La demencia es una de las principales causas de discapacidad y dependencia en adultos mayores a nivel global. Hablamos de un problema que daña la memoria y a otras funciones cognitivas, afectando a la capacidad de los pacientes de realizar actividades cotidianas. Esta situación se traduce en una carga significativa para las personas y familias, así como para los sistemas sanitarios. De acuerdo con los últimos datos hechos públicos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la demencia fue en 2019 la séptima causa de muerte en todo el mundo, con más de 1,6 millones de fallecidos y 28,3 millones de años de vida ajustados por discapacidad.
En la actualidad, aproximadamente 55,2 millones de personas tienen demencia en todo el mundo. Más del 60% de estos pacientes viven en países con medios y bajos ingresos. Las previsiones de la OMS es que esta cifra supere los 78 millones para el año 2030. Esta fotografía se traduce en un coste en términos de atención médica, social e informal asociado a la demencia de 1,3 billones de dólares anuales. Cifra que se espera que supere los 2,8 billones de dólares para el año 2030. En un contexto demográfico global en el que la esperanza de viva continúa aumentando y siendo la edad avanzada uno de los principales factores de riesgo para el desarrollo de demencia, avanzar en el campo de la investigación es fundamental.
En este sentido, un grupo de científicos de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) ha demostrado que es posible detectar signos de deterioro cerebral en pacientes hasta nueve años de que reciban el diagnóstico de varias enfermedades, entre las que se encuentra la demencia. Los resultados del estudio han sido publicados en la revista Alzheimer's & Dementia: The Journal of the Alzheimer's Association, y se han basado en el análisis de datos procedentes del Biobanco de Reino Unido.
Un trabajo que ha permitido a los responsables de este trabajo identificar deficiencias en varias áreas, como la resolución de problemas o problemas a la hora de recordar números, que se asocian con varias enfermedades. Esto plantea la posibilidad de que, en el futuro, los pacientes que se encuentren en riesgo de desarrollar enfermedades como la demencia, puedan ser reclutados para participar en ensayos clínicos focalizados en el desarrollo de nuevos tratamientos.
Estas afecciones suelen diagnosticarse una vez que los síntomas han aparecido, mientras que la neurodegeneración subyacente que produce estos puede haberse iniciado varios años atrás
En la actualidad existen pocos tratamientos que resulten efectivos para la demencia y otras enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Parkinson. Esto se debe, en parte, a que estas afecciones suelen diagnosticarse una vez que los síntomas han aparecido, mientras que la neurodegeneración subyacente que produce estos puede haberse iniciado varios años atrás. Hecho que significa que, para cuando los pacientes participan en ensayos clínicos, puede ser ya demasiado tarde.
Los investigadores han analizado los datos de salud anónimos de medio millón de británicos con edades comprendidas entre los 40 y los 69 años a través del referido Biobanco, una base de datos biomédica que contiene información genética y de estilo de vida. Además de esta información se recopilaron datos sobre una serie de pruebas entre las que se incluyen la resolución de problemas, memoria, tiempos de reacción, así como datos relacionados con la pérdida y/o aumento de peso y caídas. De esta forma los investigadores han podido realizar una retrospectiva para determinar si había signos presentes al inicio del estudio, es decir, cuando se recopilaron las mediciones de los participantes por primera vez (entre cinco y nueve años del diagnóstico).
“Cuando revisamos las historias de los pacientes quedó claro que mostraban algún deterioro cognitivo varios años antes de que sus síntomas fueran los suficientemente obvios como para provocar un diagnóstico. Las deficiencias, a menudo, eran sutiles, pero afectando a varios aspectos de la condición”
Las personas que desarrollaron la enfermedad de Alzheimer obtuvieron puntuaciones más bajas, en comparación con las personas sanas, en tareas como la resolución de problemas, tiempos de reacción, recordar listas basadas en números, memoria prospectiva y emparejamiento de pares. Situación extensible también a una de las formas más raras de demencia conocida como “demencia frontotemporal”.
En los pacientes que desarrollaron alzhéimer las probabilidades de haber sufrido una caída en los 12 meses anteriores al diagnóstico eran más elevadas que entre los adultos sanos. El estudio indica que aquellos pacientes que desarrollaron una condición neurológica rara conocida como “parálisis supranuclear progresiva”, que afecta al equilibrio, tenían más del doble de probabilidad que las personas sanas de haber sufrido una caída. Tanto para la enfermedad de Alzheimer como para la demencia los pacientes reportaron un estado general de salud más deficiente al inicio del estudio.
“Cuando revisamos las historias de los pacientes quedó claro que mostraban algún deterioro cognitivo varios años antes de que sus síntomas fueran los suficientemente obvios como para provocar un diagnóstico. Las deficiencias, a menudo, eran sutiles, pero afectando a varios aspectos de la condición”, expone el primer autor del estudio, Nol Swaddiwuhipong, médico de la Universidad de Cambridge.
“Este es un paso para podamos evaluar a las personas que corren un mayor riesgo, por ejemplo, los mayores de 50 años o las personas con presión arterial alta o que no hacen suficiente ejercicio e intervenir así en una etapa más temprana para ayudarles a reducir el riesgo”, concluye.