Recientemente, una mujer fue detenida en Sevilla porque su hijo llevaba ingresado en el hospital más de un mes, sin presentar ninguna mejoría. Por el contrario, su salud empeoraba. Esto llevó a los doctores del centro en el que estaba ingresado a denunciar a su madre, ante la sospecha de que podía padecer trastorno facticio por poderes o síndrome de Munchausen.
El trastorno facticio hace referencia a aquellas personas que “fabrican” síntomas de enfermedades, de tal forma que llevan a cabo diferentes maniobras que les hacen enfermar. En este sentido, los pacientes pueden provocarse heridas o ingerir sustancias que les generen diarreas o vómitos, entre otros síntomas. Esto lo hacen con la finalidad de adquirir la condición de pacientes, para recibir los cuidados o atención que la sociedad presta a las personas enfermas. Los motivos detrás de este trastorno se basan en la necesidad de atención, pues caracteriza a personas con un bajo concepto de sí mismas o poca autoestima. Esto lo intentan compensar adquiriendo la categoría de enfermos.
A su vez, el trastorno facticio por poderes o síndrome de Munchausen define a aquellos pacientes que, en vez de provocar esto sobre sí mismos, producen las lesiones en personas que están a su cargo, como niños o ancianos. De este modo, las personas que están a cargo de un paciente de este trastorno pueden presentar desnutrición, síntomas extraños o heridas que nunca curan porque se llevan a cabo maniobras para empeorarlas.
Se trata de una situación muy difícil de detectar, debido a que, cuando se comienzan a observar síntomas representados de forma atípica o se comprueba que los tratamientos médicos no están dando resultado, la persona con trastorno facticio cambia de médico al ser cuestionada.
Manuel Martín Carrasco: “A fin de cuentas es una forma de maltrato”
“Se observa en estas personas una historia de cambios bruscos de asistencia. Pronto desaparecen de un hospital o piden el alta voluntaria. Coincide generalmente con el momento en el que se cuestiona qué es lo que está pasando”, explica para ConSalud, Manuel Martín Carrasco, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental.
Además, el experto incide en la importancia de distinguir este trastorno de una simulación, que llevan a cabo aquellas personas que fabrican síntomas con la intención de obtener beneficios como incapacidad o bajas laborales. Mientras que la simulación busca objetivos materiales, el trastorno facticio solo tiene el objetivo de adquirir el estatus de enfermo.
En lo relativo a las víctimas, los niños pueden presentar absentismo y fracaso escolar, desarrollar fobias y temores o evitar estar en ciertos lugares, además de trastornos de comportamiento. “A fin de cuentas es una forma de maltrato”, comenta Martín Carrasco.
Las víctimas de estos pacientes pueden tener consecuencias de todo tipo, desde las más leves hasta las más graves. “Había casos en los que los niños habían sufrido desnutrición severa, porque no se les había alimentado correctamente. En estos casos se llegó hasta el punto en el que los niños llegaron a padecer enanismo”, añade el experto. En otras ocasiones, el síndrome de Munchausen se ha llegado a vincular con muertes infantiles súbitas.
El síndrome de Munchausen es una enfermedad rara, debido a que puede haber cerca de mil casos en todo el mundo, de acuerdo con el experto de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental. “También es cierto que puede haber más casos que por lo que sea no se hayan publicado, porque muchas veces pueden pasar desapercibidos”, aclara. Esto también hace que su abordaje sea muy complicado.
Manuel Martín Carrasco: “Al ser una enfermedad tan rara, la mayoría de especialistas nunca ha visto un caso”
Es un trastorno muy difícil de diagnosticar, pues las víctimas suelen ser personas indefensas y fácilmente manipulables, que no cuentan con los recursos necesarios para denunciar o solicitar ayuda. Además, al ser una enfermedad rara, no hay protocolos específicos, y los pacientes suelen ser atendidos dentro de los dispositivos de atención de salud mental. “Al ser tan rara, la mayoría de especialistas nunca ha visto un caso”, añade el experto.
En las ocasiones en las que se detecta, se abren dos frentes: por un lado tratar al paciente del trastorno y, por otro, tratar a las víctimas. Sin embargo, el tratamiento es muy complicado, pues la propia persona no reconoce sus motivaciones o lo que le lleva a realizar estas cosas. “La persona no encuentra una explicación a lo que está haciendo y evita enfrentarse a los síntomas. Además, de igual modo que con otras enfermedades raras, es difícil reunir un número suficiente de de personas como para intentar una terapia sistemática estandarizada”, añade el experto.
Sin embargo, el tratamiento puede enfocarse a técnicas de psicoterapia, y es importante incluir en el enfoque a toda la familia. Esto se debe a que, en ocasiones, el resto de miembros del núcleo familiar no saben lo que está sucediendo. También se pueden recetar fármacos en caso de que el paciente tenga síntomas de ansiedad o depresión. A veces, incluso se pueden promover acciones judiciales que permitan el tratamiento tanto médico como psiquiátrico.