La Inteligencia Artificial tiene el potencial de cambiar de arriba a abajo la sanidad tal y como la conocemos. Cada vez son más los avances de la salud digital en materia de detección, tratamiento y seguimiento de las enfermedades. No obstante, como toda tecnología emergente, no está exenta de retos. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) avisaba en su informe sobre la IA que estas tecnologías "se están implementando rápidamente, a veces sin una comprensión completa de su funcionamiento, lo que podría perjudicar a los usuarios finales".
Es por ello que los expertos sanitarios ponen en valor la necesidad de regular la IA, uno de los grandes retos que se van a tener que acometer desde este mismo momento. La salud digital, centrada específicamente en la IA, podría incluso ayudar al personal sanitario a aplicar las mejores prácticas, eliminando la variabilidad clínica innecesaria y ayudando a los pacientes en la gestión de su salud. Pero, como decimos, es necesaria una regulación en este ámbito. Es por ello que desde España ya se ha puesto en marcha una Estrategia de Salud Digital del Sistema Nacional de Salud, que se aprobó por el Consejo de Ministros a finales del 2021.
Como no podía ser de otra manera, este plan tiene como una de sus líneas claves el uso de esta inteligencia. La propia exdirectora general de Salud Digital y Sistemas de Información para el Sistema Nacional de Salud, Noemí Cívicos, relataba en una entrevista para Consalud.es que “la IA sin duda será clave en el desarrollo de nuevos servicios digitales en los próximos años y así lo ha señalado ya la OMS, que ha identificado dentro de su propuesta general para la prestación de servicios de Salud Digital, como objetivo estratégico, promover el uso del big data y la Inteligencia Artificial, bajo los principios éticos adecuados y una revisión de las regulaciones asociadas".
Los expertos sanitarios ponen en valor la necesidad de regular la IA
Igualmente, Cívicos remarcaba que gracias a esta tecnología “encontramos nuevas herramientas y mecanismos que nos ayudan a ofrecer diagnósticos más rápidos y precisos, mejorar la calidad asistencial ofrecida al paciente, encontrar tratamientos más efectivos, y optimizar los recursos sanitarios disponibles”. Además, también se está teniendo ya en cuenta esta tecnología para desarrollar incluso nuevos fármacos, la interpretación de imágenes radiológicas y pruebas diagnósticas, y en el análisis del genoma de un paciente, “ayudando a entender la progresión de una enfermedad”. Asimismo, optimiza los recursos sanitarios disponibles, automatizando tareas repetitivas, y acelerando la interpretación de los datos, así como de dispositivos de monitorización personal que permiten al paciente involucrarse de forma cada vez más activa en el cuidado de su propia salud, como aclaraba Cívicos.
Por ello, y teniendo en cuenta todas estas cuestiones, la Estrategia de Inteligencia Artificial ha determinado siete objetivos estratégicos o resultados a conseguir de manera general y más allá del ámbito sanitario: la excelencia científica e innovación en Inteligencia Artificial; la proyección de la lengua española; la creación de empleo cualificado; la transformación del tejido productivo; la creación de confianza en el uso de la IA; la incorporación de valores humanistas a la IA; y el desarrollo de una IA inclusiva y sostenible.
Por otro lado, se busca también potenciar el uso de plataformas de datos e infraestructuras tecnológicas que den soporte a la IA. Por ejemplo, la propia estrategia prevé el desarrollo del marco regulatorio de Open Data, que va a ser muy importante para el tratamiento de terceros de nuestros datos sanitarios. También se quiere potenciar el uso de la IA en la Administración Pública y en las misiones estratégicas nacionales. Por ello, la estrategia plantea la creación de misiones estratégicas en el área de salud, con las que se integrarán algunos de los proyectos de esta Estrategia de Salud Digital. Finalmente, se pretende desarrollar un marco ético y normativo que refuerce la protección de los derechos individuales y colectivos, “a efectos de garantizar la inclusión y el bienestar social”.
Se pretende desarrollar un marco ético y normativo que refuerce la protección de los derechos
En cuanto a este marco ético, la OMS también ha manifestado su inquietud ante la adopción “precipitada de sistemas no comprobados”, que podría “inducir a errores por el personal de salud, causar daños a los pacientes, erosionar la confianza en la IA y, por tanto, socavar (o retrasar) los posibles beneficios y usos a largo plazo de tales tecnologías en todo el mundo”. Por ello, la entidad propone algunas cuestiones sobre las que los agentes legislativos deberán poner su atención. Así, se debe tener en cuenta el sesgo de los datos, la corrección de las respuestas, consentimiento para el uso de datos, desinformación y, en términos generales, la seguridad y protección del paciente.
Europa ya ha dado algunos pasos en este sentido. No en vano, a mediados de junio de este año la Unión Europea dio luz verde a la primera Ley de Inteligencia Artificial del mundo. La UE busca con esta ley “establecer un marco jurídico uniforme para el desarrollo, la comercialización y el uso de la inteligencia artificial de conformidad con los valores de la unión”.
La regulación cuenta con el establecimiento de varios niveles de riesgo: inaceptable, alto y limitado. Además, también hacía referencia a IA generativa (por ejemplo, ChatGPT). “Aunque muchos sistemas de IA plantean un riesgo mínimo”, se remarca, “es necesario evaluarlos todos”. Así, todas estas consideraciones serán también tomadas en cuenta dentro de la UE ante cualquier tecnología novedosa en el ámbito de la sanidad.