El Sistema Nacional de Salud está en constante análisis, entre otros por quienes participan en él y ayudan a su evolución. Una de estas personas es Javier Padilla (Madrid, 1983), médico de familia y comunitaria formado en el ámbito de la salud pública, la gestión sanitaria y la economía de la salud.
Su experiencia le ha servido para publicar recientemente el libro ‘¿A quién vamos a dejar morir?’ (Editorial Capitán Swing), en el que realiza un completo abordaje del sistema de salud público español. Junto a ello, este profesional sanitario forma parte de la lista de Más País por Madrid para las elecciones del 10-N. Así, en esta entrevista concedida a ConSalud.es abordamos los aspectos más relevantes recogidos en su libro y analizamos algunas de las políticas sanitarias que propone el partido de Íñigo Errejón.
El título de su libro parece claramente una declaración de intenciones. ¿Es así?
El libro, más que ser una pregunta a futuro, cuya respuesta tenemos que dárnosla y construirla colectivamente en base a las decisiones que se tomarán en materia de salud, sí que puede respondernos a quién hemos dejado morir. Hay datos que demuestran que decisiones concretas en política sanitaria se saldan con muertes concretas. El RD 16/2012, según las últimas evaluaciones publicadas, se saldó con 70 muertos inmigrantes indocumentados cada año. Es decir, la política tiene capacidad para generar salud pero también para generar muerte. Y dentro de esa política de la muerte, tenemos que ser conscientes que la toma de decisiones concretas se relaciona generalmente con el desencadenamiento de fallecimientos concretos.
"Los sistemas verdaderamente inclusivos son los que lo son por abajo y por arriba; hacer que las personas de rentas más altas no tengan la sensación de que cuentan con los servicios públicos por los impuestos que están pagando, es peligroso"
Se pregunta en el libro si la sanidad pública “es una cosa de pobres” y subraya que es igual de grave excluir del sistema tanto a las personas más vulnerables como generar desafección entre la clase más alta. ¿Por qué lo cree?
Los sistemas sanitarios verdaderamente inclusivos son los que son inclusivos por abajo y por arriba. Uno de los aspectos que a día de hoy generan deslegitimación del sistema para con la ciudadanía es el hecho de que, por lo general, sus élites no lo utilizan o lo hacen sólo en cuestiones muy concretas. Y no me refiero sólo a las élites económicas, también de las élites de funcionamiento del país: es decir, las funcionariales. Por un lado, seguimos teniendo un sistema segmentado para el funcionariado con capacidad para que elijan un sistema sanitario privado que estamos pagando todos con dinero público. Y, por otro lado, aspectos como el RD 16/2012 y toda la legislación que se dio en materia de cobertura sanitaria, dejaron fuera también a las personas con rentas mayores de 100.000 euros anuales que no estuvieran derivadas del trabajo.
Javier Padilla (Foto: Sara Belinchón)
Los servicios públicos, especialmente en un sistema como el nuestro, lo son porque los pagamos entre todos por medio de una financiación solidaria vía impuestos. De tal forma que hacer que las personas que más impuestos deberían pagar, las rentas más altas, no tengan la sensación de que están obteniendo beneficios en forma de servicios públicos por esos impuestos que están pagando, es peligroso. Lo es porque debilita al sistema y lo deslegitima. Hay que ver la inclusión, no como una especie de eliminación de privilegios para los de arriba sino viéndola como que genera cohesión social, que es buena tanto para los de arriba como para los de abajo.
¿Cree que la sanidad está demasiado politizada? ¿Cómo debería gestionarse?
Yo diría que la sanidad está mal politizada. Hemos politizado aspectos que en ningún momento debería haberlo sido, como es la elección de jefes de servicio, de proveedores de compra o de gestores de hospitales, los cuales deberían ser eminentemente profesionalizados. Mientras, hemos despolitizado y dejado al albur de decisiones individuales aspectos que deberían estar profundamente politizados como son especialmente las políticas de salud pública y las comerciales que impactan sobre la salud. Hay que politizar de una forma diferente.
"Hay que abordar la sanidad universal y el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo siendo conscientes que tenemos una sociedad que está clarísimamente apoyandolos"
Incide, por otra parte, en que “hay que defender cada derecho conquistado”. Junto a la sanidad universal, ¿qué otros derechos considera que corren más peligro?
