“Tiempo de actuar”. Este ha sido el lema bajo el que se ha celebrado en Madrid la Cumbre del Clima (COP25) más larga de la historia (del 2 de diciembre al 13 de diciembre de 2019) ya que ha superado en 36 horas de retraso a la celebrada en Durban (Sudáfrica) en 2011. Un punto de encuentro en el que se han dado cita delegaciones procedentes de casi 200 naciones con el objetivo de alcanzar un consenso real y efectivo a nivel internacional para combatir el cambio climático y sus consecuencias.
Pero el resultado no ha sido el esperado. O al menos, no tan ambicioso como se había planteado en un principio. “Débil” es el término con el que mejor se puede resumir el resultado de la COP25 que nos ha dejado claro que la brecha existente entre los Gobiernos y la ciencia relativa a la crisis climática que atraviesa el planeta no ha hecho más que agrandarse.
Los casi dos días de retraso sobre la fecha prevista de finalización únicamente han conseguido traducirse en un tímido compromiso de llamamiento a los países a que trabajen sobre planes y objetivos más ambiciosos para luchar contra el cambio climático.
Aplazamiento del desarrollo del artículo del Acuerdo de París referido a los mercados de dióxido de carbono ante la imposibilidad de llegar a un consenso sobre el texto en el que se establecerá el intercambio de emisiones entre países
Uno de los aspectos más llamativos en relación a los escasos objetivos que se han alcanzado en la COP25 ha sido el aplazamiento del desarrollo del artículo del Acuerdo de París referido a los mercados de dióxido de carbono ante la imposibilidad de llegar a un consenso sobre el texto en el que se establecerá el intercambio de emisiones entre países. Este era uno de los puntos clave la Cumbre del Clima que quedará aplazado hasta la celebración de la próxima cumbre en Glasgow en 2020. Un ejemplo de la poca eficacia de la estructura de estas citas en las que cerca de 200 países deben llegar a consensos de forma unánime.
La COP25 ha dejado una conclusión clara: las emisiones de gases de efecto invernadero se encuentran muy por encima de los niveles recomendados por el Acuerdo de París. El texto recoge el límite del calentamiento del planeta menos de dos grados centígrados, con la recomendación de detenerlo en 1,5ºC.
En estos términos, el 2018 fue un año nefasto ya que se alcanzó el máximo histórico con la emisión de 55.200 millones de toneladas a la atmósfera. Las estimaciones de la ONU indican que estas emisiones deberían recortarse en un 55% de aquí a 2030. Tenemos una década para actuar.
EL CAMBIO CLIMÁTICO Y LA SALUD
Uno de los aspectos que ha pasado más desapercibo en esta cumbre ha sido la relación entre las consecuencias del cambio climático y nuestra salud. Unos hechos innegables que empeoran ante la falta de planes sólidos y consensos internacionales para combatir el cambio climático.
Las emisiones de CO2 a la atmósfera no solamente provocan el efecto invernadero. El aire que respiramos cada vez está más contaminado. El cambio climático está modificando el desarrollo y área geográfica de las enfermedades infecciosas. Las olas de calor y frío, sequías y demás fenómenos meteorológicos adversos están afectando a nuestra salud.
Los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre los efectos en la salud de los españoles de la contaminación atmosférica nos dejan una alarmante fotografía: más de 10.000 muertes anuales. La cifra se torna aún más funesta si atendemos a la cifra global; más de siete millones de personas.
El 2018 fue un año nefasto ya que se alcanzó el máximo histórico con la emisión de 55.200 millones de toneladas a la atmósfera
La Agencia Europea de Medio Ambiente ha publicado numerosos estudios en los que muestra la relación directa entre el cambio climático y la calidad del aire que respiramos. La OMS estima que nueve de cada 10 personas respiran aire contaminado en el mundo.
Julio Díaz, investigador de la Escuela Nacional del ISCIII en el Departamento de Epidemiología y Bioestadística, explica a este medio que, en caso de que no se comiencen a tomar las medidas oportunas para frenar el calentamiento global (en los peores escenarios se apunta a un incremento en el futuro de seis grados de la temperatura media de España), cada vez se van a producir olas de calor más intensas.
“Estas olas de calor tienen un impacto en la salud muy claro”, ha destacado. De acuerdo a los datos ofrecidos por Díaz, en el periodo comprendido entre los años 2000 y 2010 se produjeron alrededor de 1.300 muertes anuales en España atribuibles al calor. “Si no hay ninguna adaptación hablaremos de 12.000 muertes al año”.
“Las ciudades cada vez van a tener más contaminación y por su estructura, van a favorecer el efecto de isla térmica aumentando el efecto de las olas de calor, a su vez, se van a llenar de personas con unos niveles de contaminación cada vez más elevados”, asegura.
