En la búsqueda de tratamientos para la demencia, son numerosos los estudios que se están llevando a cabo. De vez en cuando, algunos de ellos arrojan conclusiones positivas, que prometen cambiar el paradigma de la enfermedad o, por lo menos, la forma de entenderla. Sin embargo, a pesar de que pueden suscitar un gran interés para la comunidad científica, muchos de ellos no son aplicables realmente a pacientes y, algunos, nunca lo serán.
En este contexto, la Universidad de Oxford ha llevado a cabo un nuevo ensayo que revela que el sildenafil, comúnmente conocido como Viagra, mejora el flujo sanguíneo al cerebro y la función de los vasos en pacientes con mayor riesgo de demencia vascular. Los pequeños vasos sanguíneos son los protagonistas de este trabajo, pues su daño crónico no solo es la principal causa de demencia vascular, sino que también contribuye al 30% de los accidentes cerebrovasculares y al 80% de las hemorragias cerebrales.
“El sildenafil pertenece a un grupo de fármacos que son vasodilatadores, lo que significa que tienen un impacto sobre los capilares y la actividad sanguínea"
La presión arterial alta, la reducción del flujo sanguíneo al cerebro y la función deteriorada de los vasos sanguíneos exacerban estas condiciones, por lo que los hallazgos de este ensayo parecen ser particularmente cruciales. Así, sildenafil aumentó el flujo sanguíneo en los vasos cerebrales grandes y pequeños, medido mediante ecografía y resonancia magnética, y mejoró la respuesta del flujo sanguíneo al dióxido de carbono. Esto indica una mejor función cerebrovascular.
“El sildenafil pertenece a un grupo de fármacos que son vasodilatadores, lo que significa que tienen un impacto sobre los capilares y la actividad sanguínea. Además, pueden tener mecanismos de acción sobre los compuestos, que hacen que los vasos se dilaten. Este fármaco puede tener una cierta utilidad en el tratamiento del deterioro cognitivo y de las enfermedades neurodegenerativas”, explica para ConSalud.es el Dr. Guillermo García-Ribas, miembro del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
No obstante, el doctor recalca que este estudio necesita corroboración, ya que “únicamente se basa en series de casos”. En este sentido, sería necesario llevar a cabo un ensayo clínico dirigido específicamente para este evento. “Lo que se ha demostrado es que hay una tendencia o una correlación, pero hay que probar que esto no es una casualidad, sino que es causal. Es decir, que el efecto del fármaco realmente produce un impacto en el deterioro cognitivo”.
Esto se traduce en que, por el momento, el estudio no es aplicable a pacientes, aunque también hay ciertos ensayos clínicos en marcha con fármacos de la misma familia. “Para integrar estos hallazgos en la práctica clínica es necesaria la realización de un ensayo clínico específico dirigido en personas en tratamiento directo con este tipo de fármacos. Sin embargo, lo más probable es que no se lleven a cabo por problemas de patente, y que se utilicen otros fármacos de la misma familia que no tengan problemas de comercialización”.
Por otro lado, el doctor indica que hay que tener cuidado, ya que estos fármacos pueden tener riesgo cardiovascular, y no son selectivos del cerebro. Por ello, tienen ciertas complicaciones y ciertos riesgos, especialmente cardiovasculares. Las personas que tienen enfermedad de Alzheimer o deterioro cognitivo suelen ser mayores y polimedicados, con factores de riesgo cardiovascular o de fragilidad.
A pesar de todo, en la actualidad hay cada vez más avances en lo relativo a la mejora de los elementos de diagnóstico y de posibilidades de empezar a tratar ya directamente la causa última de la enfermedad, que es un depósito anormal de proteínas. “Los tratamientos de anticuerpos dirigidos contra estas proteínas son los que por ahora están demostrando que puede haber un cierto cambio en el tipo de tratamiento que tenemos”.
“Los tratamientos de anticuerpos dirigidos contra estas proteínas son los que por ahora están demostrando que puede haber un cierto cambio en el tipo de tratamiento que tenemos”
La llegada de tratamientos avanza, pero a un ritmo lento, debido a algunos retos que deben enfrentar los investigadores. “Las principales dificultades que enfrenta la comunidad científica en la búsqueda de tratamientos de la demencia parten de que se trata de una enfermedad difícil de evaluar desde el punto de vista clínico. No hay posibilidad de hacer una biopsia de tejido cerebral, y en muchas de las personas que están afectadas concurren diversos factores, no solo vasculares sino también degenerativos o de edad”. Esto hace que el espectro de la enfermedad sea muy variable y la evaluación de terapias que pueden ser válidas para un grupo no lo sean para otro. “Ocurre siempre que hablamos de enfermedades que son muy prevalentes”, concluye el experto.
El ensayo OxHARP de Oxford fue un estudio doble ciego controlado con placebo, en el que participaron 75 participantes que habían sufrido un accidente cerebrovascular menor y mostraban signos de enfermedad de vasos pequeños de leve a moderada. Cada participante recibió sildenafil, un placebo y cilostazol (un fármaco similar) durante períodos de tres semanas en orden aleatorio. El estudio empleó pruebas de fisiología cardiovascular, ecografías y resonancias magnéticas funcionales para evaluar los efectos de los fármacos.