Médicos de todo el mundo se enfrentan a la resistencia antimicrobiana limitando el uso de los antibióticos. Un problema, a nivel general, que afecta a los dermatólogos en particular. De hecho en dermatología hay mayores tasas de prescripción de antibióticos en comparación con otros especialistas, de las cuáles dos de cada tres van dirigidas a tratar el acné.
Esto quiere decir que los antibióticos en esta especialidad se utilizan de forma algo diferente. Los médicos entonan el ‘mea culpa’ y son conscientes de que tienen que mejorar la información al paciente: “No estamos exentos de culpa. De todas las prescripciones dermatológicas, más de la mitad son antibióticos. Y de los preparados para el acné, la gran mayoría, un 46%, también tienen antibióticos”, explica la doctora Lorea Bagazgoitia en ConSalud Podcast.
“En general los países que tienen políticas más rígidas se comportan mejor y tienen menor resistencia a los antibióticos”, prosigue
“No son tan efectivos ni tan útiles, ni solucionan la papeleta en el acné”, explica esta dermatóloga. En este sentido entra en juego la política de cada país en torno a los antibióticos: “En general los países que tienen políticas más rígidas se comportan mejor y tienen menor resistencia a los antibióticos”, prosigue.
Además de hacer menos eficaces los tratamientos, la resistencia antibiótica tiene otros efectos secundarios e impactos para la salud. “El uso en la piel tiene bastante relevancia. La resistencia no se limita solo a la cara en el caso del acné, sino que se extiende a otras zonas del cuerpo”, cuenta Bagazgoitia. También se pueden colonizar bacterias resistentes en la garganta, es decir, pacientes que han tenido un tratamiento largo en el acné pueden acabar teniendo infecciones faríngeas.