Históricamente se ha relacionado la infección grave por virus respiratorio sincitial (VRS) con los niños pequeños. Su sistema inmunitario más vulnerable y el contacto con otros niños genera el campo de cultivo perfecto para que este virus se convierta cada invierno en una epidemia con importante impacto en la salud infantil: es la principal causa de enfermedades respiratorias en los más pequeños y de hospitalización de menores de 1 año. El foco se ha puesto históricamente en ellos, pero la verdad es que los adultos mayores también presentan vulnerabilidad a esta patología infecciosa.
La prueba de que con la edad el sistema inmunitario se refuerza gracias a la inmunidad innata y a la adaptativa, ha llevado a que, incluso ahora, tanto por parte de profesionales sanitarios como por parte de la sociedad, se desconozca los efectos que este virus puedan tener en los pacientes mayores y su relación con enfermedad respiratoria grave.
Lo cierto, es que, pese a la existencia de pocos datos y a que cuando más mayor se es menor muestra vírica se presenta en las fosas nasales, en adultos, al igual que en niños, el VRS puede generar resfriados o catarros comunes, pero también bronquitis y neumonía, especialmente en pacientes mayores y adultos con problemas de salud, aunque los actuales test de antígenos no lo detecten apenas.
Los pacientes crónicos mayores de 65 años tienen entre 1,2 y 28 veces más probabilidades de ser hospitalizados por VRS
Según diferentes estudios, los pacientes crónicos mayores de 65 años tienen entre 1,2 y 28 veces más probabilidades de ser hospitalizados por esta condición, con una tasa de mortalidad entre los ingresados de un 6-8%. Una cifras que se multiplican con la edad y el efecto de la inmunosenescencia, los cambio que se producen en el sistema inmunitario a causa del envejecimiento y que afectan a la inmunidad innata y adaptativa.
Como señala el artículo ‘Hidden hospitalizations’ publicado recientemente en la revista de corte científico ‘Nature’, desde los años 80 se conoce el impacto que este agente patógeno tiene en las personas mayores. Entonces no existía tratamiento para esta patología. Una situación que, pese a que todavía se mantiene cierto desconocimiento profesional y social, está cambiando, con la aparición de tratamientos y medidas de prevención.
LA CLAVE, LA VACUNACIÓN
Reino Unido, Austria o Canadá son los principales países que actualmente han puesto las bases para incorporar en sus calendarios vacunales la inmunización frente al VRS de los mayores. Actualmente, como señala el artículo de ‘Nature’ las vacunas se encuentran en fase III de ensayo clínico y se estima que estarán disponibles a finales de 2024.
Estos fármacos han demostrado una importante tasa de eficacia: la vacuna de GSK, la que actualmente está en fase más avanzada de desarrollo, muestra un 83% de eficacia en la prevención de la infección por VRS en los adultos mayores de 60 años y de casi el 95% en aquellos con al menos una condición médica subyacente. Pfizer, Moderna y Nordic son otras compañías farmacéuticas que están estudiando sus propios fármacos de prevención, en el caso de Pfizer con resultados semejantes.
La realidad, denuncian los expertos, es que, si los profesionales sanitarios desconocen la relación entre el virus respiratorio sincitial y los adultos, no recomendarán la vacuna. La falta de test fiables para detectar carga viral nasal, el infrauso de las PCR que se han mostrado más eficaces, el desconocimiento existente y la priorización de los más pequeños es uno de los desafíos que hacer frente, pero como destaca el artículo de ‘Nature’, “el pobre conocimiento de la prevalencia del VRS y su impacto en las personas mayores es uno de los elementos claves que atender para que la vacunación evite las altas tasas de ingresos y mortalidad que provoca esta infección en pacientes de edad avanzada y con comorbilidades”.