El del aborto. Muy probablemente, la universalidad de la asistencia sanitaria y el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo son dos de los derechos que, además no han de ser pensados de forma independiente sino que tienen muchos puntos de cohesión, dependiendo de la correlación de fuerzas que surja después de las elecciones van a ser más claramente abordados y tratados de desestabilizar. Hay que abordarlos siendo conscientes que tenemos una sociedad que está clarísimamente apoyando esos dos derechos. Quienes vienen a destruirlos son quienes tienen que intentar cambiar el marco, pero no les tenemos que comprar el marco de discurso cuando lo existente es una realidad bastante asentada.
Hace una especie de crítica, refiriéndose a que la actuación sanitaria depende demasiado de la publicación de datos. Mientras, asegura que hay un terreno en el que hay que fijarse más. ¿Cuál sería?
El sistema sanitario, a día de hoy gira mucho en torno a aquellos aspectos que lo perpetúan: el número de camas, las listas de espera, los profesionales. Es tremendamente endogámico a la hora de pensarse en sus procesos pero no piensa en sus resultados. No entiendo cómo es posible que tengamos millones de estadísticas sobre número de camas anuales pero, por ejemplo, nos cueste mucho más encontrar datos sobre el número de pacientes diabéticos a los cuales hay que amputarles el pie. Es decir, medimos mucho cómo funciona el sistema sanitario, con sus engranajes, pero no medimos bien si el sistema da bien la hora. Hay una falta absoluta de foco en los resultados. Y cuando los hay, se dan desde una perspectiva del sistema sanitario y no desde la población. Entonces hay que, por un lado, pensar más en los resultados y hacerlo con mirada de paciente, integrando a la población para que nos diga cuáles son los resultados que según su punto de vista son verdaderamente importantes.
¿Cuál sería, a su juicio, el sistema sanitario público ideal para adaptarse a las necesidades actuales y afrontar los retos del futuro?
Tendríamos que tener un sistema de salud que fuera promotor, más que preventivo. Es decir, que no fuera a luchar contra las enfermedades sino que fuera a generar salud. A día de hoy tenemos un sistema nacional de enfermedad y hay que convertirlo en un sistema nacional de salud real. Por otro lado, un sistema que genere y democratice el conocimiento, que no se dedique solamente a comprar conocimiento generado fuera sino que lo genere y lo ponga a disposición de la población para generar acciones y producto de forma independiente. Y, finalmente, que sea un sistema cuidador, no solamente abandonando el paradigma de antaño de curación por uno más de cuidados, sino que lo sea hacia dentro. Es decir, que tenga capacidad para que los profesionales generen una identidad de afinidad con el propio sistema porque éste les está cuidando.
MEDIDAS SANITARIAS DE MÁS PAÍS
La formación con la que aspira a ser diputado se presenta como solución al bloqueo político. Desde el punto de vista sanitario, ¿también hace falta desbloquear?
Está claro que el desbloqueo hace falta porque la ausencia de gobierno imposibilita la existencia de reformas de calado. Un ejemplo clarísimo es la reforma de la universalidad de la cobertura sanitaria. El PSOE dio un pasito con el RD que intentó modificar el RD 16/2012, pero al no haber gobierno se ha quedado imposibilitada su tramitación como ley. Por mucho que haya quien minusvalore el papel del Gobierno central y del Ministerio de Sanidad a la hora de desarrollar políticas que afecten a la gente en su día a día en ámbitos de salud, sí que creo que la existencia de un gobierno es verdaderamente necesaria.
"Esperamos que a partir del día 11 haya que construir un Gobierno de progreso que, especialmente en el ámbito de la salud, pueda dar respuesta a los retos heredados del pasado y a todos los retos de cara al futuro"
La sensación que se extrae de esta semana de campaña es que el bloqueo persistirá. Con este escenario, ¿es una utopía hablar del Pacto de Estado por la Sanidad?
Los pactos de Estado me parecen bien, pero hay que dejar muy claro que sí que existen líneas rojas para algunos de ellos. Lo que no concibo, por ejemplo, es un Pacto de Estado que se dé en un marco de exclusión. Quedó muy claro en el debate que hay partidos que se sienten muy cómodos en que se dé ese marco de exclusión. Y hay que dejar muy claro que el sistema sanitario que tenemos, fundamentado en una financiación solidaria, es inclusivo. No es que sea un sistema que como es bueno se puede permitir ser inclusivo, sino que es un sistema que como es inclusivo, entonces es bueno. Hay ciertas líneas rojas que para un Pacto de Estado por la Sanidad sí que hay que plantear. Dentro de ese marco, hay mucho para hablar y para acordar.
Aunque hay que esperar a los resultados del 10-N, las últimas encuestas no les dan un pronóstico favorable. ¿Esperáis poder jugar un papel determinante en la próxima legislatura?
