En España, casi el 20% de los niños entre cinco y siete años es miope, una prevalencia que, según las estimaciones, podría ascender hasta el 30% en el año 2030. Aunque la miopía infantil todavía carece de cura, actualmente es posible detener su desarrollo a través de varios tratamientos que han demostrado ser eficaces durante la niñez.
Entre las opciones terapéuticas más extendidas está las bajas concentraciones de colirio de atropina para ralentizar el alongamiento del globo ocular, que es lo que provoca este problema de visión. La miopía afecta a la agudeza visual lejana; provocando una vista borrosa de los objetos distantes. Además, este problema refractivo puede conllevar una alteración de las estructuras oculares y un mayor riesgo de complicaciones, como problemas de retina, catarata y glaucoma en los casos que la miopía supera las 6 dioptrías y se convierte en miopía magna.
Con motivo del Día Internacional de la Infancia, que cada año se celebra el 20 de noviembre, la Dra. María Santiago Varela, especialista en oftalmología pediátrica en Miranza Instituto Gómez-Ulla, destaca la importancia de diagnosticar y tratar a los niños con miopía para retrasar o evitar la progresión de este problema de visión, prevenir complicaciones que puedan estar asociadas a una alta miopía y mejorar la calidad de visión en la población infantil. En cuanto al tratamiento con el colirio de atropina, la especialista explica que “este abordaje consiste en la aplicación de una gota todas las noches al acostarse, durante un largo periodo de tiempo, incluso durante años, con el objetivo de disminuir la velocidad de progresión de la miopía”.
LA CLAVE DEL DIAGNÓSTICO TEMPRANO
Antes la única solución disponible para este defecto refractivo era la prescripción de gafas para conseguir una buena agudeza visual, por lo que es de crucial importancia contar con alternativas que permitan a los oftalmólogos controlar el crecimiento acelerado del ojo durante la infancia, una etapa en la que se lleva a cabo el desarrollo visual, que finaliza entre los 8 y 10 años.
“El colirio de atropina es la solución más afectiva"
Actualmente existen diversos tratamientos que ayudan a controlar este defecto refractivo, como el uso de lentes oftálmicas (DIMS o HAL), lentes de contacto multifocales blandas o el tratamiento farmacológico con colirio de atropina. Según señala la especialista, “el colirio de atropina es la solución más afectiva, utilizado en nuestro medio; para frenar este problema de visión, consiguiendo que la miopía evolucione más lento en un ojo que crece rápido o ya tiene mucha miopía”.
Por ello, la doctora Varela, advierte sobre la importancia del diagnóstico temprano, y hace una recomendación sobre la importancia de visitar al oftalmólogo una vez al año, entre los 3 y 10 años, y cada dos años, entre los 11 a 16 años, además resulta especialmente relevante en el caso de niños con padres que presentan defectos refractivos o estrabismo acudan a controles”, concluye.
FACTORES DE RIESGO
La prevalencia de los dispositivos electrónicos en nuestras vidas desde edades muy tempranas, ha afectado significativamente a este problema. El ojo está hecho para ver a diferentes distancias, por lo que un abuso de visión cercana puede llevar a un sobreesfuerzo que, en edades tempranas, puede afectar al desarrollo normal del ojo.
"Fomentar las actividades al aire libre y hacer un mayor uso de la visión a larga distancia, para prevenir el desarrollo de la miopía”
Por eso, en los últimos años se ha establecido un vínculo entre el aumento de la miopía, especialmente en edades tempranas, y los nuevos hábitos de estilo de vida, entre los que destaca pasar más tiempo en espacios interiores realizando actividades relacionadas con dispositivos digitales o el uso prolongado de la visión de cerca. En contraposición, los niños pasan menos tiempo expuestos a la luz natural. En este sentido, la doctora Varela recalca la necesidad, cada vez más importante, “de fomentar las actividades al aire libre y hacer un mayor uso de la visión a larga distancia, para prevenir el desarrollo de la miopía”.
Asimismo, otro factor de riesgo para la miopía tiene que ver con la genética, lo que suele ser motivo de preocupación para muchas familias cuando hay, al menos, un padre miope.