“La contaminación está afectando a muchas más enfermedades que como el cáncer de pulmón, tal y como señala la propia OMS, las partículas PM2,5 han sido reconocidas como carcinógeno”, y recientes investigaciones han demostrado su relación con el cáncer de mama. Pero no se trata solamente de cáncer.
“Se está relacionando la contaminación con enfermedades neurodegenerativas. Con casos de alzhéimer o demencia”, ha explicado señalando que la contaminación ya tiene efectos negativos en los seres humanos incluso antes de nacer.
“Está ya muy demostrado que las personas que viven en ciudades con elevados niveles de contaminación padecen más cáncer de pulmón y enfermedades cardíacas y respiratorias que las que residen en zonas con el aire más limpio”, destaca en la entrevista concedida a este medio por Mariano Pastor, miembro de la Junta Directiva de la Federación Española de Asociaciones de Pacientes Alérgicos y con Enfermedades Respiratorias (Fenaer) y presidente de la Asociación Alfa-1.
"El cambio climático es uno de los ejes que definen el abordaje de enfermedades infecciosas tropicales, ya que tiene influencia en el patógeno, el hospedador-vector y en cómo la globalización nos afecta"
Agustín Benito, director del Centro Nacional de Medicina Tropical (CNMT) del ISCIII explica en declaraciones a la citada institución, que uno de los vínculos menos conocidos en la relación entre el cambio climático y la salud es que “redistribuye enfermedades”. "El cambio climático es uno de los ejes que definen el abordaje de enfermedades infecciosas tropicales, ya que tiene influencia en el patógeno, el hospedador-vector y en cómo la globalización nos afecta".
"Es vital visibilizar la relación entre cambio climático y salud: media en el cambio de ecosistemas y nos hace entrar en contacto con reservorios de enfermedades con las que antes apenas teníamos contacto", recalca Agustí Benito.
¿SE HAN ADOPTADO MEDIDAS REALES Y EFECTIVAS?
La COP25 puede resumirse con una palabra: ambición. El sentimiento que se desprende de una de las cumbres más mediáticas es el de decepción ante los oídos sordos que se continúa haciendo por parte de los Gobiernos del clamor de las sociedades y de las constantes alarmas de la ciencia.
A pesar de la exposición de todos los datos expuestos la COP25 no ha conseguido establecer un calendario específico en relación al Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. El fracaso en los mercados de carbono anteriormente expuestos es un fiel reflejo de la continua fricción que ha sido la tónica en la mayoría de las negociaciones.
Donde sí se ha conseguido establecer unas directrices ha sido en la ampliación del Fondo Verde con el objetivo de que se amplíe su ámbito de financiación. A través de este se pretende ofrecer ayuda a los países más vulnerables a la hora de mitigar las consecuencias del cambio climático, así como la adopción de medidas para que puedan adaptarse a este. Además, por primera vez, se destinarán recursos para los daños y pérdidas que se sufran.
Las políticas relacionadas con el clima deben ser permanentemente actualizadas en base a los avances científicos que se vayan produciendo
Uno de los aspectos positivos de la COP25 ha sido el denominado como Green New Deal. Un acuerdo de la Unión Europea con el compromiso de cero emisiones netas para el 2050. En este se recoge también el compromiso de 70 de los 197 países participantes en la mejora de sus planes climáticos a lo largo del próximo año.
Se ha rubricado el acuerdo Chile-Madrid a través del que se reconoce que las políticas relacionadas con el clima deben ser permanentemente actualizadas en base a los avances científicos que se vayan produciendo.
Dentro de este marco se ha reconocido además la figura del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas.
“Estoy decepcionado con los resultados de la COP25. La comunidad internacional ha perdido una oportunidad importante para mostrar una mayor ambición en mitigación, adaptación y financiación para hacer frente a la crisis climática”, expresa Antonio Guterres, secretario General de Naciones Unidas.
La falta de acuerdos más ambiciosos y efectivos tiene un único responsable: el bloqueo del mapa geopolítico. Durante las dos semanas que ha durado la cumbre la tónica general ha sido el “secuestro” de las negociaciones por parte de los países más contaminantes.
Un problema al que se ha sumado las posturas de China, Estados Unidos, Rusia e India que no se han comprometido a desarrollar planes de recortes de sus emisiones. La COP25 se despide con un escenario político internacional mucho más complejo que el tablero sobre el que se rubricó el Acuerdo de París. Ahora la vista está puesta en la que se celebrará en 2020. Año en el que debe comenzar a ejecutarse el citado Acuerdo. Y, una vez más, la preocupante salud de la Tierra y, por ende la nuestra, se encuentra en mano del desarrollo e intereses de las relaciones políticas.