El TDAH es un trastorno con una prevalencia en el ámbito nacional superior al 5%, con valores del 3% al 8% en la infancia y adolescencia. A pesar de esto, se trata de una patología que aún cuenta con muchos mitos o falsas creencias, como la de su inexistencia o que solo afecta a los niños. Además, la población suele desconocer las causas de este trastorno por déficit de atención e hiperactividad.
Las causas de la aparición del TDAH se encuentran en factores tanto ambientales como genéticos y epigenéticos. "La genética tiene un peso muy elevado, en torno al 75-80 %", explica Paula Morales, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Por otro lado, los factores ambientales son aquellos que tienen lugar durante el embarazo, el parto o etapas precoces de la vida. Otros factores son la exposición a tóxicos ambientales, consumo de alcohol o tabaco, déficits nutricionales, alteraciones metabólicas, bajo peso al nacer, prematuridad, o sufrimiento fetal o neonatal por falta de oxígeno, entre otros.
Morales: "Hace ya muchos años que no deberíamos discutir si el TDAH existe o no, sino sobre cómo avanzar en el diagnóstico y la intervención de esta condición"
En lo relativo a las falsas creencias asociadas al trastorno, una de las principales es la idea de que el TDAH no existe. A pesar de que es cierto que tener dificultades de atención o mostrar actitudes asociadas con gran agitación no tiene por qué ser TDAH, ya que estas características pueden aparecer como parte del desarrollo normal durante la infancia, el trastorno es real.
El TDAH es un trastorno neurobiológico crónico que se inicia en la infancia y cursa con manifestaciones clínicas de déficit de atención o hiperactividad e impulsividad. Se trata de una condición que presenta distintos niveles de severidad y afecta al desarrollo de la persona a nivel social, familiar, escolar o laboral.
"Se ha constatado una base neurológica común en las personas que lo padecen con la presencia de diferencias estructurales y de maduración en el cerebro de las personas con TDAH", añade Morales. Por ello, la profesora destaca que "hace ya muchos años que no deberíamos discutir si el TDAH existe o no, sino sobre cómo avanzar en el diagnóstico y la intervención de esta condición".
Otro de los mitos relativos al trastorno es que solo afecta a niños. El TDAH es una condición crónica del neurodesarrollo, que tiende a disminuir con el paso de los años. Sin embargo, la desatención y la impulsividad persisten en adolescentes y adultos. Así, a pesar de que el TDAH puede ir reduciendo algunos de sus síntomas con el tiempo, "en el 40 % de los casos todos los criterios se mantienen en la edad adulta".
Para abordar el trastorno por déficit de atención e hiperactividad es fundamental la detección precoz, de acuerdo con la Federación Española de Asociaciones de Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad. En este sentido, "empezar la intervención pronto supone un mejor pronóstico. En la etapa infantil es posible diagnosticar casos de elevada severidad en que el impacto de la sintomatología es evidente y genera mucho deterioro", comenta la profesora.
Detectar los síntomas del trastorno, como son la hiperactividad e impulsividad, permitirá intervenir preventivamente para fomentar las estrategias del niño, de la familia y de la escuela para la regulación emocional, conductual y atencional. Es fundamental que el diagnóstico esté bien establecido en la etapa de primaria porque esto facilitará también la valoración de la presencia de comorbilidades, como trastornos de aprendizaje, de conducta o emocionales.
Morales: "En la etapa infantil es posible diagnosticar casos de elevada severidad en que el impacto de la sintomatología es evidente y genera mucho deterioro"
En muchos casos el diagnóstico no llega hasta la adolescencia o edad adulta, lo que dificulta en gran medida el día a día de estos pacientes. Las personas con TDAH no tratadas a tiempo tienen más riesgo de fracaso y abandono escolar, a pesar de tener un nivel adecuado de capacidad.
Además, la ausencia de intervención puede suponer un mayor riesgo a presentar otras comorbilidades, como el abuso o dependencia de sustancias, sufrir lesiones accidentales debidas a una mayor impulsividad y a la hiperactividad y seguir una dieta menos saludable que puede suponer una menor esperanza de vida.
Finalmente, el tratamiento del TDAH es multimodal, pues combina intervención psicológica y psicopedagógica individual o en pequeño grupo, intervención con el entorno familiar y escolar y tratamiento farmacológico en aquellos casos que se considera necesario. Así, los fármacos son empleados solo cuando hay un impacto moderado o severo de la sintomatología que limita el desarrollo de la persona y su bienestar.