No cabe duda de que las implicaciones y aplicaciones de la inteligencia artificial en nuestra salud son cada vez mayores. Pese a que, en la Unión Europea, ya contamos con la primera ley sobre IA, todavía quedan algunas cuestiones por contestar y algunos límites que acotar. Y eso es precisamente lo que ha hecho la UE en un reciente estudio, en el que se pregunta qué pasaría si los algoritmos decidieran qué deberíamos comer observando nuestro ADN.
“Las dietas generadas por algoritmos y adaptadas a nuestras necesidades individuales podrían aportar beneficios para la salud”, asegura el estudio. No obstante, estos beneficios podrían darse a costa de compartir datos muy sensibles sobre nosotros mismos, como podría ser nuestro ADN. De hecho, el ADN es uno de los elementos que entra en juego cuando hablamos de nutrigenómica, una disciplina que nos puede ayudar a saber qué debemos comer de manera individualizada.
Por ejemplo, podemos adaptar lo que comemos para ayudarnos a vivir con algunas enfermedades, como la celiaquía, la fenilcetonuria, o incluso algunas intolerancias. Igualmente, nuestra dieta es importante para prevenir todo tipo de enfermedades, incluido el cáncer. Ahora bien, teniendo en cuenta que la nutrigenómica ya puede tener implicaciones en nuestra salud, cabe preguntarse de qué manera interactúa con las nuevas tecnologías, el big data o la inteligencia artificial.
Nuestras dietas podrían ser específicamente adaptadas a nuestros perfiles individuales para mejorar nuestra salud
“Esto apunta a un futuro en el que nuestras dietas podrían ser específicamente adaptadas a nuestros perfiles individuales para mejorar nuestra salud”, o, incluso, ser parte de la medicina de precisión. Para ello entran en juego, además, los dispositivos móviles y los biosensores, que pueden monitorizar el sueño, parámetros de la presión sanguínea, presencia de infecciones, o los efectos de un determinado tratamiento.
El procesamiento de datos y la creación de algoritmos extraídos del big data podrían llegar a cruzarse con los ensayos bioquímicos y genéticos para detectar el genoma humano, el metaboloma o el microbioma. Con este “profundo fenotipado” podemos conocer detalles de nuestra salud y nuestras enfermedades que antes no conocíamos y, con estos datos, predecir algunas respuestas. El estudio pone como ejemplo una IA que puede predecir la respuesta glucémica después de una comida en función de los parámetros de la sangre de una persona, sus hábitos alimentarios, las características físicas, la actividad física y la microbiota intestinal. Todo ello para mejorar los niveles de glucosa en sangre.
Si bien el potencial es muy grande, pues se podría luchar así contra la epidemia de obesidad y avanzar hacia un sistema más sostenible, no debemos olvidar que los riesgos y los peligros de estas inteligencias artificiales aún están por determinar. “Se necesitan más investigaciones y pruebas más sólidas antes de que los algoritmos puedan predecir eficazmente las relaciones y los resultados entre genes, dieta y salud”, se alerta. “Será necesario definir los resultados de salud deseados y las formas de identificarlos y medirlos”, dado que algunas personas presentan pluripatologías y algo que beneficia en un sentido podría empeorar en otro. De ahí la necesidad que las nuevas tecnologías “aprendan” a priorizar y distinguir estas cuestiones. Igualmente, las necesidades de cada individuo van cambiando a lo largo de su vida, por lo que debería tratarse de sistemas que se reevaluasen periódicamente.
Entre las consideraciones negativas se encuentra el uso intensivo de nuestros datos de salud personales y nuestros datos genéticos
Otra de las consecuencias negativas que podría traer la implementación de la IA en nuestros hábitos de alimentación tiene que ver con la propia protección del consumidor. Que aceptemos esta tecnología “en última instancia”, recalca la UE, va a depender de si los beneficios para nuestra salud compensan las implicaciones que esto tenga en relación con compartir nuestros datos personales, pues los datos sobre nuestra salud son especialmente sensibles. “Escenarios más futuristas pueden implicar la recopilación continua de datos facilitada por sensores omnipresentes en nuestro espacio vital y dentro o incluso sobre nuestros cuerpos, para calcular los requisitos nutricionales diarios óptimos”.
Una de las respuestas que se concluyen en este estudio tiene que ver con la implementación de políticas que se anticipen a estos escenarios del futuro. Ni la UE ni sus Estados miembros cuentan con instrumentos legales que aborden específicamente la nutrición de precisión, se alerta. “Desde una perspectiva legal y regulatoria, hay varios aspectos importantes que deben considerarse”. Entre ellos, se encuentra el uso intensivo de nuestros datos de salud personales y nuestros datos genéticos. Por ello, las políticas en este sentido irían encaminadas a la protección de datos, la privacidad y la propiedad intelectual.
Igualmente, se debería regular que las propias entidades que desarrollasen estas inteligencias artificiales, no proporcionasen información “engañosa” para vender estos servicios. “Proteger a quienes reciben asesoramiento nutricional preciso puede significar adaptar el marco de derechos del consumidor”. En definitiva, esta nutrición de precisión basada en la IA, deberá regirse por una serie de leyes y políticas, ya que se encuentran en la intersección entre los alimentos y los medicamentos, y es necesaria una protección del usuario.