Este miércoles se ha dado a conocer el“Informe sobre el nivel socioeconómico y los estilos de vida de la población infantil y adolescente en España”, elaborado a partir del Estudio PASOS de la Gasol Foundation. Una de sus principales conclusiones, tal y como ha destacado la ministra de Sanidad, Mónica García, es que “el nivel socioeconómico de las familias es uno de los factores determinantes de los estilos de vida de los niños y niñas y, en consecuencia, los estilos de vida de aquellos que viven en entornos más vulnerables están más deteriorados”.
En este sentido, la ministra ha subrayado que “la obesidad infantil es un desafío multifacético que requiere un enfoque integral y coordinado” y que desde el Ministerio de Sanidad “estamos comprometidos a hacer nuestra parte e implementar políticas que promuevan un estilo de vida saludable desde la infancia”.
Además, “sabemos que nuestros esfuerzos no serán suficientes si no abordamos las desigualdades socioeconómicas que subyacen a este problema” y por ello es importante la colaboración entre diferentes sectores y actores de manera holística, incluyendo al Gobierno en su conjunto, las organizaciones no gubernamentales, el sector privado y la sociedad civil en general.
Nuestros esfuerzos no serán suficientes si no abordamos las desigualdades socioeconómicas que subyacen a este problema
También ha destacado la necesidad de abordar la obesidad infantil no solo desde la perspectiva sanitaria, sino de la salud integral de la población infantil, considerando aspectos económicos, educativos y comunitarios que afectan a los niños y sus familias. En este sentido, la ministra ha afirmado que desde el Ministerio de Sanidad se van a impulsar actuaciones concretas, como seguir fortaleciendo el uso de los patios de los centros educativos por las tardes para fomentar hábitos saludables entre los niños, niñas y adolescentes.
Según se explica en el documento, el nivel de estudios de los padres es la variable para la que se observan mayores diferencias en los minutos dedicados a la actividad física moderada o vigorosa por parte de los niños. Así, tener o no estudios universitarios representa 11,5 minutos de diferencia diarios, casi 70 horas menos al año en el caso de los niños/as cuyas madres, padres o tutoras/es legales no tienen este nivel de estudios. Además, los niños con unas peores condiciones socioeconómicas dedican 23 minutos menos al día a la práctica de actividad física moderada o vigorosa, lo que supone más de 11 horas al mes y casi 140 horas al año menos (casi 6 días completos al año).
Por parte de las pantallas, también aparece como principal variable el nivel socioeconómico. Donde se observan mayores diferencias es en el nivel de estudios de los padres, alcanzando 50 minutos más al día entre los niños y adolescentes con progenitores sin estudios universitarios. Combinando las tres variables, la población infantil y adolescente más expuesta a la vulnerabilidad socioeconómica estaría dedicando unos 16 días completos más en un año al uso de pantallas. A lo largo de su crecimiento, entre los 8 y los 16 años, serían alrededor de 4,2 meses completos más dedicados al uso de pantallas.
En cuanto al malestar psicológico, el porcentaje de población infantil y adolescente que declara sentirse preocupado, triste o infeliz supera el 30% en todos los casos; aunque de todas las variables analizadas, es en la que se hallan menores diferencias según nivel socioeconómico
En la alimentación, al igual que con el sueño, la variable de nivel socioeconómico para la que se halla una mayor diferencia en el nivel de adherencia a la dieta mediterránea es el nivel de estudios de los padres, concretamente 0,84 puntos menos en una escala de 16 puntos. Al mismo tiempo, los resultados indican que el porcentaje de población infantil y adolescente que presenta un nivel bajo de adherencia a la dieta mediterránea es un 11,5% mayor entre la población más expuesta a las desigualdades socioeconómicas; alcanzando ya a más de un 20% de esta población.
En cuanto al malestar psicológico, el porcentaje de población infantil y adolescente que declara sentirse preocupado, triste o infeliz es alarmante, ya que supera el 30% en todos los casos; aunque de todas las variables analizadas es en la que se hallan menores diferencias según nivel socioeconómico. Dicho porcentaje es un 2,4% mayor en la población expuesta a un menor nivel socioeconómico.
Finalmente, atendiendo al estado de salud percibido, teniendo en cuenta las tres variables de nivel socioeconómico, el estado de salud percibido es 6,4 puntos mayor, en una escala del 0 al 100, entre la población más favorecida. En global, la población infantil y adolescente autopercibe su salud en 79,4 puntos, siendo un valor menor al deseado en población infantil y adolescente de 8 a 16 años.