreta, las conclusiones invitan a los Estados miembros a elaborarplanes de acción o estrategias con un enfoque intersectorial de la salud mental , abordando no solo la salud, sino también el empleo, la educación, la digitalización y la IA, la cultura, el medio ambiente y los factores climáticos, entre otros.
“Las acciones sugeridas tienen como objetivo prevenir y combatir los problemas de salud mental y la discriminación, al tiempo que promueven el bienestar”, explican desde la Comisión. Estas acciones de los distintos países europeos deberán basarse en garantizar el acceso a una atención de salud mental “oportuna, eficaz y segura”, así como a actuar en un amplio espectro de áreas, sectores y edades. Esto incluiría la detección temprana y la sensibilización en la escuela y entre los jóvenes; el abordaje de la soledad, la autolesión y el comportamiento suicida; la gestión de riesgos psicosociales en el trabajo, con especial atención a los profesionales sanitarios; la reinserción social y laboral tras la recuperación para prevenir recaídas; las medidas contra el estigma de la salud mental, el discurso de odio y la violencia de género; y la concienciación como herramienta de prevención, con centro en los grupos vulnerables.
Sobre la necesidad de implementar acciones coordinadas e integradas en distintos ámbitos, debemos destacar la incidencia de algunos determinantes en la salud mental. Por ejemplo, en el caso de los determinantes laborales, tenemos el estrés y los riesgos psicosociales que pueden afectar a los empleados. “Las personas que realizan trabajos precarios corren especial riesgo de desarrollar estrés negativo que puede provocar ansiedad y depresión”. En cuanto a los jóvenes, se recuerda que más de 14 millones de personas de entre 15 y 29 años tuvieron un problema de salud mental en 2019. Además, la OCDE ya ha avisado de que la proporción de jóvenes con síntomas de ansiedad y depresión se ha duplicado desde la pandemia. El suicidio, por otro lado, ya es la principal causa de muerte en estas edades.
El nuevo abordaje de la salud mental será mucho más multidisciplinar
En cuanto a la tercera de las grandes perspectivas, la adicción, la UE destaca que las personas que padecen tanto un trastorno por consumo de drogas, como un problema de salud mental, tienen mayor riesgo de desarrollar una psicopatología grave, ser hospitalizadas, sufrir una sobredosis, suicidarse o morir prematuramente, en comparación con las personas con un solo trastorno mental. También tienen más probabilidades de experimentar desempleo y falta de vivienda y de adoptar comportamientos de alto riesgo relacionados con infecciones, como el VIH y los virus de la hepatitis C. De hecho, según el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT), hasta el 80% de los pacientes en determinados grupos de tratamiento contra la drogadicción tienen problemas de salud mental. Las comorbilidades psiquiátricas más frecuentes entre las personas con trastornos por uso de sustancias son la depresión, la ansiedad, el estrés postraumático y los trastornos de la personalidad (principalmente antisociales y límite).
Además, se estima que la ansiedad y la depresión eran los problemas de salud mental más comunes en la UE antes de la pandemia de COVID-19, seguidas de los trastornos por consumo de alcohol y drogas, el trastorno bipolar y la esquizofrenia. La ansiedad en concreto afecta a 25 millones de personas (el 5,4% de la población total de la UE), seguida de la depresión (21 millones de personas, el 4,5%) y los trastornos relacionados con las drogas y el alcohol (11 millones de personas, el 2,4%). En general, la salud mental ha empeorado en todo el mundo desde la pandemia: casi 1 de cada 2 personas (el 46 % de la población de la UE) había experimentado problemas emocionales o psicosociales, como sentirse deprimido o ansioso, en los 12 meses anteriores a junio de este año.
También se ha instado a la propia Comisión a mejorar las oportunidades de financiación en el área de la salud mental
Pero la salud mental no sólo tiene graves consecuencias individuales y provoca un gran sufrimiento personal. También conlleva consecuencias económicas para la sociedad. La OCDE estimaba en el año 2018 que la salud mental cuesta a los 27 países de la UE y al Reino Unido al menos 600.000 millones de euros, más del 4% de su PIB cada año. De manera más concreta, el gasto sanitario directo (consultas, productos farmacéuticos, hospitalizaciones) llega a los 190.000 millones de euros. Los programas de seguridad social (baja por enfermedad, baja por discapacidad, prestaciones por desempleo) alcanzan los 170.000 millones de euros. También los costes indirectos en el mercado laboral (pérdida de ingresos debido a la mortalidad, menor empleo, ausentismo y menor productividad) llegan a los 240.000 millones de euros.
Dado que la Comisión insta a los países a llevar a cabo enfoques integrales que aborden todas estas cuestiones, será necesario que la salud mental siga estando en la agenda internacional y que todos los estados cooperen y se coordinen para llevar a cabo todas las políticas. Además, se insta a la propia Comisión a mejorar las oportunidades de financiación en el área de la salud mental. Esta era una de las principales líneas de acción que la presidencia española tenía por delante en materia sanitaria, y que está protagonizando la recta final del mandato de nuestro país.