El año 2020 fue el año en que el número de suicidios aumentaron exponencialmente. Un total de 3.941 personas fallecieron ese año en España, casi trescientas personas más que en 2019, cuando murieron 3.671 personas. Los suicidios diarios pasaron de 10 a 11 y la tasa aumentó de 8,3 por cada 100.000 habitantes a 8,9.
La pandemia Covid-19, con el estrés y el miedo al contagio, la incertidumbre del futuro, las restricciones y la crisis económica resultante por la crisis sanitaria, llevó a un aumento de tasas de suicidio tanto en niños, como adultos y mayores. La ansiedad y la depresión, así como los problemas de salud mental que se agravaron a causa de la situación vivida, tuvieron un efecto determinante en la conducta suicida.
Sin embargo, según un reciente estudio liderado por la Universidad Complutense de Madrid, ha descubierto que el número de muertes se vieron afectados por los cambios que se producían a lo largo de la emergencia sanitaria. En 2019, el mes en que menos suicidios se produjeron fue febrero, en invierno. En 2020 fue en abril, octubre y noviembre. Disparándose la cifra en mayo, junio, julio y agosto. “La pandemia ha modelado el suicidio”, explica a Consalud.es Alejandro de la Torre-Luque, uno de los autores del estudio y profesor ayudante doctor en el Departamento de Medicina Legal, Psiquiatría y Patología de la Universidad Complutense de Madrid
Cuando tenemos un extresor o un enemigo externo tendemos a enfrentar la situación alejándonos de nuestra situación interna”, indica De la Torre-Luque
Si recordamos la época a la que nos referimos, los suicidios cayeron en el mes del confinamiento, luego crecieron abruptamente en los meses siguientes de la “nueva normalidad” y menores restricciones, y volvieron a disminuir en octubre y noviembre, coincidiendo con la segunda ola y restricciones como los toques de queda o los horarios de los bares.
¿Por qué se producen estos datos? “Hay diferentes hipótesis, la más teórica podría ser el síndrome del soldado”, explica De la Torre-Luque. El síndrome del soldado es realmente el trastorno de estrés postraumático, descubierto en los militares que tras volver de una misión y tienen que adaptarse a la nueva realidad. Sufren elevados niveles de ansiedad, angustia y estrés como secuela de lo vivido.
Algo así podría haber sucedido durante la pandemia. “Cuando tenemos un extresor o un enemigo externo tendemos a enfrentar la situación alejándonos de nuestra situación interna”, indica De la Torre-Luque. “Durante los primeros meses de pandemia teníamos que hacer un esfuerzo por protegernos del contagio, tras eso volvimos a conectar con nuestras emociones internas”. Un interior que había vivido durante dos meses los efectos de la pandemia sin poder desconectar de ellos, y que volvía a nosotros con altos niveles de ansiedad, estrés, miedo…
También, detrás de la reducción durante esos meses de los suicidios se debía a un peor acceso a las oportunidades. Al estar en casa y en familia, es más complicado acometer suicidio o tentativa autolítica, aquel acto suicida cuyo resultado no implicó la muerte. “La familia es un potente cortafuegos para que no haya intentos en casa”, señala el experto. Además, “existía una delimitación a métodos suicidas”. Sin embargo, durante esa situación los problemas y la situación terminaban cristalizándose “como una bola de nieve” cuando terminaba el confinamiento o los momentos de mayor restricción.
POSTPANDEMIA DE SUICIDIOS
La pandemia moldeó la tendencia suicida durante 2020 y se prevé que seguirá afectando en los próximos años. “Lo hará indirectamente, será la postpandemia. La cristalización de lo soportado durante este tiempo: crisis económica, soledad continuada y el aumento de trastorno de salud mental”, indica Alejandro de la Torre-Luque.
Los trastornos de conducta alimentaria, los obsesivos compulsivos, las fobias, al ansiedad o la depresión han aumentado durante este tiempo. También la conducta autolesiva, para controlar emociones negativas y olvidarlas a partir del dolor físico, y que en algunos casos acaban convirtiéndose en tentativas autolíticas. “El caldo de cultivo tras lo vivido no es sorprendente y el panorama actual no es nada esperanzador”, concluye.