Está claro que los resultados a nivel individual de cada partido no son buenos ni malos si no te dan después la capacidad para influir en la vida de la gente con tus decisiones. Nosotros esperamos que a partir del día 11 haya que construir un Gobierno de progreso que, especialmente en el ámbito de la salud, pueda dar respuesta no solamente a los retos heredados del pasado sino a todos los retos de cara al futuro. No tomar medidas en el día de hoy ya está influyendo, como puede ser la emergencia climática o la inclusión de medicamentos innovadores.
En vuestro programa electoral hacéis especial hincapié en los profesionales sanitarios. ¿Es lo más urgente que se debe atender?
Hay que ser conscientes de que no existe sistema sanitario si no hay una política de gestión de profesionales que nos pueda garantizar que dentro de 20 años vamos a estar dando respuesta de forma solvente y sin vivir ahogados perpetuamente en la escasez de capital humano. A día de hoy, a nadie se le escapa que uno de los grandes retos del sistema sanitario es saber cómo va a hacer frente a una teórica escasez, que habría que analizar porque creo que no es cierta, de profesionales y cómo lo va a hacer integrando, por un lado, nuevos roles dentro del sistema y, por otro, un desarrollo de los roles actuales. El caso paradigmático es el de Enfermería. Nos encontramos con estrategias como el Nursing Now que tenemos que dejar que impregnen nuestro sistema sanitario para facilitar el desarrollo de la profesión y el acceso de la profesión enfermera a posiciones de gestión y de toma de decisiones.
"Las guardias de 24 horas, no solamente es que no sean necesarias sino que además son perjudiciales para el sistema, para los profesionales y para la seguridad del paciente"
Una de vuestras propuestas más relevantes es la “eliminación progresiva hasta su desaparición” de las guardias médicas de 24 horas. ¿Cómo se sustituirían?
Tenemos que partir de una situación de acuerdo transversal y que sea común a todos los grupos políticos que es: que las guardias de 24 horas, no solamente es que no sean necesarias sino que además es que son perjudiciales para el sistema, para los profesionales y para la seguridad del paciente. Partiendo de ese marco, es donde hay que llegar al consenso. Además, no debe ser una propuesta que parta de un partido político concreto, sino que tiene que ser sentida como propia de las organizaciones sindicales, organizaciones colegiadas, asociaciones profesionales y los partidos que después van a estar gestionando la sanidad en las diferentes comunidades. No tiene sentido que el asunto de las guardias de 24 horas ahora vaya a convertirse en un arma arrojadiza. Creo que hay cierto consenso porque la evidencia científica lo dice. ¿Podremos conseguir eso a corto plazo? No, y nadie lo plantea así. Pero todos los pasos se tienen que ir dando de esta manera. Seguramente habrá que empezar a pilotarlo en dispositivos concretos y adaptar la respuesta, porque está claro que el abordaje que se haga en sanidad rural no va a ser la misma en la alta especialización de hospitales terciarios. Pero ese debe ser uno de los temas centrales de la gestión de profesionales en los próximos años.
Habláis de impulsar un pacto sobre la selección de profesionales sanitarios que establezca bases comunes en los procesos selectivos. Se da a entender que cada comunidad autónoma va por libre en este aspecto.
Si hablamos de falta de profesionales, de dificultad para la transición y para la movilidad geográfica, en realidad estamos hablando de heterogeneidad en los criterios de aplicación de toda la selección de profesionales. Tenemos que fijar unos mínimos. No puede ser que haya categorías profesionales para las cuáles haya comunidades autónomas que estén fijando procesos de selección cada tres años y que haya otras en las que desde hace diez o doce años no haya habido ningún proceso. Este último Gobierno ha hecho cosas a favor de eso, ha intentado homogeneizar o coordinar algunos procesos de selección de profesionales y creo que es hacia donde tenemos que ir. Pero no ha lugar a convertir una cosa en la que estamos en riesgo en una carrera y una competición entre autonomías. Es un tipo de política que, si bien hay que respetar las peculiaridades territoriales y la capacidad que cada uno tiene para gestionar, hay que intentar ejercer esa función de coordinación y de liderazgo que le imponen las competencias del Ministerio de Sanidad.
"Ligar el gasto sanitario al PIB como factor de marcaje es, en cierto modo tramposo e incluso no beneficioso; debería crecer en momentos de contracción económica y disminuir en momentos de expansión"
De la misma forma, proponéis una Estrategia de Salud Rural que incluiría una serie de incentivos para las plazas de difícil cobertura. ¿Cuáles serían?
