El envejecimiento de la población y la prevalencia de determinadas enfermedades crónicas obliga a las personas a depender del cuidado de otras para seguir adelante con su vida. El papel del cuidador en el acompañamiento de estas personas es esencial para realizar actividades cotidianas como caminar, o necesidades básicas como comer o asearse. Es una labor clave que desempeñan quienes se dedican al cuidado por su profesión, familias o cualquier persona del entorno cercano.
Lo que ocurre es que a veces esta situación puede dar lugar a problemas emocionales asociados a la carga que supone cuidar de estas personas. El denominado "síndrome del cuidador quemado" es una realidad que afecta a quienes dedican gran parte de su tiempo al cuidado de otros. Miriam Jiménez, vocal de la Sociedad Madrileña de Psicología Clínica, advierte que este trastorno "es un conjunto de síntomas o efectos tanto psicológicos como físicos y emocionales que pueden llegar a desarrollar las personas que cuidan de manera prolongada a personas dependientes". La sobrecarga emocional y física puede tener consecuencias graves para la salud de los cuidadores, desde el agotamiento extremo hasta trastornos como la depresión y la ansiedad, como indica la psicóloga a ConSalud.es.
"Si esa persona, el cuidador, no se proporciona a sí misma los cuidados, los espacios, el tiempo y la atención que necesita, puede acabar teniendo problemas serios tanto a nivel de salud mental como física"
Además, este síndrome tiene un gran impacto en la salud de quienes lo padecen. "Si esa persona, el cuidador, no se proporciona a sí misma los cuidados, los espacios, el tiempo y la atención que necesita, puede acabar teniendo problemas serios tanto a nivel de salud mental como física", explica Jiménez. Entre los síntomas más comunes se encuentran la fatiga extrema, la falta de motivación y una sensación de desbordamiento constante. Además, el estrés crónico al que están sometidos puede debilitar el sistema inmunológico, aumentando el riesgo de infecciones o incluso enfermedades graves como el cáncer.
Uno de los primeros signos de alerta es la sensación de agotamiento persistente. "Cuando empezamos a notar que ya el descanso no es suficiente, que estamos llegando a un nivel de desbordamiento, ahí es cuando hay que empezar a poner las alarmas", señala la experta. Cuidar a otra persona siempre es una tarea demandante, pero si el cuidador no encuentra momentos de recuperación, es posible que esté cayendo en este síndrome. La apatía, la falta de energía y la sensación de no poder más son señales inequívocas de que algo no va bien.
Los cuidadores también sufren una elevada carga emocional. Jiménez destaca que "estos síntomas suelen ir acompañados de mucha sensación de culpa, porque uno cuando cuida lo que quiere es estar bien para la otra persona". Sin embargo, el desgaste prolongado puede generar sentimientos de rechazo o resentimiento hacia la persona cuidada, lo que a su vez incrementa la culpa y refuerza el ciclo de agotamiento. Esta espiral de autodesgaste solo se rompe cuando el cuidador toma conciencia de su estado y busca ayuda.
CÓMO ABORDAR ESTE SÍNDROME
Abordar el síndrome del cuidador quemado pasa, en primer lugar, por reconocer sus señales y pedir apoyo. "Cuando estamos cuidando a alguien, sí o sí vamos a necesitar ayuda en algún momento, porque el cuidado de una persona dependiente no puede recaer en una única persona", subraya Jiménez. El apoyo puede venir del entorno familiar, mediante la distribución de tareas, o de servicios profesionales que permitan aliviar la carga. Además, cada vez más centros de salud ofrecen programas específicos para el apoyo a los cuidadores.
"Si creemos que nos estamos viendo demasiado desbordados y no sabemos ni por dónde empezar, acudir a terapia es una opción recomendada"
La ayuda profesional es fundamental en los casos más graves. "Si creemos que nos estamos viendo demasiado desbordados y no sabemos ni por dónde empezar, acudir a terapia es una opción recomendada", señala Jiménez. La atención psicológica, ya sea a través del sistema público de salud o de manera privada, puede ser clave para aprender a gestionar las emociones y establecer límites saludables en la labor de cuidado.
El síndrome no solo afecta a los cuidadores, sino también a las personas que reciben los cuidados. "Si su cuidador está muy quemado, puede que no pueda cubrir todas sus necesidades de manera adecuada", advierte la experta. En el caso de personas con enfermedades degenerativas, la carga emocional es aún mayor. "Cuando la enfermedad avanza, la persona cuidada necesita apoyo psicológico y anímico, pero si su cuidador está agotado, no podrá brindárselo de la manera que necesita", añade.
PREVENCIÓN Y AUTOCUIDADO
En este punto, la prevención juega un papel clave, especialmente para evitar el desarrollo de este síndrome. Estar en contacto con las propias emociones y detectar los signos tempranos de agotamiento permite tomar medidas antes de que la situación se vuelva insostenible. Jiménez recomienda que "la mejor manera de prevenirlo es pedir ayuda y repartir la carga del cuidado, así como ajustar las expectativas sobre lo que implica esta labor".
Uno de los grandes mitos que rodea a este problema es la idea de que priorizarse a uno mismo es egoísta. "Autocuidarse no es egoísmo, sino responsabilidad", enfatiza la especialista. Es fundamental entender que para cuidar bien a otro, primero hay que estar bien uno mismo. En palabras de la psicóloga, delegar responsabilidades y tomarse descansos no significa abandonar a la persona dependiente, sino garantizar que el cuidado que se le brinda sea el mejor posible.
“Priorizarse no significa querer menos a la otra persona, no es que te dé igual su proceso; al revés, te importa tanto y estás tan preocupado porque esté lo mejor posible que tú quieres estar lo mejor posible para esa persona, y eso a veces implica retirarse, recuperarse y volver a cogerlo con fuerzas. Es cariño y es responsabilidad para la persona cuidada y para uno mismo”, concluye la sanitaria.