La exposición a espacios verdes es considerada como beneficiosa para la salud. Los estudios experimentales a nivel individual indican que la exposición a los espacios verdes contribuye a mejorar el estado de ánimo y las funciones cognitivas, como la reducción del estrés, la ansiedad, y la fatiga mental, incluso puede llegar a acortar el tiempo de recuperación tras una intervención quirúrgica.
Los estudios observacionales, tanto a nivel individual como poblacional, indican que los espacios verdes se asocian a un menor riesgo de mortalidad y morbilidad, es decir, con una mejor salud mental, cardiovascular, y respiratoria. Las investigaciones también apuntan que la exposición a los espacios verdes está relacionada con la actividad física y la reducción de los casos de obesidad, diabetes, alergias y mejora de la función del sistema inmunitario, además de mejores resultados en el embarazo y una mayor calidad de vida en general.
Los trabajos en este campo se han centrado principalmente en evaluar el efecto de la magnitud del espacio verde. La hipótesis subyacente es que una mayor disponibilidad de espacio verde aumenta el uso de los entornos al aire libre para diversas actividades y mitiga los elementos adversos, como la contaminación del aire, el ruido y el calor, lo que en consecuencia contribuye a mejorar los resultados en materia de salud.
La exposición a los espacios verdes también está relacionada con la actividad física y la reducción de los casos de obesidad, diabetes o alergias
Entre los parámetros utilizados con frecuencia para evaluar la magnitud de los espacios verdes se incluyen el porcentaje de espacios verdes, la cubierta de copas de los árboles, el índice de vegetación de diferencia normalizada, el índice de vegetación mejorado, el número de parques, la proximidad a los espacios verdes y la frecuencia de visitas a los parques. Estos estudios proporcionan una idea general de que un entorno más verde está asociado a una mejor salud. Esta idea ha influido en los proyectos de inversión en espacios verdes urbanos, lo que ha llevado a los planificadores, diseñadores y responsables políticos a centrarse principalmente en el aumento de la cubierta vegetal, especialmente de las copas de los árboles.
En los entornos urbanos, sin embargo, la disponibilidad de suelo para espacios verdes se ve limitada por la necesidad de viviendas, infraestructuras y redes viarias para la vida cotidiana. Aunque la integración de espacios verdes es crucial para el bienestar humano, no resulta práctico convertir todo el terreno disponible en zonas verdes. Además, es importante preservar los grandes céspedes existentes, que sirven de espacios cruciales para las actividades físicas y sociales, en lugar de sustituirlos por completo con iniciativas como la plantación generalizada de árboles, centrada únicamente en aumentar la cantidad de verdor.
Según los expertos, los parques más grandes se han relacionado con niveles más bajos de enfermedades crónicas entre los adultos mayores. Una mayor agregación y conectividad de los terrenos urbanizados de baja intensidad dominados por la vegetación se asocia con un menor riesgo de muerte por cáncer de colon. Por el contrario, las mayores distancias entre matorrales se relacionan con mayores probabilidades de sufrir trastornos mentales frecuentes y una morfología más fragmentada de los espacios verdes se asocia con una menor esperanza de vida.
Los estudios apuntan que una morfología más fragmentada de los espacios verdes se asocia con una menor esperanza de vida
Aunque convincentes, es importante señalar que estos estudios se realizaron a distintas escalas espaciales, utilizaron mapas de la cubierta terrestre de diferente resolución, desde fina a gruesa, emplearon diversas métricas y exploraron diversos resultados sanitarios. Una nueva revisión sistemática explora las posibles influencias de las metodologías, la resolución de los datos, la escala espacial y las métricas específicas en los resultados de la investigación para destacar las conexiones entre la morfología de los espacios verdes y los resultados en materia de salud.
Las conclusiones de este estudio apuntan que la bibliografía predominante en este ámbito señala sistemáticamente que la morfología de los espacios verdes está asociada a la mejora de los resultados en materia de salud y que esta correlación es evidente a distintas escalas geográficas. Sin embargo, la bibliografía actual se compone predominantemente de estudios observacionales que utilizan un diseño de estudio ecológico, con una notable heterogeneidad entre los resultados de la investigación. En consecuencia, el nivel actual de certeza de estos datos se considera bajo.
Para reforzar la inferencia causal, las futuras investigaciones deberían dar prioridad a las cohortes prospectivas a nivel individual y a los estudios de intervención. Además, la incorporación de análisis de mediación debería revelar las variables que influyen en las complicadas relaciones entre la morfología de los espacios verdes y la salud. Las futuras iniciativas de investigación también deberían tener en cuenta en sus análisis factores como la resolución de los mapas, la escala, el control de los factores de confusión y los niveles de verdor. Estos factores mejorarán la comprensión de las complejas relaciones entre la morfología de los espacios verdes y la salud.