Somos conscientes de que, por un lado, tienen que haber reformas estructurales que exploren un modelo de organización, que a lo mejor el lugar para pilotarlo no deben ser las zonas rurales que siempre acaban siendo perjudicados en todo tipo de experimento organizativo, y por otro lado tiene que haber incentivos económicos. Luego, no puede ser que nos estemos encontrando en muchas autonomías que hay zonas en las cuáles es difícil encontrar profesionales y lo que se están ofreciendo son contratos de tres o seis meses. Si sabemos que lleva años siendo difícil conseguir profesionales para esas zonas, ¿por qué no estamos ofreciendo contratos largos, interinidades o sacando esas plazas a OPEs? No tiene sentido y, sobre todo, cronifica el problema.
Atendiendo al gasto sanitario, en vuestro caso no ofrecéis un porcentaje concreto de cuánto se tiene que dedicar a la sanidad con respecto al PIB. ¿Es demasiado aventurado decir un número?
No hemos querido decir una cifra, principalmente porque utilizar el gasto sanitario como porcentaje del PIB como factor de marcaje, a mi parecer es en cierto modo tramposo e incluso no beneficioso. El Producto Interior Bruto es una medida de desarrollo de la economía que incluye, dentro de sus factores de crecimiento, indicadores que pueden no ser buenos para la salud como puede ser la venta de material armamentístico. Sin embargo, no tiene en cuenta otros aspectos como puede ser la economía de los cuidados. En muchas ocasiones, para medir las diferencias interterritoriales, a lo mejor sería mejor hablar de euros por habitante. Además, si estamos hablando de que viene una recesión económica, ligar el gasto sanitario al PIB es hablar de que vamos a hacer una desinversión en salud en los próximos años y comprometer recortes a futuro. A lo mejor, el gasto sanitario debería ser contracíclico y no procíclico. Tendría que crecer en momentos de contracción económica y disminuir en momentos de expansión.
Apostáis por la creación de una empresa farmacéutica pública. ¿Cómo se ejecutaría?
Esta propuesta parte de la base de que a día de hoy hay dos problemas que deben abordarse desde lo público. Por un lado, el hecho de que existen un montón de centros públicos en los cuáles se realiza investigación, principalmente centrada en la investigación básica, pero que no se dan pasos hacia su conversión en un producto final que pueda ser administrado al paciente. De tal forma, acabamos pagando la misma cosa dos veces: por un lado, por su precio de compra y, por otro, porque la pagamos en forma de conocimiento que generamos pero que luego no rentabilizamos. Por otra parte, nos encontramos que existen multitud de desabastecimientos de medicamentos a los que no estamos pudiendo dar respuesta por la no existencia de una iniciativa pública que tenga la capacidad para establecer una situación de alerta de salud pública y fabricarlos.
"Nuestra idea es tener una empresa farmacéutica pública que tenga capacidad para generar fármacos desde cero y llevarlos al paciente"
De esta forma, nuestra idea no es generar un laboratorio farmacéutico que sirva de desagüe para aquello que la industria farmacéutica no le resulte ya rentable fabricar y por eso desabastece, sino tener una empresa farmacéutica pública que tenga capacidad para generar fármacos desde cero y llevarlos al paciente. Además, como ya está en la dinámica de generación y fabricación, tenga la capacidad de dar respuesta a situaciones concretas de desabastecimiento. Y ejemplificamos que no es algo ficticio o utópico, sino que es real, con las terapias CAR-T académicas. Tenemos el ejemplo de una pública, de desarrollo y financiación pública en nuestro país. Ese tiene que ser el modelo. Está claro que no será un cambio rápido del modelo productivo de nuestro país que vire del turismo al desarrollo de la innovación biomédica, pero es un paso irrenunciable que va a impactar en el modelo de desarrollo de nuestro país, en la creación de puestos de trabajo de alta especialización y va a tener un retorno público en la forma de prestación farmacéutica.
En lo que respecta a la Oficina de Anticorrupción Sanitaria, ¿cómo se ejecutaría?
Creemos que en el ámbito de la sanidad, especialmente en lo que respecta a la contratación aunque no sólo ahí, existen peculiaridades dentro del campo de lo que sería la corrupción sanitaria que tal vez no se vean especialmente reflejadas ni en leyes de transparencia ni en fiscalías anticorrupción. Teniendo en cuenta la especial necesidad de velar por los bienes y el interés público del ámbito sanitario, es necesario centrar un especial interés en la materia de anticorrupción. Junto al área de la contratación, también abarca otros ámbitos de funcionamiento como la derivación intercentros, el establecimiento de redes paralelas de provisión por parte de proveedores privados, etc.