La comprensión sobre cómo el uso de los antibióticos genera resistencia es crucial para poder desarrollar estrategias orientadas a solucionar el que ya se erige como un problema de salud pública a nivel global. Uno de los desafíos que plantea esta tarea es que la relación uso-resistencia entre patógenos y antibióticos continúa sin estar clara. Una problemática sobre la que profundizamos a través de un minucioso análisis publicado en PLOS Biology sobre el uso estacional de los antibióticos y la carga que esto puede suponer en el aumento de la resistencia antimicrobiana.
Partiendo de esta base se ha analizado la relación uso-resistencia estacional de tres tipos de especies (Staphylococcus aureus, Escherichia coli y Klebsiella pneumoniae) y cinco clases de antibióticos (penicilinas, macrólidos, quinolonas, tetraciclinas y nitrofuranos). Este trabajo ha sido desarrollado en base al análisis de datos de los hospitales de Boston Brigham and Women’s Hospital (BWH) y el Massachusetss General Hospital (MGH), entre 2007 y 2019 y entre 2007 y 2016, respectivamente.
Entre las principales conclusiones del estudio encontramos que cada una de las cinco clases de antibióticos incluidas en la investigación han reportado patrones estacionales de uso “estadísticamente significativos”. Las penicilinas y los macrólidos se recetaron con mayor frecuencia, con promedios durante todo el año de 4,8 y 4,1 solicitudes diarias por cada 10.000 personas.
Se prescribieron quínolas, tetraciclinas y nitrofuranos con promedios durante todo del año de 1,8; 1 y 0,54 solicitudes diarias por cada 10.000 personas respectivamente. Las penicilinas mostraron el mayor cambio de magnitud en la tasas de prescripción a lo largo de las estaciones, con el componente estacional con una amplitud de 1,1 solicitudes diarias adicionales por cada 10.000 personas (IC del 95%, 0,96 a 1,3). Le siguieron los macrólidos (amplitud, 0,74; IC 95%, 0,59 a 0,89), quinolonas (amplitud, 0,081; IC 95%, 0,044 a 0,12), nitrofuranos (amplitud, 0,044; IC 95%, 0,024 a 0,064) y uso de tetraciclinas (amplitud, 0,031; IC del 95%, 0,011 a 0,052).
“La resistencia siguió siendo estacional para las nueve combinaciones de especie y antibiótico después de ajustar por edad y sexo del paciente, con amplitudes de estacionalidad estadísticamente significativas, aunque la magnitud de las amplitudes estimadas disminuyó entre un cero por ciento y un 32% en comparación con el modelo no ajustado”
Cabe señalar que el momento del pico de la prescripción varía en función de la clase de antibiótico. El uso de macrólidos y penicilina alcanzó su punto máximo en invierno, alrededor de finales del mes de enero y principios de febrero. El uso de tetraciclina y nitrofurano alcanzó su punto máximo en verano entre mediados de junio y finales de agosto. Finalmente, el uso de quinolonas alcanzó su punto máximo en dos momentos del año: a principios de los meses de enero y julio.
La resistencia fue estacional para nueve de las 15 combinaciones de especie y antibiótico, con amplitudes significativas. La resistencia a la ciprofloxacina y la resistencia a la nitrofurantoína fueron estacionales en las tres especies con un período de 12 meses. La resistencia a la eritromicina en S. aureus también fue estacional con un período de 12 meses.
Por el contrario, la resistencia a la tetraciclina no fue estacional en ninguna de las tres especies. Los patrones estacionales de resistencia a los antibióticos del tipo penicilina fueron variables entre las especies. La resistencia a la oxacilina en S. aureus fue estacional con un período de 12 meses, mientras que tanto la resistencia a la penicilina en S. aureus y resistencia a amoxicilina/clavulanato en E. coli y K. pneumoniae no cumplió con el criterio de estacionalidad. La resistencia a la ampicilina en E. coli fue la única combinación especie-antibiótico con una amplitud estadísticamente significativa (0,034; IC del 95%, 0,019 a 0,049) que mostró un período de seis meses en estacionalidad. Sin embargo, a pesar de tener un ajuste ligeramente peor, el modelo de período de 12 meses de resistencia a la ampicilina en E. coli también indicó estacionalidad.
La resistencia alcanzó su punto máximo en los meses de invierno a primavera en las nuevas combinaciones estacionales de especies y antibióticos, con picos que van desde principios de diciembre hasta mediados de abril.
“Para explorar más a fondo si la estacionalidad observada de la resistencia podría atribuirse a un muestreo estacionalmente variado de la demografía de los pacientes y los sitios de infección, repetimos el análisis de resistencia en el conjunto de datos completo con todos los aislamientos después de incluir las covariables en nuestro modelo para ajustar la edad y el sexo del paciente”, señalan los autores del estudio.
“La resistencia siguió siendo estacional para las nueve combinaciones de especie y antibiótico después de ajustar por edad y sexo del paciente, con amplitudes de estacionalidad estadísticamente significativas (FDR < 0,05), aunque la magnitud de las amplitudes estimadas disminuyó entre un cero por ciento y un 32% en comparación con el modelo no ajustado”, concluyen.