Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son una problemática de salud mental muy extendida entre la población. Los cánones de belleza impuestos por la sociedad, unidos a las redes sociales e, incluso, a la reciente pandemia de Covid-19, están provocando que cada vez más jóvenes caigan en este tipo de trastornos.
En el desarrollo del TCA influyen muchos factores, siendo uno de ellos la presencia de un patrón emocional a través de la comida. Esto se traduce en que “cuando aparezcan emociones agradables o desagradables que la persona no se ve capaz de tolerar o atravesar, se utilice la comida para regularlas o callarlas”, explica para ConSaludEugenia Moreno, directora de la Clínica CTA. En el caso de patrones restrictivos, la desconexión aparece también como un mecanismo que los pacientes emplean para evitar pensar que están comiendo algo que les da miedo.
De este modo, el no ser consciente de lo que se come o “no estar en el momento presente” puede llevar a las personas a que desconecten de sus emociones y sensaciones. En este sentido, la alimentación consciente puede ser una herramienta útil para tratar estos trastornos. A pesar de que, al principio del tratamiento, puede ser complicado conectar con la comida, la alimentación consciente se incluye en el abordaje del trastorno cuando ya se ha trabajado una buena base de educación nutricional.
No ser consciente de lo que se come o “no estar en el momento presente” puede llevar a las personas a que desconecten de sus emociones y sensaciones
La alimentación consciente consiste en entender y adaptar la alimentación a las necesidades de cada uno, teniendo en cuenta factores como el sexo, la edad, la altura, el tipo de ejercicio que se realiza y la masa muscular. En este sentido, es una visión de la nutrición que engloba numerosos aspectos, como pueden ser sociales, de salud o, incluso, de seguridad alimentaria. Así, tiene en cuenta factores como la producción de los alimentos o los efectos que esta tiene en el medio ambiente.
“Consiste en estar presente en el momento de la comida, pudiendo detectar las señales que nos manda el cuerpo, como son el hambre, la saciedad, las emociones o la ansiedad. De esta forma, a lo largo de la ingesta podemos ir regulando y actuando en consecuencia”, añade la experta de CTA.
El método empleado en el tratamiento parte de ciertos puntos de anclaje, debido a que en un inicio puede ser muy complicado prestar atención a todas las señales durante la comida. Dichos puntos de anclaje pueden pasar por hacer pausas antes de comer, a mitad de plato y después de comer para ver cuánto hambre siente el paciente, si se siente saciado, si tiene ganas de comer más o si siente ansiedad, entre otros.
Una vez se ha logrado identificar el hambre y diferenciarlo del impulso de comer, se empieza a trabajar los tipos de hambre, diferenciados entre emocional, mental, sensorial y físico. De este modo se pueden tener en cuenta todas las necesidades y observar en base a qué se está decidiendo.
La directora de la Clínica CTA ha querido señalar que “No hay que demonizar ningún tipo de hambre, pero sí que es importante que podamos identificar los tres primeros para no perjudicar a la parte física”.
Para explicar mejor esto, pone un ejemplo relativo a las comidas en restaurantes. “Cuando se va a un buffet y se tienen muchos pensamientos sobre seguir comiendo, pues se ve comida muy apetecible y huele muy bien, pero nuestro estómago está muy lleno y nos está pidiendo que paremos ya; si la persona no está regulada, es posible que siga comiendo “en automático”. El papel de la alimentación consciente aquí seria poder parar para respetar esas señales corporales y saber que en otro momento se podrá volver al buffet o probar otras cosas apetecibles”.
Eugenia Moreno: "Estar conscientes puede prevenir el desarrollo del TCA”
Además, la experta recalca que, dentro del enfoque de la alimentación consciente, es fundamental el permiso incondicional para comer cualquier cosa y trabajar la mentalidad de dieta del paciente, pues “las prohibiciones aumentan el deseo de comer”.
Por otro lado, una alimentación consciente permite que la persona conecte en mayor medida con sus emociones y sensaciones, de tal modo que puede buscar ayuda o estrategias para regularse. “En la alimentación automática pueden desarrollarse juicios hacia la comida, culpa o malestar, que pueden derivar en el TCA, por lo que sí, estar conscientes puede prevenir el desarrollo del TCA” concluye la experta.
Un TCA puede afectar a cualquier persona, independientemente de si presenta un peso bajo o elevado. Se trata de un término que engloba gran variedad de condiciones, que se caracterizan por una alimentación anormal o interrumpida. Es un trastorno con una elevada prevalencia, pues entre el 4% y el 5% de las jóvenes de entre 12 y 21 años en España lo sufre.