Un grupo de investigadores de la Universidad de McMaster (Ontario, Canadá) ha hallado que los niños que son vacunados cada año contra la gripe en las campañas de vacunación específicas de cada temporada, desarrollan anticuerpos que también brindan una protección más amplia contra futuras cepas, incluidas aquellas con potencial pandémico. Una situación que no se replica en los adultos.
Los resultados del estudio han sido publicados en la revista Cell Reports Medicine y podrían sentar las bases de una vacuna universal contra el virus de la influenza en niños, grupo especialmente vulnerable a las complicaciones graves de la enfermedad como la neumonía, la deshidratación y, en casos excepcionales, muerte.
Se sabe poco sobre cómo la vacunación contra la gripe estacional afecta a las respuestas inmunitarias de los niños, que son una fuente importante de transmisión de la gripe y un grupo de riesgo elevado”, señala Matthew Miller, autor principal del estudio y profesor asociado en el Instituto Michael G. para la Investigación de Enfermedades Infecciosas. “Comprender cómo la vacunación estacional y las diferentes formulaciones de vacunas dan forma a la inmunidad infantil es fundamental para una prevención eficaz”.
Las respuestas inmunitarias de niños y adultos son diferentes en el caso del virus de la influenza. Miller expone en este sentido que, a diferencia de los niños más pequeños, la mayoría de los adultos se han infectado con el virus y vacunado contra la gripe en numerosas ocasiones a lo largo de la vida.
“Cuando administramos vacunas para adultos, generan una respuesta inmunitaria muy específica contra las cepas estacionales. Los adultos simplemente no generan respuestas inmunitarias a las vacunas contra la gripe estacional capaces de protegerlos de los virus pandémicos como pueden hacerlos lo niños”
“Cuando administramos vacunas para adultos, generan una respuesta inmunitaria muy específica contra las cepas estacionales. Los adultos simplemente no generan respuestas inmunitarias a las vacunas contra la gripe estacional capaces de protegerlos de los virus pandémicos como pueden hacerlos lo niños”, añade Miller.
Los autores de la investigación que nos ocupa destinaron tres años al estudio de las respuestas inmunitarias en niños y jóvenes con edades comprendidas entre los seis meses y los 17 años. Un trabajo que les ha permitido descubrir que, a medida que los niños crecían, se volvían menos capaces de producir anticuerpos ampliamente protectores como consecuencia de su repetida exposición a la influenza, bien por vacunación o por infección natural.
Si bien las intervenciones no farmacológicas establecidas para controlar la propagación de la Covid-19, como el distanciamiento social o el uso de mascarillas, han tenido una incidencia notable y directa en la reducción de las tasas de influenza en estos dos últimos años, el experto no duda en pronosticar que la influenza estacional regresará y puede hacerlo con formas más peligrosas.
A lo largo de los últimos 100 años la influenza ha causado cinco pandemias. La gripe española de 1918-1919 acabó con la vida de aproximadamente 50 millones de personas en todo el mundo en un momento en el que la población global era de alrededor de 1.800 millones (menos de una cuarta parte de la actual).
Para la realización del estudio los investigadores compararon también dos formas de vacuna: la vacuna contra la gripe convencional y una vacuna en aerosol nasal que funciona en el tracto respiratorio superior, donde la infección se produce primero. Ambos tipos de vacunas funcionaron igual de bien a la hora de generar anticuerpos ampliamente protectores.
“Este es un hallazgo importante porque significa que tenemos flexibilidad en cuanto al tipo de vacuna que podemos usar para hacer una vacuna universal para niños. Ahora sabemos que el sistema inmunitario de los niños es mucho más flexible que el de los adultos cuando se trata de enseñarles cómo generar respuestas protectores generales”, concluye Miller.